Sin magia en la mina

Trabajadores de la mayor mina de yeso del país se preparan para el salto productivo que demanda la industria nacional del cemento y así evitar importaciones

Ortelio González Martínez

Las lomas de Punta Alegre en el municipio avileño de Chambas se empinan hacia el cielo y sus faldas casi abrazan el mar. Quienes las ven no advierten que son celosas guardadoras de grandes reservas de yeso.

Foto:Osvaldo Gutiérrez Gómez Finalé (izq.) y Andrés comprueban la profundidad de los barrenos para la voladura.

Quizás por esa razón jamás pudieron despojarse de pretendientes que, durante mucho tiempo, les arrancaron las riquezas para alimentar la codicia de extranjeros y nacionales.

Primero fue míster Jenkins, el norteamericano que explotó a su antojo a los trabajadores allá por el año 1943. El Míster pagaba dos pesos por cada metro cúbico extraído, que luego los mineros debían cargar a mano.

Foto:Osvaldo Gutiérrez Gómez Las pruebas de laboratorio garantizan la calidad.

Fue tanta la ira cuando se marchó, a finales de la década del cuarenta, que selló los dos pozos petroleros existentes, el Collazo I y el Collazo II.

Al yanki le sucedieron los Fallas– Gutiérrez, familia acaudalada, dueña además del central y de varias colonias azucareras.

Aires de cambio soplaron a partir del Primero de Enero de 1959 y pusieron fin al mandato de los místeres y pudientes que gobernaron la mina a su antojo.

Foto:Osvaldo Gutiérrez Gómez Pedro, un hombre importante en la cantera.

Pedro Ángel Buchillón Rodríguez, con 35 años de labor en la cantera, habla de la mala fama de aquellos tiempos difuntos: "Aquí laboraron muchos obreros en condiciones pésimas, metidos en los huecos, donde enterraban hasta la vida. A tal extremo llegaba la humillación, que el capataz decidía: ‘esta piedra sí. Esta no’".

Después, el mineral lo llevaban hasta el embarcadero y las lanchas La Mimí y La Esperanza lo trasladaban hasta la fábrica de cemento de Mariel, afirma al pie de la línea de yeso triturado.

A Pedro, el buldocero, yo lo llamaría el acomodador de piedras y diría que es el hombre más importante de la mina. Abre senderos, desbroza aquí y allá, selecciona el mineral...

Sin embargo, él solo dice que es útil y le resta importancia a mis palabras. Asevera que es un eslabón más entre otros muchos que conforman la cadena.

—Ser buldocero se las trae —le comento.

—Tiene su magia —reconoce—. Lo más difícil es cuando estás en el borde de la cantera y debes tirar el mineral hacia abajo. Es peligroso. Si el equipo resbala puedes caer al vacío y rodar junto a un buldócer de varias toneladas de peso, no es cosa de juego. En verdad me creo útil, pero no importante.

—Importante es aquel que viene por allá —y señala hacia un flaco desgarbado de andar lento, como si le restara significado a la vida. Pero de eso nada. Andrés Puerto Díaz es su nombre.

Es artillero de cantera y habla poco, comenta Juan Carlos Finalé Díaz, ingeniero geólogo, especialista en explotación de yacimientos no metálicos.

En efecto, solo pronuncia frases cortas. Eso no le impide dar un salto 34 años atrás, cuando se inició en el mismo oficio que hoy desempeña.

—Comencé en 1973. Nosotros podemos jubilarnos a los 55 años —afirma con su lenta cadencia—. Ya presenté el retiro, pero ayudaré en lo que haga falta. Conmigo pueden contar siempre que me necesiten.

—El artillero de la mina es como el zapador en la guerra. Te equivocas una sola vez. Menos mal que te estoy haciendo el cuento. Las voladuras las hacemos para buscar el material. Cuando suena el quimbombazo, hay alegría en el pueblo. Es señal de que la mina produce, y ella es el sostén de muchas familias.

Julio Castillo Vida, director de la Unidad Empresarial de Base, no oculta su orgullo cuando habla de las 43 000 toneladas que producirán este año, volumen superior al del pasado, pero muy distante de la capacidad productiva de la fábrica y de la demanda nacional.

El país ha puesto el ojo en nosotros, y nos ha dado algunos recursos, como la carretilla barrenadora, el compresor, montacarga y un quemador de muy buena tecnología, entre otros. Eso no satisface nuestras necesidades, pero tratamos de utilizarlos lo mejor posible. No hay otra alternativa, enfatiza Castillo. Si producimos con eficiencia, aliviamos al país de las costosas importaciones, pues el yeso tiene un alto precio en el mercado internacional.

La importancia del yeso en la industria del cemento, por ejemplo, es que se le agrega al clinker para regular el fraguado.

Tenemos que evitar las paralizaciones innecesarias. Si tropezamos, afectaríamos la producción de cemento. Y tenemos compromiso con las cinco fábricas existentes en el país y podemos aportar todo lo que ellas necesitan. Para eso nos preparamos. El mineral está ahí, lo que hay es que sacarlo, recalcó.

Según argumenta Finalé, estudios realizados dan cuenta de que el yacimiento ocupa una capa de hasta unos 500 metros de profundidad, a lo largo de una extensa franja costera de varios kilómetros cuadrados. También existe sal gema, mineral de disímiles usos terapéuticos, que puede ser utilizado como sal común.

El complejo también dispone de una línea de yeso cocido, paralizada en los años difíciles del periodo especial, pero en franca reanimación productiva, dada la ingeniosidad de los innovadores de esa fábrica.

De los tiempos de "los búlgaros" —de donde procede la línea—, queda el recuerdo de un monstruo casi ingobernable. La ingeniosidad del cubano, empeñado en buscar una solución ante cada problema, llevó a los técnicos y especialistas del patio a ir en contra del proyecto.

Fue entonces que se decidió eliminar el proceso de lavado del yeso, el cual no había dado resultado. De hecho, desactivaron más de 50 motores, con un sustancial ahorro de agua, electricidad y fuerza de trabajo.

Después, los "inventores" del centro modificaron la grúa viajera, el molino de trituración, los hornos, la alimentación eléctrica del montacarga en la balanza llenadora, y hasta convirtieron en autopropulsada una carretilla barrenadora que había que moverla manualmente o con algún equipo de tracción.

Hasta aquí la historia. Me obligó a narrarla la importancia de la labor de estos hombres, propuestos a abastecer a las fábricas de cemento del país y evitar importaciones.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Cultura | Deportes | Cuba en el mundo |
| Comentarios | Opinión Gráfica | Ciencia y Tecnología | Consulta Médica | Cartas| Especiales |

SubirSubir