En los años comprendidos entre 1915 y 1919 existió en Cuba un
gran auge de la industria azucarera, época en la cual se fomentaban
nuevas colonias, fundamentalmente en el centro y el oriente del
país.
La noticia se hizo eco en el área del Caribe, por lo que
empujados por la pobreza imperante en sus naciones y motivados por
la posibilidad de conseguir trabajo, arribaron a Cuba grandes
cantidades de inmigrantes, residentes, fundamentalmente, en el norte
de Haití, según un reporte de Prensa Latina.
Un numeroso grupo de esos hombres llegó hasta la provincia de
Ciego de Ávila y se asentó en las localidades de poca densidad
poblacional, donde más tarde se incorporaron otras familias
emigrantes.
Aún no se sabe con exactitud la cifra de haitianos llegados a
esta parte de la geografía nacional, pues muchos vinieron de forma
clandestina debido a la trata oculta, aunque se conoce que aquí hubo
uno de los mayores asentamientos cubanos.
Lo que sí se puede asegurar es que en la zona sur del territorio
avileño residían unos mil 500 haitianos antes de la década de 1960.
Las mujeres cooperaban con la economía familiar, con el afán de
reunir dinero para volver a su patria, propósito frustrado pues
nunca pudieron obtener el capital necesario para el regreso. Eran
mano de obra barata, y explotados por ser negros y extranjeros, por
lo cual vivían en la extrema pobreza.
Trabajaron fuerte en los cañaverales, en la siembra y en el
corte, en labores de desmonte, la construcción de la carretera
central, los cafetales del oriente cubano y la chapea de potreros.
Las familias fueron creciendo con la llegada de los hijos,
quienes se integraron al quehacer del pueblo cubano hasta afianzar
firmemente sus raíces.
En la provincia de Ciego de Ávila, 430 kilómetros al este de La
Habana, existieron ocho comunidades haitianas y aunque la población
nativa ha decrecido por fallecimientos, aún quedan muchos
descendientes.
Concentrados fundamentalmente en la parte sureste del territorio,
los cubano-haitianos continúan el legado de sus antecesores en las
tradiciones artísticas, culinarias e incluso en el empleo del creole
como medio de comunicación oral entre ellos.
Sus costumbres, creencias religiosas y demás tradiciones se
interrelacionaron con las de esta tierra y crearon una forma
particular de cultura popular tradicional de antecedentes
francófonos, matizada por la danza y la música vinculados a la
religión, en este caso el vodú.
En Cuba no sólo la música prevalece, sino también formas de
preparación de las comidas, por ejemplo, el famoso grillé, que se
trasladó aquí con la inmigración francohaitiana, e igualmente el
arroz con leche, la fritura de bacalao, el brindar una taza de café.
Según Ada Mirta Cepeda, investigadora del tema en Ciego de Ávila,
la música de antecedentes haitianos está muy ligada al ritual
religioso y en cada luá, bembé o gagá se emplean tres tambores de
forma cónica, un cencerro y maracas.
El baile es la parte más excitante de las fiestas rituales; lo
desarrolla un solista hombre o mujer, que pasa al centro del ruedo
marcando con los pies, los hombros y la pelvis, los golpes de guó
con el cual se establece un diálogo.
Pero cuando se baila un ragá, otros artistas realizan juegos con
el machete, los bastones o levantan una mesa, actividades que causan
una gran expectativa ante el público, apuntó.
Cada año la provincia avileña desarrolla, en el municipio Primero
de Enero, el Festival Nacional Afrocaribeño Eva Gaspar In memoriam,
para revitalizar y promover la danza y la música de la cultura
haitiana.
Precisamente en esa localidad se encuentra la comunidad de mayor
población de nativos y descendientes de Haití, de la zona central
cubana.
A la gran fiesta asisten agrupaciones de danza y cantantes de la
música creole, de varias provincias del país, y se exhiben artículos
de artesanía confeccionados para la ocasión.
Los días de festividad se exponen muestras de alimentos
tradicionales, como son el congrí de gandul, la bebida liqué y el
bombón, dulce de harina similar a una panetela pero sin merengue.
Eva Gaspar fue una inmigrante que llegó en el pasado siglo como
bracera y años más tarde se convirtió en una promotora de las raíces
haitianas en la comunidad, además, fundó el grupo de danza Nagó,
cultivador de los ritmos y bailes autóctonos de la nación antillana.
Auspiciado por la Casa del Caribe, de Santiago de Cuba, y la
embajada de Haití en La Habana, este evento de participación popular
tiene carácter netamente cultural, no religioso; cada grupo muestra
sus habilidades en el baile, el fuego, el filo y la batuta, sin otro
jurado que los propios habitantes.
Mantener vivas las tradiciones de sus ancestros y los valores de
la cultura de Haití prevalece en cada integrante de la comunidad,
una de las mayores defensoras del folclor de ese pueblo en Cuba.