"¿Cómo llegar a esa unión entre los hindúes y los musulmanes?...
Tenemos muchas penas que compartir… La tolerancia del prójimo es una
necesidad para todos los pueblos, en todas las épocas".
Así predicaba Mahatma Gandhi la tolerancia recíproca, esa que no
quisieron admitir los miembros de una secta fanática hindú, de su
propia religión, que lo asesinaron a las 5 y 17 de la tarde del 30
de enero de 1948.
Gandhi gozaba de gran influencia. Se oponía vehementemente a
cualquier plan que implicara la partición de la India, donde muchos
musulmanes vivían junto a hindúes, budistas, cristianos, jains,
parsis, y judíos. Era partidario de la unidad y contrario al
racismo, y fue ejemplo en el quehacer político independentista.
Quizás muchos duden de la filosofía que sustentaba este destacado
dirigente político, cuyo verdadero nombre era Monadas Karamchand
Gandhi, quien vino al mundo el 2 de octubre de 1869, y se convirtió
con su prédica de la verdad y la no violencia en el obstáculo
insalvable para que al colonialismo británico no le quedara más
remedio que acceder a la independencia de la India.
El mismo Gandhi no exigió una obediencia ciega, quería que se
aceptaran sus procedimientos con examen previo.
Tuvo un impacto poderoso en personalidades como el poeta
Rabindranath Tagore, quien renunció a su título de nobleza inglés y
escribió sobre los problemas del colonialismo y los sufrimientos de
su pueblo, alentando a la rebeldía contra las injusticias y a
fomentar un orden social más justo.
Gandhi (alma grande, en sánscrito) produjo cambios en la vida de
las personas, humildes o no, y, a diferencia de sus predecesores en
la escena nacional, encontró la clave para la acción de las masas,
porque era cercano a la mentalidad del pueblo, al que trató de
liberar de los muros y grilletes de la tradición social, mientras
preconizaba la igualdad entre los hombres y las mujeres.
Muchas veces se ha dicho que propagó una filosofía que
reconciliaba todo y daba recetas para cualquier contingencia. Pero,
en realidad, fue un gran idealista y a la vez un político muy
práctico, abarcando lo mejor del pasado para proyectarlo al futuro.
Creía sobre todo en el valor ético de las ideas.
Se identificó totalmente con la gente común de la India, e
incluso transformó su modo de vivir y vestir, apegándose a la
pobreza y humildad para materializar con su ejemplo las ideas por
las que dio la vida, de tal manera que de él diría Albert Einstein
que "las generaciones venideras difícilmente creerían que alguien
así, en carne y hueso, caminó sobre la Tierra".
Decía su alumna Indira Gandhi —ex primera ministra también
asesinada—, hija del primer presidente de la India, Jawaharlal Nehru,
que ella vacilaba, cuando tenía que hablar de las enseñanzas de
Gandhi, en un mundo que había acumulado una cantidad terrorífica de
armas. "La última justificación de Gandhi es que mostró como la
fuerza armada puede ser vencida sin armas. Si esto sucedió una vez,
¿no podría suceder de nuevo?", comentaba.
Objeto de numerosos atentados, Gandhi pasó 2 388 días de su vida
en prisión y se opuso a la división del país entre la India y
Paquistán, hasta el momento de su asesinato en Nueva Delhi.
A Gandhi lo mataron hace 60 años, pero con la desaparición física
no se extinguió su luz, cual realidad viviente, porque su recuerdo
conlleva ejemplo de análisis y orientación ante las amenazas del
accionar dominador imperialista, y en un mundo que, tal como dijera
el Historiador de La Habana, Eusebio Leal, "está necesitado hoy de
su ejemplo, de su valor personal, de su voluntad".