Hace seis años, el Presidente Bush comenzó su discurso sobre el
estado de la Unión con dos poderosas sentencias: Mientras nos
reunimos esta noche, nuestra nación se encuentra en guerra, nuestra
economía está en recesión y el mundo civilizado se enfrenta a
peligros sin precedentes. No obstante, el estado de nuestra Unión
nunca ha sido más fuerte".
La noche del lunes, después de seis años de promesas incumplidas
y de equivocaciones de proporciones históricas, los EE.UU., se
encuentran ahora enfrascados en dos guerras, la economía está
girando hacia la recesión, y el mundo civilizado aún confronta
peligros horripilantes.
La nación está escindida en cuanto a la guerra en Iraq, dividida
por implacables políticas partidistas, desbordante de temor
económico y empantanada en un debate acerca de prácticamente todos
los problemas que confrontó Bush en el 2002. Y lo mejor que pudo
ofrecerle fue un llamado a desarrollar las capacidades individuales:
una idea noble, pero en manos del Sr. Bush, solo un pretexto para
abdicar de las responsabilidades del gobierno.
El discurso la noche del lunes nos hizo pensar en lo diferente
que hubiera sido si el Sr. Bush hubiera capitalizado en la unidad
que siguió a los ataques del 11/9 para consolidar a la nación, y no
para arrogarse más poderes y lanzar su desventurada empresa en Iraq.
Qué diferente hubiera sido si el Sr. Bush se hubiera propuesto lo
que dijo acerca del conservadurismo compasivo, o que incluso hubiera
seguido la disciplina fiscal del conservadurismo a la antigua. Qué
diferente hubiera sido si realmente hubiera hecho un esfuerzo por
alcanzar el bipartidismo que prometió en el 2002 y tantas veces
desde entonces.
De esa forma, podría haberse valido del discurso de anoche para
celebrar el equilibrio presupuestario, en el que los impuestos
hubieran producido suficiente dinero para sufragar las genuinas
necesidades de la nación, incluyendo la asistencia médica para los
niños pobres y la reconstrucción de Nueva Orleans. En su lugar, el
Sr. Bush exigió —de nuevo—que sus recortes de impuestos fueran
permanentes y amenazó con vetar leyes que contuvieran gastos
excesivos en asignación de fondos estatales que beneficien a pobres,
idea que estaba ausente de su agenda cuando los republicanos
dominaban el Congreso.
Si el Sr. Bush hubiera hecho bien su trabajo en las últimas
semanas, se hubiera valido de este discurso para celebrar un acuerdo
genuinamente bipartidista sobre un plan sólido de estímulo
económico. Además de los reembolsos de impuestos acordados ya entre
la Casa Blanca y la Cámara, podría haber anunciado proposiciones
sensibles para extender los beneficios contra el desempleo y el
aumento temporal de los vales canjeables por alimentos para los
ciudadanos más vulnerables.
Esas ideas no son solamente democráticas. La Oficina
Presupuestaria Independiente del Congreso considera esas políticas
de estímulos mucho más efectivas que los reembolsos.
Si el Sr. Bush se hubiera permitido la ideología victoriosa de la
compasión y el buen sentido, hubiera sido capaz de usar su discurso
de anoche para celebrar la expansión de los seguros de salud a
decenas de millones de hijos de trabajadores. Bush vetó una
ampliación del programa S-chip (Programa Estatal de Seguros de Salud
Infantil) e incluso no estuvo de acuerdo ni en pagar por las
coberturas ya existentes, porque pensó que un buen número de padres
pudieran cambiarse de los seguros privados a los públicos, en el
caso que se le ofreciera ayuda gubernamental para su pago.
En el 2003 el presidente propuso el beneficio de Medicare para
las medicinas por receta, su logro principal en la reforma del
seguro médico. Apenas se hizo escuchar por los republicanos
conservadores en el Congreso, y el apetito del Sr. Bush por hacer el
sistema de salud accesible y asequible para todos los americanos,
desapareció.
El Sr. Bush ha incluido en todas sus comparecencias anteriores
sobre el estado de la Nación un llamado a la reforma migratoria.
Pero nunca ha hecho coincidir dicha retórica con grandes ideas o con
una política apasionada. El año pasado una puja por una reforma
integrada fue derrotada por el ala derecha de su propio partido, que
continúa diseminando el odio en la campaña electoral. Su astuta
expresión anoche fue: "la inmigración ilegal es complicada."
En el 2002, Bush se refirió sobre la coalición internacional que
invadió Afganistán, sobre el consenso entre las naciones civilizadas
en la necesidad de combatir el terrorismo, sobre cómo los ataques
del 11 de septiembre habían agrupado a los países bajo el liderazgo
de los EE.UU. La buena guerra de Afganistán fue rápidamente
ensombrecida, mal cambiada, por la locura iraquí del Sr. Bush. Seis
años después, los EE.UU., y sus aliados todavía pelean y mueren en
Afganistán y el Talibán está de regreso en la lucha.
Ni siquiera fue capaz de asegurar al pueblo americano que hay un
fin a la vista para la Guerra de Iraq. Por el contrario, hizo la
misma promesa vacía que ha hecho todos los años. Cuando los iraquíes
se puedan defender solos, las tropas podrán regresar. Recientemente,
el Ministro de Defensa de Iraq dijo al N.Y.T. que sus fuerzas no
serían capaces de mantener la paz y defender al país hasta el 2018.
La escalada de las tropas ha triunfado en la estabilización de
algunas zonas de Bagdad y en disminuir el número de bajas. Pero el
2007 fue aún el año más violento en Iraq desde la invasión en el
2003 y, más importante, el Sr. Bush no tiene mucho que mostrar en
materia de reconciliación política, lo único que pudiera garantizar
una paz duradera. En realidad no ha hecho un verdadero esfuerzo por
buscar la ayuda de los vecinos de Iraq para la estabilización de ese
país.
Al final, en lo que se refiere a Iraq, los discursos anuales del
Sr. Bush serán recordados más por sus falsas promesas, el falso "eje
del mal", los inexistentes tubos de aluminio y el uranio africano,
armas peligrosas que no existen. Ningún presidente querría como suyo
ese legado.
Al Sr. Bush aún le queda un año, y muchos problemas serios que
tratar. Es el momento en que deje a un lado el partidismo, las
bravuconerías y la vacía retórica. El estado de la Unión es
preocupante. La nación tiene ansias de liderazgo.