Fue
en Cuba donde Mario Bellatín decidió definitivamente ser escritor.
Quien es hoy uno de los más reconocidos narradores mexicanos venía de
Perú, donde recibió la noticia de su admisión para estudiar en la
Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños.
"Yo no iba a ser cineasta —recuerda—, sentía la necesidad de
escribir, pero me parecía bien, como antes sucedió con la Filosofía,
conocer el cine. Sin embargo, duré poco en la escuela y comencé a
vivir en La Habana como un cubano más, en la Puntilla de Miramar.
Visitaba, eso sí, cada tarde la Cinemateca, me reunía con amigos en
tertulias y escribía en un artefacto mecánico que era algo así como la
máquina de la comunidad, pues los vecinos me la pedían para redactar
informes, tareas, cartas y quién sabe qué más. Para devolverle el alma
a la máquina después de cada préstamo, copiaba una página de Proust,
Thomas Mann, o algún otro gran escritor, y luego de ese exorcismo,
volvía a la carga."
¿Y qué tuvo que ver eso con la vocación?
"Sencillamente aquí supe que el escritor no es un bicho raro, un
ser estrambótico, sino alguien con una vocación y un oficio digno y
socialmente aceptado."
Bellatín ha vuelto a Cuba para formar parte del jurado de Cuento
del Premio Casa de las Américas 2008. "Puedes decir que Casa es el
camino del regreso; en los noventa me fui y no había vuelto más,
reencontrándome a mí mismo".
Le gustaría publicar aquí para redondear su ciclo vital. Para
empezar, quizá Salón de belleza (1994), su cuarta novela,
impresionante metáfora sobre la muerte y la enfermedad, la decadencia
y el mal. "Lectura inquietante pero imprescindible", le digo a Mario y
sonríe: "No es para tanto".
Apenas regrese a México, Mario asistirá al acto donde recibirá el
Premio Nacional de Literatura Mazatlán, por su novela El gran
vidrio, de reciente publicación.
"Quizá haya llamado la atención —comenta— el hecho de que confluyan
tres autobiografías en el libro, No me atengo a las convenciones de
ese género, pues de hacerlo terminaría contando falsedades. Y yo no sé
ni puedo mentir."
¿Acaso estamos ante un escritor realista?
"Lo admito. Soy realista pero no imito la realidad. En ese y otros
textos míos trato de despojarme de lo coyuntural, de lo meramente
puntual para incidir de una manera mucho más directa en la realidad.
Como verás, eso no tiene que ver con etiquetas experimentales y
subterfugios poéticos."
¿Préstamos cinematográficos?
"Alguien pudiera creer que mi declarada pasión por el cine influye
en las imágenes de mis narraciones y no es así; lo que aprovecho son
las analogías con los procesos de edición y montaje."
¿Escritores cercanos?
"Los muy mayores, como Sergio Pitol y Margo Glanz, y los muy
jóvenes. A muchos de estos últimos los conozco por un proyecto muy
loco que desde hace seis años impulso en México: la Escuela Dinámica
de la Escritura, cuya máxima es que a escribir no se enseña. Por dos
años cada alumno tiene la posibilidad de compartir solo por una vez y
durante seis horas una experiencia, que es en sí misma una acción
artística, con 54 creadores de primera línea. A lo mejor a Cuba le
interese abrir la suya¼ "