En La Palma
Casas escuela o la fórmula para un problema
La disponibilidad de fuerza de trabajo constituye
hoy el principal obstáculo que enfrenta Pinar del Río en la
construcción de viviendas. Una iniciativa local, de consolidarse y
ampliarse, pudiera solucionar la falta de brazos y de personal
calificado que hoy limita el desarrollo de este programa
Ronald Suárez
Rivas
Cuando dejaron de escucharse los rugidos del viento y se calmó el
aguacero, Alberto y Bárbara quisieron abandonar el refugio y retornar
a su casa; pero no la encontraron. La pequeña vivienda de madera y
fibra no había soportado la furia del huracán.
Las
casas escuela han resuelto el problema de la falta de constructores en
el municipio de La Palma.
Se nos cayó el mundo encima —recuerdan. Los meses siguientes fueron
muy duros. Primero vivimos con un vecino, luego junto a un primo,
después con los suegros y finalmente en un local temporal.
En todo Pinar del Río la situación se tornó dramática. Al
deteriorado fondo habitacional heredado del periodo especial, los
ciclones que se sucedieron como una maldición sobre la región más
occidental de Cuba sumaron de golpe más de 102 500 hogares con algún
tipo de daño.
Sin la capacidad constructiva de la década del 80, la vivienda se
volvió un tema prioritario. Según cifras oficiales, unos 84 800 casos
han sido solucionados desde entonces, sin embargo, entre los que
quedan pendientes hay 12 200 derrumbes totales. Al ritmo actual, se
estima que serán necesarios otros cinco años para dar solución a
todos.
Casas escuela
Pero Alberto Rivera y Bárbara González no deberán esperar ese
tiempo porque ya tienen donde vivir. Su nuevo hogar, con paredes de
mampostería y cubierta ligera, mucho más seguro y confortable que el
que perdieron, forma parte de una iniciativa local que busca remediar
el mayor inconveniente de este programa: la falta de brazos.
Alberto,
Bárbara y su hija en la nueva vivienda, una de las 97 terminadas
gracias al programa de las casas escuela.
Aunque no han dejado de presentarse dificultades (transporte de
materiales y algunos recursos), la disponibilidad de fuerza de trabajo
calificada constituye hoy el principal obstáculo en casi toda la
provincia.
La excepción podría ser el municipio de La Palma, donde la
cristalización de una experiencia llamada "viviendas polígono" permite
avanzar a un mejor ritmo.
Esther Pérez, presidenta del gobierno en el territorio, señaló que
ante la preocupación de cómo reparar los perjuicios originados por los
fenómenos climatológicos surgió esta iniciativa, cuyas principales
virtudes consisten en formar constructores, ayudar a las familias más
necesitadas y, de paso, generar empleo.
"Iniciamos marzo del 2006 con nueve brigadas, cada una con 10
integrantes y dos instructores al frente. Los brigadistas, la mayoría
sin conocimientos de construcción, reciben una formación completa a
pie de obra, desde la fabricación de bloques, proporción de las
mezclas, levantar paredes, colocar ventanas, hasta conocimientos de
plomería y de electricidad", explica Esther.
Mientras laboran como aprendices perciben un salario fijo. Después
de graduados, con título de albañil B que los avala para ejercer la
profesión, la mayoría continúa vinculado a la Vivienda o pasa a otro
organismo.
Más de 20 brigadas, 124 albañiles formados, 205 en preparación y 97
casas terminadas, es el balance del proyecto hasta el momento.
Su desempeño ha sido particularmente valioso en la zona del Plan
Turquino, donde no existía movimiento constructivo alguno.
En esta fuerza descansa hoy la mitad del plan de ejecución de las
viviendas destruidas por los huracanes en La Palma. Un aporte que,
según los estudios, permitirá concluir aquí en el 2009, mientras que
en otros municipios demorarán más años.
A pie de obra
Preciso y ágil levantando una pared, con el cuerpo y la ropa
embarrados de cemento, Yosviel Sánchez da la impresión de haber hecho
esto toda la vida. Sin embargo, cinco meses atrás ignoraba las mañas y
los secretos del oficio.
Su trayectoria laboral se resumía como custodio. Hoy, con un
salario fijo y a punto de graduarse de albañil, agradece esta
oportunidad.
Cerca de aquí, en otra casa que avanza a la altura del cerramento,
Yuri Pérez orienta a los hombres, corrige errores, imparte
instrucciones. Es la quinta que ayuda a levantar desde que se integró
al proyecto.
Al principio lo hice como estudiante, luego como obrero y hoy como
instructor, precisa el joven, que hasta hace dos años estuvo
desvinculado del trabajo.
Esta experiencia me ha cambiado. Uno se siente útil colaborando con
las personas que se quedaron sin techo, afirma.
En este momento se refiere al campesino Amado Álvarez, su esposa y
su hijo, quienes tuvieron que acomodarse en el bohío de guardar los
granos desde el verano del 2004, cuando el huracán Iván les derribó la
vivienda.
Dentro de algunas semanas será otra familia con posibilidades de
tener su techo. Así, poco a poco, sin grandes pretensiones, pero con
la mirada fija en el futuro y en la solución gradual del problema de
la vivienda, y sin esperar soluciones mágicas externas, trabajan en el
municipio de La Palma. |