El
presidente George Bush eximió a la Marina de Estados Unidos de cumplir
una ley medioambiental que protege a las ballenas y delfines contra el
uso de ciertos sonares en la costa de California, en el oeste del
país. Según grupos de protección de los mamíferos marinos, esos ruidos
de frecuencia media los desorientan, con consecuencias nefastas.
Sin embargo, a juicio de Bush, los ejercicios de entrenamiento de
la Armada, incluido el uso de sonares, "tienen un interés primordial
para EE.UU. (...) y su seguridad nacional", pues permite detectar
navíos y submarinos extranjeros. Pero la decisión va en contra de una
ley federal y el mandatario se enfrenta a duras críticas de los grupos
de preservación animal.
Hasta ahora, la justicia norteamericana impedía a la fuerza naval
la utilización de esos equipos a menos de 22 kilómetros de la costa.
Tan pronto se detectara la presencia de ballenas y delfines en un
radio de dos kilómetros, debían desconectarse.
No es la primera vez que Bush vuelve la espalda a la agenda
ecológica —ya lo ha hecho a nivel mundial, rehusándose a suscribir el
Protocolo de Kyoto—. En julio del 2002, la Marina fue autorizada a
emplear el poderoso sonar. La propia fuerza naval lo aseguraba: cada
uno de los 18 parlantes transmitía señales hasta de 215 decibeles; lo
que equivalía, bajo el agua, al sonido disparado desde una doble
turbina de aviones F-15 al despegar.
De cumplirse lo dispuesto por Bush, las ballenas que navegan las
aguas de California comenzarán por perder capacidad para comunicarse,
alimentarse, aparearse y migrar. Varias, desorientadas por la
interferencia, encallarán en las costas del estado. El pronóstico no
es amable para la naturaleza; pero Bush insiste, orgulloso, en la
táctica de "velar por la seguridad nacional". (SE)