José Milián

El teatro es mi hogar y los teatristas mi familia

ANTONIO PANEQUE BRIZUELA
paneque.b@granma.cip.cu

Foto: ARNALDO SANTOSSin duda es este uno de los teatristas cubanos que con mayores razones puede sostener las palabras que sirven de título a este trabajo, no solo por haber comenzado desde niño en la escena y haber escrito con solo 15 años su primera obra profesional, Vade retro, sino, además, por haber tenido que decidir, a esa misma edad, entre el teatro y su familia y, algo mucho más fuerte: entre su país y el exilio. Por vocación y por decisión propias, José Milián Martínez se convertiría en los sesenta, a una misma vez, en Hijo de la Patria e Hijo del Teatro.

Desde su hogar en Matanzas y luego de asumir esa otra paternidad, concedida por el naciente Estado revolucionario a niños que no querían abandonar su tierra junto a sus padres, llegó en 1962 al Seminario de Dramaturgia del Teatro Nacional de La Habana. "Aquel Seminario significó un paso definitorio de mi vocación y en mi formación, porque descubrí que sería un dramaturgo. Por todo eso, el teatro se convertiría en mi hogar y la gente del teatro en mi familia".

Antes, Milián quiso ser artista plástico. Las primeras pinturas las haría escondido, tal vez "para sustraerme de tanta cotidianidad" o quizás evitando la imperiosa frase de su madre ("Nada de pintura, los pintores se mueren de hambre"). Aunque, después, un día ejercería, curiosamente, como "pintor de brocha gorda" durante una mala etapa en la que por suerte no cesó de crear. "Nunca dejé de escribir, nunca me detuve. Tenía juventud y esperanzas y, sobre todo, mucha fe".

Pero, antes, desde aquella casa en las yumurinas Alturas de Simpson donde había nacido un 17 de marzo de 1946, "dentro de una familia como otra cualquiera", Milián se proyectaría de una manera precozmente espectacular hacia la escena: "Hacía obritas para la escuela, al principio solo las actuaba, después las escribía. Cada vez que nos mudábamos de barrio, el asuntico ese del teatro me perseguía de escuela en escuela".

Por su labor dramatúrgica y de dirección, Milián no ha podido nunca dedicarse por entero a la actuación ni tampoco se considera un autor con suerte en certámenes literarios, pese a haber ganado numerosos reconocimientos. Entre ellos, mereció en dos ocasiones el Premio de la Crítica Literaria (la primera por Vade retro y otras obras, y la segunda por Si vas a comer espera por Virgilio), aunque durante mucho tiempo solo alcanzó menciones, una de ellas en el Concurso Casa de Las Américas (1967, primera mención con La reina de Bachiche), lo cual generó un chiste respecto a que él era el dramaturgo "más mencionado".

"Sin embargo, creo que eso probó mi sentido de la confianza o de la constancia. Un premio podría ser una frustración, mientras que la mención era un estímulo para seguir adelante". Ahora, recién conocida la noticia del reconocimiento más importante de su vida, el Premio Nacional de Teatro 2008, Milián nos ofrece su visión sobre la escena cubana actual: "Estamos en un buen momento del teatro cubano, de mucho brillo. Solo faltan espacios para que actúen y se desarrollen los artistas. Son alrededor de 120 grupos en el país y no todos tienen un escenario para representar. Hay mucha gente joven de talento y con ganas de hacer teatro".

 

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