El método o la ley de la selva

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Entre carreras de autos que se desplazan a la velocidad de la luz y thrillers de psicología impostada, entre insípidas y disparatadas comedias y nostálgicas revisiones del pasado, de vez en cuando se cuela una perla este fin de año en la programación fílmica de la TV Cubana.

El método, de Marcelo Piñeyro.

No estuvieron mal encaminados los que procuran películas de culto así sea a las tantas de la madrugada —¡qué hora para exhibir la mexicana Amores perros!—, ni los que se aprestaron el sábado en Espectador crítico a emplearse con información, inteligencia y conocimiento de causa en el desmontaje de los mitos mediáticos que rodean la llamada cruzada imperial contra el terrorismo, ante el estreno de Todo corazón, coproducción anglonorteamericana dirigida por Michael Rutner y magistralmente actuada por Angeline Jolie.

Quisiera detenerme en una película exhibida la última semana en Letra fílmica, insuficientemente publicitada y, sin embargo, digna de atención: la cinta española El método (2005), del director argentino Marcelo Piñeyro, de quien se han visto aquí Kamchatka, Cenizas en el paraíso y Plata quemada.

Siete individuos aspiran a un puesto en una empresa transnacional y para ello deben pasar por un proceso de decantación a lo largo de un fatigoso día. Frías luces, paredes impersonales, el orden y el poder se respiran en galerías, salones y oficinas. Una referencia importante: afuera un grupo de manifestantes protestan contra las políticas neoliberales fondomonetaristas. Adentro estos individuos, con sus fobias, sus astucias, sus paranoias y sus ansias, nos recuerdan que "nadie quiere a nadie" en la competencia, que vale todo para descalificar al oponente, que la noción de éxito es inversamente proporcional a la simpatía, la solidaridad y la modestia. Mientras menos escrúpulos, más ganancia.

Con guiños a la estética de los realities y emparentada en más de un sentido con las perturbadoras demostraciones de El show de Truman y Smooking Room, Piñeyro logra una vivisección de la moral corporativa que usualmente se vende como símbolo de eficiencia del capitalismo postmoderno.

"Los personajes no son seres viles, lo que es vil son las reglas del juego —ha puntualizado el director—. Los tipos se defienden como pueden con el armamento que tienen; nuestra intención era sacar una instantánea de un momento de la sociedad, decir: así estamos".

A fin de cuentas, sean ejecutivos cultivados o simples trabajadores de línea, las cosas en esencia no han cambiado en dos siglos. Al finalizar la proyección de la película repasé un texto que quiero compartir con los lectores:

"La población excedente es (... ) engendrada por la competencia que se hacen los trabajadores entre sí y que obliga a cada uno de ellos a trabajar tanto como se lo permitan sus fuerzas. Si un industrial puede emplear diez obreros nueve horas diarias también puede si los obreros trabajan diez horas emplear nueve y despedir al décimo y si, en un momento en que la demanda del obrero no es muy fuerte, el industrial puede obligar bajo amenaza de despido a los nueve obreros a trabajar una hora extra cada día por el mismo salario, entonces despedirá al décimo y economizará su salario. Lo que ocurre aquí en pequeña escala, ocurre en una nación en gran escala. El rendimiento de cada obrero llevado al máximo por la competencia entre los obreros, la división del trabajo, la introducción del maquinismo, la utilización de las fuerzas naturales, todo ello obliga a multitud de obreros al paro forzoso. Pero esos parados se pierden para el mercado; ya ellos no pueden comprar y, por consiguiente, la cantidad de mercancía que consumían ya no encuentra comprador, por tanto ya no hay necesidad de producirla. Los obreros anteriormente ocupados en fabricarlas son despedidos; a su vez ellos también desaparecen del mercado y así sucesivamente, según el mismo ciclo".

Esto lo escribió en 1845 Federico Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra. Buenas palabras para introducir (o discutir) en un próximo, necesario e impostergable visionaje por la TV Cubana de El método, un filme mucho más provechoso que mil patadas y carreras de autos.

 

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