El diálogo, moderado por Ignacio Aliaga, director de esta
flamante institución radicada en el Centro Cultural del Palacio de
la Moneda, inauguró aquí la proyección de un ciclo de películas del
chileno Littin que cuentan con la colaboración del maestro cubano en
la concepción de la banda sonora: La viuda de Montiel,
Alsino y el cóndor y El recurso del método.
"Hollywood no me interesa", afirmó Brouwer. "Salvo la obra de
ciertos autores, la industria allí explota solamente el espectáculo,
incluyendo la música de las películas. Las bandas sonoras están
plagadas de clichés, son predecibles de acuerdo a los géneros
fílmicos. A veces me pregunto por qué, sin venir al caso, en la
secuencia final de los créditos se inserta una canción. La respuesta
se halla en la explotación comercial de un ícono de moda o en la
promoción comercial del disco que acompañará la distribución de la
película. Todo esto me aterra, porque la banalidad se está
convirtiendo en una segunda naturaleza, utiliza recursos seductores,
y termina por arruinar los valores culturales auténticos".
Littin narró el modo en que el cubano encontró soluciones para
las bandas sonoras de sus filmes: "Nos entendíamos con pocas
palabras, porque Leo es un compositor muy sensible, un hombre de
vasta cultura que domina la composición con imágenes. Siendo uno de
los hombres más cultos que he conocido, siempre admiré su capacidad
para prestar oído y reelaborar los aires populares. Tal vez eso
tenga que ver con su origen, con esa Cuba llena de admirables sones
de la calle".
"Lo otro que sorprende en Leo como cineasta —siguió acotando
Littin— es que no se aprovecha del cine para hacer su propia obra.
Cada trabajo suyo para la pantalla es diferente. Nunca olvidaré esa
tan concentrada expresión suya para Memorias del subdesarrollo,
de Gutiérrez Alea."
"Se trata —terció el maestro— de que el compositor debe dejar de
ser uno mismo para ponerse en función de otros. El gran Stravinsky
solía decir que nunca podría componer para el cine. El autor de
música para la pantalla no puede desligarse del director, pero
tampoco del editor. Littin y yo hemos tenido la suerte de trabajar
con un genio, el cubano Nelson Rodríguez."
La relación de Brouwer con la pantalla comenzó en 1960, cuando
compuso la música para el tercer cuento de Historias de la
Revolución, de Tomás Gutiérrez Alea. Fue fundador del
Departamento de Música del ICAIC. Entre sus trabajos sobresalen
Hanoi martes 13, de Santiago Álvarez; Lucía, de Humberto
Solás; Las aventuras de Juan Quin Quin, de Julio García
Espinosa, y Tiempo de amar, de Enrique Pineda Barnet. Con
García Espinosa realizó uno de los trabajos experimentales de mayor
rango en la filmografía cubana, Son o no son, que merece ser
revisitado.
El público que colmó la Cineteca quiso saber si Leo mantenía su
relación con el cine: "Cada hombre tiene su tiempo. Escribir música
para el cine ha sido una de las experiencias más placenteras y
hermosas de mi vida. Ya no lo hago, aunque me siento estimulado
cuando veo la obra de los jóvenes cineastas cubanos".