CIEGO DE ÁVILA. — Tierra de ganaderos y
cultivadores, ciudad de umbroso eclecticismo y toque afrancesado,
lucirían un tanto exóticos para alguien poco avezado en estas
manifestaciones los cantos yorubas que se oyen por los altavoces, o
esa danza arará que viene desfilando. Pero hoy día son aquí algo
normal esas voces y cuerpos de la cultura popular cubana.
Hay en general mucho ambiente afro y eurocaribeño
cuando llega el grupo Nagó, Premio Nacional de Cultura Comunitaria,
clasificado como "portador de tradiciones" y representante de una de
las tres comunidades franco haitianas de la provincia, que exhibe
sus bailes vudú, de movimientos algo más suaves que sus colegas del
oriente insular.
Sus artistas, que portan caretas de rostro duro,
casi burlonamente macabro y adecuado a la festividad que
interpretan, no tuvieron que viajar mucho para asistir a esta XVIII
Edición de la Feria Nacional de Arte Popular.
Al menos no tanto como la pinareña Tambor Magino
o la matancera Oggún de Gara, ambas de folclor arará; o la conga
santiaguera Abbure Eyé, que irrumpe con su trompeta china clamando
por bailadores; o la habanera Irawo, con su mixtura de palo y arará.
Estremecedora, la música de La Cinta, otra de las
tantas agrupaciones avileñas, contagia rápido mediante sus ritmos ya
algo más anglófonos, de especificidad jamaicana próxima al calypso.
Sus bailarines, de movimientos enérgicos, van tocados con trajes
verdes y círculos de colores.
Miles de avileños disfrutan el desfile que
recorre la ciudad por la calle Independencia, y aprecian a su
Conjunto Artístico XX Aniversario, de Majagua, uno de los mejores
del país con su música y danzas campesinas.
Hay mucha y variada calidad, pero todos esperan
por Maraguán, la polifacética agrupación músico-danzaria del vecino
Camagüey, que llega al fin, bien plantada, vestida con lo que se
requiere, elegante, como si quisiera mostrar con sus manipulaciones
la medalla de oro ganada en septiembre en Gijón, que es como un
premio en general para el movimiento cubano de aficionados.