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EE.UU. El
inocultable rostro del racismo
DEISY FRANCIS MEXIDOR
Francis_mexidor@granma.cip.cu
Todo comenzó en el otoño del 2006 junto a un árbol y su sombra. La
imagen, que bien podría ser el inicio de una historia infantil, fue en
realidad el detonador de un hecho sorprendente que puso al descubierto
—con una marcada violencia e injusticia— hasta qué punto subsiste el
racismo en Estados Unidos, el país que se presenta como paladín de los
derechos humanos.
Se
registraron unos 760 grupos activos que fomentan el racismo en Estados
Unidos, según datos del 2004.
El suceso, que ocurrió en Jena, una pequeña población de Louisiana,
donde el 85% de sus 3 000 habitantes es blanco, aún repercute.
Kenneth Purvis, estudiante de la Jena High School, preguntó al
vicedirector si él y sus amigos podían sentarse bajo un frondoso roble
para mitigar el calor. Kenneth y sus amigos son negros. Hasta ese día
—vaya tradición— en el sitio solo se habían sentado chicos blancos. A
la mañana siguiente, tres sogas a la manera de horcas amenazantes
colgaban del árbol. Semejante símbolo se le atribuía al Ku Klux Klan (KKK),
lo que avivó de inmediato el triste e ignominioso recuerdo de los
linchamientos acaecidos en los siglos XIX y XX durante las más
terribles prácticas discriminatorias en el sur estadounidense.
Más
de 20 000 personas protestaron en Jena en septiembre. Miles también lo
hicieron ahora en Washington.
Le sucedieron al incidente varios meses de hostigamiento racista y
ataques contra educandos negros, quienes protestaban frente a los
intentos segregacionistas en la institución docente. El punto
culminante se produjo en diciembre del propio 2006, cuando en una
pelea, el estudiante blanco Justin Barker fue golpeado levemente. Seis
alumnos afroestadounidenses fueron detenidos y acusados por intento de
asesinato. Se les impusieron altísimas fianzas que ninguno pudo pagar,
además sufrieron las presiones ejercidas por el abogado de la junta
escolar para que se confirmara la expulsión del centro. El jurista en
cuestión no era otro que el fiscal del distrito Reed Walters,
perteneciente a la corte criminal que se encargaría de juzgarlos.
Sin embargo, la mayoría de los blancos implicados en la violencia y
las intimidaciones no fueron perseguidos por la justicia, únicamente
recibieron suspensiones breves a clases.
Los cargos contra los Seis de Jena —como se les conoce— fueron
revisados. Todos resultaron absueltos, excepto uno de ellos, Mychal
Bell, de 17 años, quien aún permanece arrestado.
Khiel
Coppin, la más reciente víctima.
Bell fue enjuiciado y condenado en junio pasado por un jurado de
blancos en una corte de adultos por agresión agravada en segundo grado
y conspiración. La sentencia ha sido revocada y el caso enviado a una
corte juvenil.
Para algunos "la situación en Jena deja en evidencia que el racismo
continúa prosperando en el sistema penal de Estados Unidos, que nos
trata como ciudadanos de segunda clase", según Annu Befu, de la
organización afroestadounidense United People of Colour Caucus.
Mientras otros opinan: "Muchos dicen que el caso de los Seis de
Jena es un regreso al pasado, pero en realidad es una clara visión de
cómo hay dos sistemas de justicia funcionando en este país, uno para
los negros y otro para los blancos. Los estudiantes de Jena nunca
hubieran enfrentado cargos si el chico herido hubiera sido negro",
dijo al diario argentino Clarín Jordan Flaherty, editor de la
publicación online Left Turn.
LA TENSIÓN SUBE
En septiembre, más de 20 000 estadounidenses de diversos puntos del
país, encabezados por líderes de la comunidad negra como los
reverendos Jesse Jackson y Al Sharpton, y Julian Bond, de la
Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color (NAACP),
colmaron las calles de la pequeña ciudad de Louisiana y se reunieron
ante la corte del distrito La Salle para exigir respeto a las leyes
con los chicos de la Jena High School.
Sin embargo, las protestas continúan debido a lo acontecido en Jena
y por el incremento de incidentes racistas que han captado la atención
nacional.
El pasado viernes, una protesta similar a la de Louisiana se
produjo frente al Departamento de Justicia en Washington. Dirigentes
de esa comunidad demandan una mayor acción del gobierno contra los
crímenes racistas.
Denuncian que los ataques impulsados por el color de la piel, por
la tendencia sexual, por pertenecer a determinado grupo religioso o
por ser de un específico origen étnico, son cada vez más frecuentes,
en especial las palizas y muertes de negros e hispanos a manos de los
propios cuerpos policiales.
Hace apenas siete días Khiel Coppin, un joven afroestadounidense de
18 años, falleció tras el impacto de ocho de los 20 disparos de bala
que le propinaron efectivos del Departamento de Policía de Nueva York.
Khiel padecía una enfermedad mental. Dijeron que estaba armado, sin
embargo llevaba consigo tan solo un cepillo para peinarse.
Estadísticas del Buró Federal de Investigaciones (FBI), reflejan
que casi 4 700 asesinatos o delitos racistas fueron registrados en el
2005 en esa nación, de los cuales el 68% se cometió contra ciudadanos
negros.
Se asegura además que "la cárcel está siendo utilizada para
reprimir y aniquilar a la población negra", según afirman algunos
entendidos, quienes estiman que de los más de dos millones de reos que
hay en las prisiones estadounidenses, alrededor de la mitad pertenecen
a ese grupo poblacional.
Estudios del Departamento de Justicia de Estados Unidos indican que
los varones negros condenados por ataque agravado —la acusación que
afrontaron los Seis de Jena— cumplen como promedio 48 meses en
prisión, un tercio más que los blancos en la misma condición. Y un
negro arrestado tiene al menos tres veces más probabilidades de ir a
prisión que un blanco acusado de un delito idéntico.
NO SOLO CONTRA NEGROS
Este fenómeno que empaña a la sociedad norteamericana también
tiende a extenderse contra latinos, asiáticos, ... "y todo aquel que no
sea rubio, de ojos azules o verdes. Cualquier cosa que se desvíe de
esta norma es extraño", afirma Frida, una bloggera de Boston.
De los 76 millones de habitantes que residían en EE.UU. en 1900 se
ha elevado a la cifra de 300 millones en el 2006, según el U.S. Census
Bureau. Varios factores inciden en ello, por ejemplo el sucesivo
aumento de la inmigración.
De hecho la actual composición étnica en Estados Unidos indica que
los blancos constituyen el 74,7% (224,1 millones de la población); los
negros, el 12,1% (36,3 millones); los asiáticos el 4,3% (12,9
millones); los indios americanos y los nativos de Alaska, el 0,8% (2,4
millones); los latinos de cualquier raza forman el 14,5% (43,5
millones), entre otras minorías.
Se estima que el flujo de inmigrantes hispanos ha dado una nueva
diana para los ataques racistas, las propias autoridades lo aseguran.
Un antiguo integrante del KKK, Daniel Schertz, vecino de South
Pittsburg, en Tennessee, fue acusado de fabricar bombas caseras con la
intención de matar a inmigrantes hispanos.
Santos Aguilar, de la Alianza del Pueblo, un centro de ayuda a los
inmigrantes en Knoxville, considera que la mayoría de los delitos
contra los hispanos no se denuncian a las autoridades por temor a la
deportación. También manifiesta su preocupación po
rque cree que el número de grupos que practican el odio contra los
inmigrantes hispanos se acentúa.
En el 2004 se registraron 762 grupos activos que fomentaban el
racismo en Estados Unidos, según un informe de Inteligencia del
Southern Poverty Law Center. Carolina del Sur tiene más que cualquier
otro estado, con 47 de estos grupos. Tennessee registró 13, y la
mayoría de ellos estaban afiliados al KKK.
Incluso se calculaba que en el 2005 había unos 3 000 miembros del
Klan, divididos en 158 capítulos, surgidos de diversas organizaciones
independientes.
Lo acontecido en Jena fue la punta del iceberg. Se puso de
manifiesto que el tema del racismo en Estados Unidos no es historia
pasada, sino presente. Hoy el país revive el movimiento por los
derechos civiles que matizó el panorama nacional en la década del
sesenta, cuando Martin Luther King proclamó su gran sueño de justicia,
igualdad y paz.
Mientras, el recién estrenado fiscal general Michael Mukasey, ante
las denuncias de los manifestantes en Washington, solo se limitó a
reconocer que sí han aparecido nudos de horcas y otros símbolos de
odio religioso y racial en escuelas, centros de trabajo y vecindarios.
Pero para el reverendo Al Sharpton eso "no es broma". Tampoco para
Amos Edmonds, un camionero de Tennessee, quien sabe que "hay muchas
otras Jenas, Louisiana, por este país". |