El país enfrenta
hoy decididamente las consecuencias de otra sacudida de la naturaleza.
Las torrenciales lluvias de las últimas semanas en la región oriental
—solo comparables con las que acompañaron en octubre de 1963 al
devastador ciclón Flora que inundó el oriente cubano y ocasionó cerca
de 1 200 víctimas fatales— nos dejan un escenario adverso en el
terreno económico-social y ponen a prueba una vez más la entereza y
solidaridad de nuestro pueblo.
La magnitud de los daños es grande: viviendas, establecimientos
laborales, viales, líneas férreas, puentes, cultivos, postes y
tendidos eléctricos, y las comunicaciones han sido golpeados
fuertemente por las sucesivas precipitaciones, y el monto por pérdidas
se estima de manera preliminar en 499 millones de dólares.
A pesar de todos los desvelos y las medidas adoptadas,
lamentablemente se perdió una vida humana en la provincia de Granma,
al cruzar indebidamente un río crecido.
La respuesta de la dirección del país fue inmediata. Desde el
primer instante, con las lluvias que antecedieron a la tormenta
tropical Noel, quedaron activados los Consejos de Defensa Municipales
y Provinciales.
Una vez más la tarea principal fue preservar vidas a cualquier
precio. Los cuadros del Partido, de los órganos del gobierno, la Unión
de Jóvenes Comunistas, y las organizaciones de masas, desde los
primeros momentos se entregaron con dedicación y espíritu de
sacrificio a enfrentar esta situación, prolongada en el tiempo, pues
hubo municipios del país donde estuvo lloviendo en los últimos dos
meses, lo cual agudizó la tormenta Noel.
Las labores de rescate y salvamento incluyeron valiosos medios y
personal de nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias. Con
helicópteros, carros anfibios, camiones y otros recursos fueron
evacuados miles de pobladores residentes en lugares de mayor peligro y
difícil acceso.
Es digna de destacar la organización e interacción que prevaleció
en todas las provincias fuertemente afectadas, esto permitió evacuar
preventivamente y en el proceso de agudización de la situación a
decenas de miles de personas, preservándolas de las inundaciones
provocadas por los ríos desbordados y el necesario vertimiento de
muchas presas.
La cooperación de los cubanos llegó a su expresión más alta en los
municipios y provincias receptores de damnificados, al garantizarles
las condiciones de locales para habitar, así como la atención médica y
distribución de alimentos, incluso en muchos casos aulas improvisadas
para que los niños no perdieran las clases. Una elevada cifra de
familias recibieron en sus propios hogares a vecinos que corrían
riesgos, digna expresión de que en nuestros hombres y mujeres imperan
los más nobles sentimientos de hermandad.
Es la misma muestra de altruismo que otras tantas veces ha
traspasado nuestras fronteras. No debemos olvidar que el azote de los
huracanes Georges y Mitch por el Caribe y Centroamérica, en 1998,
generó un Plan Integral de Salud sin precedente en el mundo, mediante
el cual en nueve años miles de médicos y técnicos cubanos han prestado
ejemplar y efectiva ayuda a los países afectados.
Se confirma nuevamente la utilidad de haber logrado un desarrollo
hidráulico gracias a la construcción de presas y micropresas,
impulsada por el Comandante en Jefe Fidel Castro a raíz del paso del
ciclón Flora. La capacidad de 48 millones de metros cúbicos de agua
embalsada existente entonces, hoy está multiplicada más de 130 veces.
En estos momentos el acumulado nacional de los embalses supera los 8
000 millones de metros cúbicos para un llenado del 92,2 %, hecho sin
precedentes y que demuestra la eficacia y solidez de este sistema que
ha permitido durante más de 40 años preservar decenas de miles de
vidas.