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Los libros salen masivamente a la calle en Cuba

ANUBIS GALARDY

Los libros salen en masa a conquistar sus lectores en las calles habaneras, un proceso iniciado el verano último que invade en forma gradual la isla de un extremo a otro.

Este sábado se exhiben en las instalaciones del Pabellón Cuba, una plaza abierta a las artes ubicada en la céntrica avenida La Rampa, llamada así por el nombre de la sala de cine edificada casi al final del declive de esa ruta citadina.

En los años 60 era el punto de encuentro natural de una juventud que emergía al calor de la revolución naciente, con dos polos seductores: el cine donde se proyectaba lo más reciente de la producción europea, y Coppelia, la catedral del helado.

Las subidas y bajadas por su leve cuesta, Rampa arriba, Rampa abajo, la convertían en una pasarela ideal para lucir las minifaldas en boga, un sitio de diálogo e intercambio entre los jóvenes, preámbulo de un sin número de romances.

El verano pasado el Pabellón fungió como una expoventa de las artes y los libros tuvieron para sí una larga noche extendida desde las inmediaciones del Instituto de Cine, en el cruce de las calles 23 y 12, hasta la Rampa.

Poco después se organizaron dos jornadas adicionales de Lecturas en el Prado, otra de las avenidas habaneras unida al acervo y las tradiciones de la isla, flanqueda por una doble hilera de leones en calma, esculpidos.

La avenida del Prado, en los límites entre el populoso barrio de Centro Habana y la Habana Vieja, esa zona casi mágica de la ciudad que es uno de sus tesoros recuperados y preservados por el tesón y el talento de Eusebio Leal, el Historiador de La Habana.

Esta vez la fiesta de los libros la conduce la Federación de Estudiantes Universitarios y se multiplicara en varias provincias y sedes municipales de la enseñanza superior hasta el 8 de noviembre.

En el Pabellón Cuba los libros no solo ocupan el espacio convencional destinado a la librería, sino que están fuera en los kioskos, al alcance de las miradas y las apetencias de los lectores, desplegando desde la portada todas las seducciones posibles.

Los hay en una amplia diversidad de géneros, con precios que oscilan entre los siete pesos y los 25 (el equivalente de 50 centavos a un dólar), aunque hay quienes abogan por abaratarlos más.

Desde las primeras horas de hoy, cuando los estanquillos apenas comenzaban a instalarse, los habaneros curioseaban en busca de títulos perseguidos desde tiempo atrás u otros que satisfacieran sus gustos e intereses.

Los libros siempre han sido un manjar espiritual codiciado en Cuba, un fenómeno de mayorías desde los años 60, cuando la Imprenta Nacional publicó 100 mil ejemplares de Don Quijote de la Mancha en cuatro tomos. Cada uno costaba 25 centavos.

Los vendedores de periódicos anunciaban la nueva en la calle con una frase típica del surrealismo del trópico: Mira, voceaban, lo que dice Cervantes.

La circulación de las obras de literatura de la más diversa índole se convirtió en una oleda en ascenso creciente y una apetencia nostálgica en los años más crudos del periodo especial, cuando la industria editorial casi se apaga.

Los escasos ejemplares circulaban en esa época de mano en mano, en una ronda infinita de préstamos. Al final del viaje, regresaban con las páginas casi gastadas y la huella de cientos de manos y miradas aun fresca.

Ahora vuelven a tener su fiesta y, como todos los conquistadores, ansían nuevos súbitos para incrementar su reino, sobre todo con nuevas generaciones de lectores. Los libros no esperan. Simplemente salen a buscarlos.

 

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