Un
día como hoy, 20 de octubre, hace 80 años, nació Abel Santamaría en
Encrucijada, antigua provincia de Las Villas.
Mil novecientos veintisiete era una época de definiciones
políticas, de lucha ideológica y acción revolucionaria. Fue en los
días en que Rubén Martínez Villena renunciara a sus versos para
hacerse definitivamente gran soldado de la causa de los humildes, y
Julio Antonio Mella, fundador dos años antes del primer Partido
marxista-leninista de Cuba, escribía desde su obligado exilio en
México, artículos candentes de combate frontal a la tiranía de Gerardo
Machado, en el periódico El Machete.
El niño que acababa de nacer, hijo de un matrimonio de origen
español establecido en el central Constancia, Benigno Santamaría y
Joaquina Cuadrado —él, jefe de carpintería del central, y ella, ama de
casa— vendría a encabezar unos años después la vanguardia del relevo
revolucionario cuyas figuras cimeras en las décadas del 20-30 fueron
Mella y Villena, y más tarde Guiteras.
Abel era "el alma del Movimiento", que reanudó la lucha armada
revolucionaria. De "alma del Movimiento" lo calificó Fidel en la
Granjita Siboney momentos antes de partir al Moncada cuando Abel
Santamaría reclamaba para sí el lugar que se suponía de mayor peligro
en el asalto a la fortaleza militar el 26 de Julio de 1953.
Como sus antecesores en la lucha estudió, interpretó y amó
profundamente a José Martí. Su profesor en la escuela primaria lo
recuerda como alegre ganador de un premio escolar por la mejor
composición escrita sobre el Maestro.
Unido a Fidel en el Movimiento de la Generación del Centenario, que
haría renacer en el combate las glorias y el sacrificio de los padres
de la Patria, siguió ahondando en las ideas del fundador del Partido
Revolucionario Cubano de la independencia, que lo entroncarían al
pensamiento marxista-leninista.
"En mi casa —relató Haydée Santamaría— se discutía mucho. Abel y
Fidel exponían el ideario martiano, el Manifiesto de Montecristi, los
estatutos del Partido de Martí. Abel exigía a cada compañero ser
profundamente martiano, y muchas veces le oí decir que estudiando a
Martí profundamente ninguna persona tendría dificultad para encontrar
el verdadero camino."
Haydée hablaba de los momentos en que la vanguardia del Movimiento
se preparaba para el asalto al Moncada. Eran las reuniones en el
apartamento de 25 y O, en el Vedado, donde vivían los dos hermanos y
se instaló de hecho la sede de la organización revolucionaria hasta
apenas dos días antes de la heroica acción del 26 de Julio en Santiago
de Cuba.
Como diría Fidel en el Informe Central al Primer Congreso del
Partido Comunista de Cuba, al referirse a las ideas
marxistas-leninistas que sustentaban los jóvenes que dirigieron el
asalto al Moncada: "Si bien este no era el pensamiento generalizado de
todos los que iniciaron el camino de la lucha armada revolucionaria en
nuestro país, sí lo era de sus principales dirigentes". Entre ellos se
encontraba Abel Santamaría.
En la requisa que realizó la soldadesca enardecida de odio y
venganza en la Granjita Siboney, tras el asalto al Moncada, cuando
Abel era víctima de sus verdugos que lo asesinaron, prisionero en las
mazmorras del cuartel Moncada, estos encontraron un libro de Lenin
autografiado por el segundo jefe del Movimiento. El libro fue ocupado
y se mostró públicamente como si se tratara de un objeto vergonzante.
De ahí pasó a integrar el inventario de las piezas de convicción en el
juicio por la acción del 26 de Julio. Ese ejemplar por sí solo
constituyó un cargo criminal en el juicio.
Abel había leído a Lenin, a Marx, a Engels, había llegado a ellos a
partir de su profundo estudio de la obra de José Martí, autor
intelectual del Moncada. Eso le permitió ver la realidad y encontrar
el camino correcto que llevaría a su generación a conquistar la
victoria y con ella el porvenir, habiéndose decidido a seguir a Fidel
en ese empeño: "Basta ya de pronunciamientos estériles, sin objetivo
determinado —escribió Abel en carta abierta publicada en la prensa
meses antes del Moncada. Una revolución no se hace en un día, pero se
comienza en un segundo. Hora es ya. Todo está de nuestra parte".
Como pensaba, actuó Abel Santamaría: "el más generoso, querido e
intrépido de nuestros jóvenes cuya gloriosa resistencia lo inmortaliza
ante la Historia de Cuba". (*)
(*) Fidel en La Historia me Absolverá