Octavio de la Concepción y de la Pedraja

El cirujano de la guerrilla

"Es difícil concebir un buen cirujano que sea capaz de mantener el carácter a través de pruebas duras para los de su oficio". Así evalúa el Che a Octavio de la Concepción y de la Pedraja, a solo tres meses de su llegada al campamento guerrillero de Ñacahuazú.

Ganado por la capacidad profesional del médico cubano, probada ya durante la campaña en el Congo, el Guerrillero Heroico incluye otra vez a Octavio entre los combatientes que lo acompañarán en su empeño por alcanzar la plena independencia de América.

Había nacido el 16 de octubre de 1935, en La Habana. Estudia medicina en la Universidad, y participa en las luchas contra la tiranía de Batista del estudiantado revolucionario. Se vincula al Movimiento 26 de Julio, y presta asistencia médica en un hospitalito hasta su definitiva incorporación al Ejército Rebelde.

Socorre a los heridos en cada combate, y en 1963 cursa la especialidad de cirugía, sin abandonar su condición de médico militar, hasta que el sueño de colaborar con la libertad de otros pueblos le lleva con las fuerzas comandadas por el Che.

El Che le llamó indistintamente: Moro, Morogoro, Muganga o Médico; es responsable de los servicios médicos y, si fuera preciso, combatir.

Moro se mantiene firme en la lucha, aunque su salud va en franco deterioro. Enferma de paludismo; no obstante, realiza largas marchas y atiende a compañeros y heridos enemigos. En la madrugada del 30 de julio cuida del Che, afectado por un fuerte ataque de asma.

De nuevo en agosto el asma golpea duro al Comandante Guevara, quien mejora gracias a una dieta estricta y la respiración artificial que le da el médico cubano con la ayuda de Arturo. El día 21 el Che anota el empeoramiento de la salud del Moro, por una crisis de lumbago; a partir de ese momento será él quien le brinde asistencia y protección.

Los días que siguen resultan duros para el enfermo con marchas muy fatigosas a alturas de más de 2 000 metros. El 8 de octubre la intención del Che es romper el cerco durante la noche y dirigirse al río Piraypani para llegar a Valle Grande buscando el camino a Puerto Breto.

Después de tres jornadas de caminata continúan, sin alimentos y con sed, llegan el 12 a la desembocadura del Río Mizque con el Grande, punto custodiado por tropas para evitar que puedan obtener agua. Cuando los guerrilleros tratan de llegar al río, los soldados abren fuego. Ellos ripostan y continúan decididos su avance hasta que todos caen acribillados por las balas enemigas.

Texto resumido de artículo publicado en Granma por la periodista Elsa Blaquier Ascano.

 

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