Tanto las elecciones parciales como las generales que tuvieron
lugar desde 1943 hasta 1958 estuvieron caracterizadas por los mismos
males denunciados en procesos anteriores. Una confirmación la
encontramos en el artículo de Eduardo de Acha titulado "El Voto
Electoral": allí se expresaba:
"El voto preferencial tiene fiebre alta. Está enfermo de cuidado
después de sus últimas proezas cuyos índices más agudos se pueden
localizar así: salir Representante a la Cámara ha costado a muchos 80
o 100 000 pesos, y no salir, esa misma suma o poco menos. Con su
poquito de exageración; está bien. Un maratón de dólares, de todos
modos (...) Es lamentabilísimo observar de qué manera se ha
personalizado la política entre nosotros (así lo brinda el sistema),
que candidatos derrotados a pesar de "los dineros" que emplearon en su
empeño, vanse a otros partidos dolidos del fracaso y del gasto. Cuando
ayer, no más, representaron la oposición tenazmente, y hoy ingresan
gustosos en un partido colaboracionista o del gobierno. (...) Y esto
ocurre, señores, porque no hay partidos sino aspiraciones personales,
brega de triunfar a toda costa individualmente. Lo demás es un simple
pretexto, un escalón que, a veces, se horada y rompe."1
Tan es así, que no estaría de más si hiciéramos un breve recuento
de algunas de las particularidades que acompañaban a esos procesos
electorales y el papel que le correspondía a la "fauna política" más
característica que se desenvolvía en ellos, aunque pudiera parecer
poco científico caer en esos detalles delincuenciales.
En las elecciones generales del 3 de noviembre de 1958, Ias últimas
que tuvieron lugar en Cuba, bajo las reglas del Código Electoral de
1943, tal como estaba redactado en esos momentos, se trató de dar un
barniz de gobierno "democrático" a la dictadura batistiana.
El profesor de la Universidad de La Habana, doctor Arnaldo, Silva
León, en un artículo titulado "Visión de los Vencidos", aparecido en
la Revista Bohemia del 10 de enero del 2003, cita pronunciamientos
públicos de algunos de los candidatos o políticos que participaron de
una u otra manera en dichas elecciones, pese a la situación existente
en nuestra patria por esos días, cuando ya se avizoraba el triunfo de
la Revolución cubana.
Silva expone que Jorge García Montes, quien fue Primer Ministro del
Gobierno del dictador Fulgencio Batista entre febrero de 1955 y enero
de 1957, y amigo íntimo del tirano, en su libro Historia del Partido
Comunista de Cuba, editado en Miami en 1970, declaraba:
"Las elecciones se realizaron en un tormentoso ambiente de
posiciones violentas. El gobierno, resuelto a ganar, no reparó en
medios. El sufragio electoral fue canalizado por el "pucherazo". El
gobierno triunfó como consecuencia de un afán absurdo por elevar, como
fuera, el número de votantes. Salieron electos una serie de candidatos
frívolos, de esos que vivían en el mejor de los mundos y no sabían
pronunciar una palabra en público."
Ampliando las ideas arriba expuestas, el doctor Silva León cita a
José Suárez Núñez, secretario de Prensa de la Presidencia, estrecho
colaborador del dictador y conocedor de muchas de sus intimidades.
Según Silva, el personaje arriba mencionado en su libro El Gran
culpable, aparecido en Caracas en 1963, expresaba: "Por esos días el
embajador estadounidense señor Smith celebró importantes reuniones con
el doctor Ramón Grau San Martín, presidente del Partido Auténtico, y
Carlos Márquez Sterling, presidente del Partido del Pueblo Libre. En
todas las entrevistas intentó unificar ambas organizaciones políticas
con la finalidad de enfrentar en un bloque al candidato del gobierno y
derrotarlo por la vía democrática de las urnas". (...). Pero el
gobierno de Batista en realidad había ganado aquellas elecciones
muchos días antes, quizás semanas, cuando aviones de la Fuerza Aérea
Cubana transportaron boletas electorales hacia los dos extremos de la
Isla. No eran falsas ni mucho menos.
Eran tan originales como las que usaron los electores el 3 de
noviembre". (... )
"En el campamento militar de Columbia, en Marianao, cerca de la
posta 10, existe una vieja casita de dos plantas... Había permanecido
casi siempre deshabitada. En las elecciones del 3 de noviembre de 1958
jugó, sin embargo, un rol estelar en el triunfo del doctor Rivero
Agüero... En un rincón, en una mesa había cuños, tintas y todas las
firmas de los secretarios y presidentes de las Juntas Electorales del
país. Era una duplicación, no una falsificación.
"Alrededor de las 8 de la noche, el imprentero del Tribunal Supremo
Electoral, de apellido Sotomayor, iba con tres o cuatro empleados de
su plena confianza para la solitaria casa de Columbia. Al imprimir de
noche las nuevas boletas con las mismas matrices que durante el día se
usaban para imprimir las reales, se demostraba que todo se había
calculado con un orden perfecto. No se estaba haciendo ninguna
falsificación. Las matrices eran iguales; el papel, el mismo. No se
falsificaba nada. Solo se mistificaba el destino y la votación del
pueblo".
Por toda esa larga historia de fraudes, latrocinio, y corrupción,
fue que cuando el pueblo logró por primera vez, gracias a la
Revolución del primero de enero de 1959, ser dueño de su destino, y su
voluntad pudo expresarse libremente, le retiró todo apoyo al sistema
electoral democrático burgués que había prevalecido en nuestra patria
hasta esos días, y emprendió nuevos caminos en materia de sistemas
electorales.