Hoy el arte de María Consuelo nos propone una duda enmascarada
del mismo modo que nos pone a dialogar con su misterio… Pone a
nuestra consideración mediante 13 grabados y dibujos ese inquietante
espacio que son sus creaciones.
Pretexto cabalístico el de la numeración de las piezas muy en
correspondencia con el hilo conductor que las une.
Aunque he indagado casi hasta la desesperación aun no se quienes
son realmente los protagonistas de sus obras, ella afirma que son
Ángeles, yo no estoy del todo segura, no les encuentro las alas pero
jamás dudo de sus dotes protectoras, Consuelo no me convence y yo no
me dejo persuadir. Son seres extraños, en ocasiones futuristas y
llegan a confundir con su inusitada androginia.
La propuesta está hecha mediante los trazos, ya la artista hizo
lo suyo, la interpretación nos toca a cada cual desde nuestra propia
perspectiva, veremos que elegimos ver: Ángeles, si nuestra
sensibilidad nos lo permite o demonios si carecen de ingenuidad
nuestros intereses y enfoques de la vida.
Las criaturas de María Consuelo fueron, son y serán para nosotros
lo que sean capaces de extraernos o lo que, simplemente, extraigamos
de ellas desde nuestra espiritualidad.
Ángeles o demonios, da igual, o quizás ambos, sacros y profanos
al unísono, siempre pertrechos de esotéricas alegorías… pero
nuestros, aunque con la latente impronta de su creadora cuyo
carboncillo, elemento del cual no puede prescindir a la hora de
crear, deambula entre estilos e influencias, no solo de mortales
sino también de espíritus y entidades provenientes de antiguas
civilizaciones, experimento que resulta mágico, una suerte de
universo alquímico del que emerge una sinergia entre la táctica y la
poesía.
La máscara y los mitones funcionan como símbolos inequívocos de
la iconografía de la artista y se revelan una vez más para
redescubrir las aristas místicas y sensuales de los atuendos de
estas cautivadoras efigies.
María Consuelo y sus seres viven entre el erotismo y las sombras;
entre la luz y las heridas, entre el negro y el blanco, allí los
podremos encontrar palpitando. Nadie puede sustraerse a la seducción
que emanan estas figuras, ni siquiera aquellos que sean incapaces de
interpretarlas.