Señor Presidente:
Nunca antes se habían hecho tan evidentes los peligros reales que
acechan a la especie humana; nunca antes se habían hecho tan evidentes
las violaciones al Derecho Internacional que ponen en creciente
peligro a la paz y la seguridad internacionales; nunca antes se habían
hecho tan evidentes la desigualdad y la exclusión, que golpean a más
de las dos terceras partes de la población de nuestro planeta.
Poner fin al despilfarro y al frenesí consumista que promueven las
grandes corporaciones y los grupos de poder de un reducido grupo de
países desarrollados, que derrochan a costa de la pobreza y la
perpetuación del subdesarrollo en una vasta periferia de países pobres
en los que malviven miles de millones de personas, se ha convertido en
un factor clave para la subsistencia de la humanidad. La reunión de
alto nivel de esta Asamblea General, efectuada hace tan solo dos días,
dejó claro el peligro que representa el acelerado calentamiento global
que ya padecemos y su efecto en el cambio climático. Hay que actuar, y
hacerlo rápido, y los países desarrollados tienen el deber moral y la
responsabilidad histórica de dar el ejemplo y encabezar el esfuerzo.
Por otra parte, varios de nuestros países, siempre del Sur, siguen
siendo víctimas de inadmisibles actos de agresión por parte de los
poderosos de siempre, motivados, en lo esencial, por el insaciable
apetito de recursos estratégicos. Las guerras de conquista y la
proclamación y aplicación de doctrinas basadas en la guerra
preventiva, que no excluyen el uso de armas nucleares incluso contra
Estados que no las poseen, y el uso reiterado de pretextos tales como
el supuesto combate al terrorismo, la pretendida promoción de la
democracia o el llamado cambio de régimen en países unilateralmente
calificados como estados villanos, constituyen hoy la mayor y más
grave amenaza a la paz y la seguridad en el mundo.
La agresión y ocupación ilegal de países, la intervención militar
contraria al Derecho Internacional y a los propósitos y principios de
la Carta de la ONU, el bombardeo a civiles y la tortura siguen siendo
prácticas diarias. Bajo la falsa letanía de la libertad y la
democracia, se intenta consagrar el saqueo de los recursos naturales
del Tercer Mundo y controlar zonas de creciente importancia
geoestratégica. Ese y no otro es el proyecto de dominación imperial
que intenta imponer a sangre y fuego la superpotencia militar más
poderosa que el hombre ha visto.
Lejos de actuarse en las relaciones internacionales según los
principios de la solidaridad, la justicia social e internacional, la
igualdad y el desarrollo para todos, se emplean sin el mínimo pudor
las prácticas de certificar a países, de imponer bloqueos
unilaterales, de amenazar con la agresión, de chantajear y coaccionar.
Si un pequeño país defiende su derecho a la independencia se le
acusa de Estado villano; si una potencia agrede a un país se dice que
"lo libera". Un combatiente contra la agresión extranjera es un
terrorista; un soldado agresor es un "luchador por la libertad". Es la
guerra mediática, la estafa de las verdades, la tiranía del
pensamiento único en un mundo globalizado.
En lugar de avanzar hacia el desarme general y completo, incluido
el desarme nuclear, que ha constituido por décadas un reclamo
permanente del Movimiento de Países No Alineados, se promueve el
armamentismo y el despilfarro en nuevas armas y sistemas de armamentos
que gastan los recursos que el mundo requeriría para mitigar los
efectos del cambio climático y para hacerle frente a los gravísimos
problemas derivados de la pobreza y la marginación.
Se intenta impedir, politizada y selectivamente, la aplicación del
principio, proclamado ya en el Tratado de No Proliferación Nuclear, de
que las naciones tienen derecho al desarrollo de la energía nuclear
con fines pacíficos. Se amenaza con la guerra y la destrucción a unos
países mientras se le permite al aliado agresivo disponer de cientos
de artefactos nucleares y se le ayuda a modernizarlos continuamente.
¿Cuánto tiempo más tendrá que transcurrir y cuántas nuevas víctimas
morirán antes de que los halcones de la guerra comprendan que las
armas no sirven para resolver los graves problemas de la humanidad?
Un día como hoy, vale la pena recordar las palabras del Presidente
Fidel Castro ante esta Asamblea General en octubre de 1979:
"Digamos adiós a las armas —dijo Fidel— y consagrémonos
civilizadamente a los problemas más agobiantes de nuestra era. Esa es
la responsabilidad y el deber más sagrado de todos los estadistas del
mundo. Esa es, además, la premisa indispensable de la supervivencia
humana".
Señor Presidente:
Hoy no se avanza hacia el cumplimiento de las Metas del Milenio y
de las decisiones de las grandes conferencias de las Naciones Unidas
efectuadas durante la última década.
La pobreza no disminuye. Crece la desigualdad entre los países y
dentro de los países.
Mil cien millones de personas no tienen acceso a agua potable; 2
600 millones carecen de servicios de saneamiento; más de 800 millones
son analfabetos y 115 millones de niños no van a la escuela primaria;
850 millones pasan hambre todos los días. El 1% de las personas más
ricas del mundo posee el 40% de la riqueza, mientras el 50% de la
población mundial apenas cuenta con un 1%. Todo esto ocurre en un
mundo que gasta un millón de millones en armas y otro en publicidad
comercial.
Los cerca de mil millones de personas que viven en países
desarrollados consumen alrededor de la mitad de la energía total,
mientras que casi 2 000 millones de pobres no conocen todavía la
electricidad.
¿Es ese el mundo que quieren que aceptemos? ¿Es acaso el futuro con
el que debemos conformarnos? ¿Tenemos o no derecho a luchar por
cambiar este estado de cosas? ¿Debemos o no luchar porque un mundo
mejor sea posible?
¿Por qué se despilfarran tan colosales recursos en la industria de
matar y no se emplean para salvar vidas? ¿Por qué no se construyen
escuelas en vez de submarinos nucleares y hospitales en vez de bombas
"inteligentes"? ¿Por qué no se producen vacunas en vez de vehículos
blindados y más alimentos en vez de más bombarderos? ¿Por qué no se
impulsan las investigaciones para combatir el SIDA, la malaria y la
tuberculosis en vez de para fabricar escudos antimisiles? ¿Por qué no
se libra la guerra contra la pobreza en vez de contra los pobres?
A pesar de que se necesitan solo 150 mil millones de dólares para
alcanzar las Metas del Milenio, se afirma hipócritamente que no hay de
donde obtener los recursos financieros necesarios. ¡Mentira! Sí hay
dinero de sobra, lo que falta es la voluntad política, la ética y el
compromiso real de los que tienen que tomar las decisiones.
Si se quiere de verdad encontrar el dinero:
Cúmplase de una vez con el compromiso de dedicar el 0,7% del PIB a
la Ayuda Oficial al Desarrollo. Ello significaría más de 141 mil
millones de dólares adicionales a los montos actuales. En el colmo de
la simulación, los países donantes contabilizan ahora las
condonaciones de una deuda que saben que no podrán cobrar para inflar
artificialmente sus contribuciones.
Condónese la deuda externa, que nuestros países han pagado ya más
de una vez. Ello permitiría dedicar al desarrollo los más de 400 mil
millones de dólares que hoy se dedican al servicio de una deuda que no
deja de crecer.
Conclúyase la Ronda de Doha para el desarrollo y elimínense los 300
mil millones de subsidios agrícolas de los países desarrollados. Ello
permitirá dedicar ese dinero a luchar contra la pobreza rural, la
inseguridad alimentaria y a garantizar precios justos para los
productos de exportación de los países subdesarrollados.
Reconózcase nuestro derecho al desarrollo. Garantícese nuestro
derecho a acceder a los mercados, las patentes y las tecnologías que
hoy son monopolio exclusivo de los poderosos. Ayúdese a nuestros
países a formar profesionales y científicos y déjese de robarnos el
talento.
Los países no alineados no necesitamos limosnas; necesitamos y
exigimos justicia.
Respétese nuestro derecho a la diversidad cultural y a la
preservación de nuestro patrimonio, nuestros símbolos y nuestra
idiosincrasia. Ese ha sido el reclamo unánime que los países no
alineados acabamos de proclamar en Teherán, en nuestra Reunión
Ministerial sobre Derechos Humanos y Diversidad Cultural.
Señor Presidente:
Los países no alineados queremos unas Naciones Unidas más
democráticas y transparentes, en las que la Asamblea General, su
órgano más representativo y democrático, ejerza realmente las
facultades que le corresponden.
Necesitamos unas Naciones Unidas con un Consejo de Seguridad
reformado, que actúe dentro del mandato que le otorga la Carta
constitutiva de la Organización, sin invadir las funciones y
prerrogativas de otros órganos del sistema. Un Consejo de Seguridad
con una membresía ampliada, a tono con la composición actual de la
ONU, donde los países subdesarrollados somos mayoría. Un Consejo de
Seguridad donde se reformen radicalmente sus métodos de trabajo para
permitir la transparencia y el acceso de todos los Estados Miembros a
sus labores.
Defendemos unas Naciones Unidas donde el multilateralismo y las
soluciones acordadas en el más absoluto respeto a la Carta,
constituyan la única vía de abordar y resolver los problemas actuales.
Necesitamos un Consejo de Derechos Humanos que impida la repetición
de los graves errores de la antigua Comisión de Derechos Humanos. Un
Consejo que consagre en su práctica el principio de que los derechos
humanos son universales, indivisibles e interdependientes. Un Consejo
que ponga fin a la selectividad y los dobles raseros. Los países no
alineados nos opondremos firmemente a las aviesas maquinaciones de
algunos poderosos que, frustrados por no haber podido lograr sus
objetivos, pretenden ahora reabrir y cuestionar el acuerdo alcanzado
en el arduo y difícil proceso de construcción institucional del
Consejo.
Los países no alineados no cejaremos en la defensa de los
postulados con los que se fundó nuestro Movimiento, que son similares
a los de esta Organización. Fomentaremos entre las naciones relaciones
de amistad basadas en el respeto a los principios de soberanía,
igualdad de derechos y libre determinación de los pueblos.
Continuaremos defendiendo el derecho del sufrido y heroico pueblo
palestino a tener su propio Estado con su capital en Jerusalén
Oriental. Continuaremos condenando el genocidio que contra él se
comete.
Seguiremos proclamando el derecho del pueblo de Puerto Rico a la
soberanía y la independencia.
Los países no alineados representamos casi dos tercios de la
membresía de Naciones Unidas. Nuestras reivindicaciones no podrán ser
preteridas ni nuestros intereses ignorados. Nos mantendremos unidos y
nos apoyaremos en la defensa de nuestros derechos. Haremos que nuestra
voz sea escuchada.
Señor Presidente:
Aquí terminaba mi discurso como Presidente del Movimiento de Países
No Alineados. Sin embargo, la escandalosa y grosera actuación del
Presidente de los Estados Unidos en esta sala, en la mañana de ayer,
me obliga ahora a pronunciar unas palabras a nombre de Cuba.
Empleando un lenguaje soez y un tono arrogante, el Presidente Bush
insultó y amenazó a una decena de países; impartió órdenes, terminante
y autoritario, a la Asamblea General; y distribuyó, con una
prepotencia jamás vista en esta sala, calificaciones y juicios sobre
una veintena de países.
Fue un espectáculo bochornoso. El delirium tremens del
gendarme mundial. La embriaguez del poder imperial, aderezada con toda
la mediocridad y el cinismo de los que amenazan con guerras en las que
saben que no se juegan su vida.
El Presidente de los Estados Unidos no tiene ningún derecho a
juzgar a otra nación soberana de este planeta. Tener poderosas armas
nucleares no da derecho alguno sobre los derechos de los pueblos de
los otros 191 países aquí representados.
¡Y no debe subestimarse la determinación y el coraje de los pueblos
a la hora de defender sus derechos! A fin de cuentas, lo que vale no
es el poder de los cañones, sino la justeza de las ideas por las que
se combate. El Presidente belicoso y amenazante ya debería haberlo
aprendido a estas alturas.
Igualdad soberana de los Estados y no "cambio de régimen". Respeto
a la soberanía y no certificaciones unilaterales de buena conducta.
Respeto al Derecho Internacional y no bloqueos y guerras ilegales.
El Presidente Bush habló de democracia, pero todos sabemos que
miente. Él llegó a la presidencia mediante el fraude y el engaño. Nos
hubiéramos ahorrado ayer su presencia y habríamos escuchado al
Presidente Albert Gore hablar sobre el cambio climático y los riesgos
para nuestra especie. Recordamos, además, cómo apoyó sin ambages el
golpe de Estado contra el Presidente y la Constitución de Venezuela.
Habló de paz, pero sabemos que miente. Recordamos bien cuando
amenazó a 60 o más países, a los que llamó "oscuros rincones del
planeta", con hacerlos desaparecer de la faz de la Tierra con ataques
preventivos y sorpresivos. Bush es un curioso guerrero que, desde la
retaguardia, manda a matar y a morir a los jóvenes de su país a miles
de kilómetros de sus costas.
Habló de derechos humanos, pero sabemos que miente. Es el
responsable de la muerte de 600 mil civiles en Iraq, autorizó la
tortura en la Base Naval de Guantánamo y en Abu Ghraib, y es cómplice
del secuestro y la desaparición de personas, los vuelos secretos y las
cárceles clandestinas.
Habló de la lucha contra el terrorismo, pero sabemos que miente. Ha
garantizado total impunidad a los más abominables grupos terroristas
que, desde Miami, han perpetrado horrendos crímenes contra el pueblo
cubano.
El Presidente Bush atacó al nuevo Consejo de Derechos Humanos.
Sangra por la herida; rumia su impotencia. Lo martiriza la vergüenza
de que, durante su Presidencia, Estados Unidos no puede siquiera
aspirar a ser miembro, porque las elecciones son por voto secreto.
Cuba, en cambio, resultó elegida miembro fundador con más de dos
tercios de los votos.
Habló de cooperación, desarrollo y prosperidad para el resto del
mundo, pero todos sabemos que miente. Ha sido el más egoísta e
irresponsable político que hayamos visto. En un mundo en el que
morirán este año 10 millones de niños menores de 5 años por
enfermedades prevenibles, sus mezquinas y demagógicas propuestas de
ayer son una broma de mal gusto.
El Presidente Bush no tiene autoridad moral ni credibilidad para
juzgar a nadie. Debería responder ante el mundo por sus crímenes.
Hay un límite, Excelencias, a la arrogancia y la hipocresía.
Hay un límite a la mentira y el chantaje. Cuba rechaza y condena cada
una de las mendaces palabras pronunciadas ayer por el Presidente de
los Estados Unidos.
Señor Presidente:
Cuba agradece la solidaridad que ha recibido de esta Asamblea
General en su lucha contra el bloqueo y las agresiones que ha debido
enfrentar durante casi cinco décadas. De manera particular agradezco
aquí las palabras pronunciadas ayer por el Presidente de Nicaragua,
compañero Daniel Ortega, presente aquí en la sala, y las de todos los
que han levantado su voz a favor del derecho y la justicia con el
pueblo cubano.
Cuba agradece a los que han apoyado su lucha tenaz contra el
terrorismo y han levantado su voz a favor de la liberación de cinco
luchadores antiterroristas cubanos encarcelados injustamente en
prisiones de Estados Unidos.
Cuba luchará, señores delegados, junto con todos los integrantes
del Movimiento de Países No Alineados por alcanzar un orden
internacional más justo y democrático, en el que nuestros pueblos
puedan ejercer su derecho a la paz y el desarrollo.
Se nos podrá acusar de soñadores, pero luchamos con la convicción
de que los sueños de hoy serán las realidades de mañana.
Luchamos, y no dejaremos de hacerlo, con la convicción de que
cuando hay hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el
decoro de muchos hombres y en ellos va un pueblo entero, va la
dignidad humana.
Muchas gracias.