Tres colaboradores de otros tantos aspirantes a la presidencia
estadounidense acudieron a la sede en Washington del centro de
estudios Brookings Institution para confrontar ideas sobre cómo
alcanzar las metas a largo plazo de la "guerra contra el terrorismo",
según el reporte de IPS.
"En esta batalla, los académicos pueden ser tan importantes como
las bombas inteligentes", dijo Randy Scheunemann, asesor en política
exterior del senador John McCain, del gobernante Partido Republicano y
directivo del neoconservador Proyecto para un Nuevo Siglo
Estadounidense.
Para Scheunemann, la "guerra" en curso es por la conquista del alma
del Islam, lo que confirma que lo que prima en la visión
estadounidense es una confrontación de civilizaciones y el afán de
imponer su modo de vida a los demás.
En los seis años transcurridos desde los atentados terroristas que
acabaron con 3 000 vidas el 11 de septiembre del 2001 en Nueva York y
Washington, el gobierno de George W. Bush mostró una marcada
incapacidad de ganarse a la opinión pública en los países del Oriente
Medio y Asia, centro de sus aprestos de guerra.
Según una encuesta del Proyecto Pew sobre Actitudes Mundiales,
centro de estudios con sede en Washington, 80% de los ciudadanos de
los países musulmanes tienen una imagen negativa de Estados Unidos.
"Resulta asombroso que perdamos pie en una campaña de relaciones
públicas", dijo Anthony Blinken, asesor del aspirante a presidente del
opositor Partido Republicano Joe Biden y jefe del equipo del Comité de
Relaciones Exteriores del Senado.
También en la conferencia del miércoles, realizada bajo la consigna
"La larga guerra contra el terrorismo y la lucha contra el
extremismo", Blinken mencionó otra encuesta según la cual el público
paquistaní simpatizaba más con el líder de la red Al Qaeda, Osama bin
Laden, que con el presidente estadounidense, George W. Bush.
"Llegar a la gente con nuestro mensaje es algo fundamentalmente
diferente a la diplomacia del Estado", agregó Scheunemann, en
referencia a la propuesta de crear un organismo similar a la
gubernamental Agencia de Información de Estados Unidos, disuelta en
1999.
Esta agencia estaba a cargo de la diplomacia pública, es decir, de
apuntalar la imagen de Estados Unidos en el exterior, con cometidos
como el manejo de emisiones de radio al extranjero y el llamado
intercambio cultural y educativo.
Hoy, las emisiones continúan, pero incluyen proyectos fallidos del
gobierno de Bush como la cadena televisiva en árabe Al Hurra y la
radioemisora Radio Farda, en farsi.
"Ningún estudio creíble indica que tengan influencia sobre el
público", aseguraron Hady Amr y P. W. Singer, investigadores de
Brookings Institution, en su informe "Engaging the Muslim World: A
Communication Strategy to Win the War of Ideas".
La escasa audiencia de esas emisoras se compone de oyentes ya
simpatizantes de Estados Unidos, pero el resto del público de los
países al que dirigen su programación sólo puede reaccionar con
indignación por su contenido ideológico, advirtieron.
Amr sugirió abandonar la idea de lograr una mejor comunicación a
través de tales recursos informativos, pues lo que realmente quiere la
población del mundo árabe e islámico es un diálogo genuino con Estados
Unidos.
A pesar del consenso entre los expertos estadounidenses sobre la
importancia de la "guerra de ideas", se mantienen los desacuerdos
sobre cómo debe desarrollarse en los distintos países de Medio Oriente
y del mundo musulmán, según IPS.
La gran brecha es la guerra en Iraq. Blinken, por ejemplo,
considera que EE.UU. debe actuar con "responsabilidad" para "ponerle
fin", mientras Scheunemann alertó que "elegir" la derrota implicaría
un fortalecimiento de Al Qaeda.
Mientras, la experta Tamara Cofman Wittes, también de la Brookings
Institution, coincidió con Biden y Blinken, al considerar que la
situación actual en Iraq no solo va en detrimento de la influencia
estadounidense, sino que también eleva la de Irán.
Wittes sugirió que el gobierno de Bush debería alentar el proceso
de paz palestino-israelí para contrarrestar la prédica iraní, de modo
que se consolide una coalición que reúna a Israel y a países árabes
aliados o amistosos con Estados Unidos.
Pero ni siquiera los esfuerzos de Washington por la realización de
una conferencia entre representantes de Israel y de algunos países
árabes, prevista para noviembre, elimina las suspicacias o alienta la
conformación de una alianza como la que se persigue, dada la alianza
irrestricta de Washington con Tel Aviv, manchada con la sangre de
miles de palestinos.