La
promoción popular de candidatos a delegados municipales, con la mira
puesta en el mérito y la capacidad, vuelve a llevarse a cabo como uno
de lo procesos políticos más importantes de la vida nacional.
Al ser expresión cabal de los rasgos distintivos de los comicios en
Cuba, su alcance rebasa la posibilidad cíclica de cambiar y mantener
dirigentes mediante la elección de representantes a los órganos
estatales.
Organizada esta vez en más de 50 700 asambleas generales de
electores a escala local, la nominación deviene punto de partida para
el vínculo sistémico y sistemático entre representantes y
representados, entre los mecanismos de democracia directa e indirecta,
dentro del proyecto nacional de construcción del socialismo.
Lo anterior presupone la intervención cada vez más consciente y
eficaz del pueblo en la gestión estatal y de gobierno, en un camino de
lucha y aprendizaje no exento de dificultades.
Así pueden entenderse las elevadas exigencias y expectativas de los
electores en relación con los delegados; pues esperan, entre otras
cosas, que estos últimos actúen como portavoces de necesidades,
demandas y propuestas.
Proponer candidatos y ejercer el sufragio en las urnas son derechos
altamente valorados por la mayoría de los cubanos; de ahí el interés
por promover a personas con aptitudes y suficientes méritos, y la
masiva asistencia a las reuniones de nominación.
Pero la selección de "los mejores y más capaces" en cada momento no
constituye un fin. Es apenas el decisivo momento de escoger compañeras
y compañeros responsables, decididos a trabajar para garantizar que se
sumen cada vez más cubanos de manera plena y efectiva a las tareas del
Poder Popular.
Desde su creación, los órganos representativos del Estado
socialista en nuestro país conciben que los delegados sean capaces de
analizar con la población la gestión de gobierno y a partir de ahí
contribuir al funcionamiento del sistema.
Compete a los delegados mantener informados a sus electores y
examinar con ellos, en primer lugar, la labor de la Asamblea del
municipio para cumplir con las responsabilidades que le confiere la
Constitución de la República. Esto incluye la atención dada a los
planteamientos de los electores y el debate sobre la situación del
barrio, la localidad, el municipio, la provincia y el país en aquellas
cuestiones de mayor preocupación popular.
Vivimos ahora un momento crucial para ese ejercicio de gobierno: la
nominación de candidatos, como antesala indispensable de las reuniones
de rendición de cuenta que luego desarrollaremos con los delegados que
resulten electos.
Esos encuentros periódicos con los electores han sido empleados
fundamentalmente para "recoger" planteamientos de los ciudadanos e
intercambiar informaciones y, en menor medida, para organizar la
intervención de los vecinos en el control y fiscalización popular de
las actividades estatal y administrativa dentro de su demarcación.
En muchas ocasiones, incluso, se pasa por alto que tales espacios
deben ser también para la discusión de asuntos de la vida local y
nacional, en aras de que los puntos de vista de la población sean
tenidos en cuenta, cada vez con mayor riqueza, a la hora de tomar
decisiones en las asambleas del Poder Popular de las distintas
instancias y, a partir de ello, en el proceso de dirección de nuestra
sociedad como un todo.
Visto así el asunto, la nominación en curso resulta clave. De sus
resultados dependerá en buena medida la calidad de las Asambleas del
Poder Popular, la posibilidad de seguir contando con delegados como
representantes en un proceso de construcción socialista, aptos cada
vez más para actuar como facilitadores y garantes efectivos de la más
amplia y sistemática participación del pueblo en la dirección del
Estado.