Los medios de información occidentales se apresuraron a comunicar
que la parte norcoreana accedió a desmantelar su programa nuclear, así
como a dar a conocer los lugares donde lo desarrolla antes de que
finalice este año, sin informar lo que haría la parte norteamericana.
Pero la posición de la RPDC obligó al diálogo a una administración
de naturaleza agresiva, la cual deberá responder con pasos
consecuentes para normalizar una situación que nunca consideró,
respaldada por el mantenimiento de más de 37 000 militares y bases con
sofisticado armamento de todo tipo en Corea del Sur.
Las dificultades para esta reunión bipartita, así como la cumbre
entre las dos partes de Corea, del 2 al 4 de octubre próximo, fueron
virtualmente allanadas, luego de la decisión de la República Popular
Democrática de Corea de cerrar las instalaciones de Yongbyong, como
paso inicial para una eventual renuncia a su programa nuclear, sin
duda una acción demostrativa de su interés en resolver pacíficamente
su diferendo con Estados Unidos y lograr la desnuclearización de la
península coreana.
Ello coadyuva a la paz en la región y en el mundo, y está acorde
con los principios del Movimiento de los Países No Alineados —del que
Corea Democrática es miembro— de eliminar toda posibilidad de
proliferación y hecatombe atómicas.
La diplomacia llevada a cabo por la nación asiática ha estado
marcada por los avatares de una situación económica y política sujeta
a la constante amenaza de agresión norteamericana, que obliga al país
a erogar ingentes recursos en la defensa; la desaparición de la Unión
Soviética, que la privó de fuente de cooperación, así como la
recurrencia de desastres naturales, causantes de graves sufrimientos a
la población.
Cuando Pyongyang anunció la realización de una prueba atómica,
obligó a una reflexión global en la que, además de los intereses de
Estados Unidos, también estuvieron los de Japón, Corea del Sur, Rusia,
China y otros estados, todos integrantes en estos últimos años de las
denominadas reuniones hexapartitas.
El primer resultado consecuente de estas conversaciones fue que
Norcorea accedió al ya mencionado cierre del reactor de Yongbyong,
luego de que Washington, como gesto simbólico, le descongelara 25
millones de dólares y Corea del Sur enviase un primer envío de 50 000
toneladas de petróleo.
La República Popular Democrática de Corea abre las puertas al
proceso de desnuclearización de la península y desarma de pretextos a
la parte norteamericana.
No obstante, y esto no es nada nuevo, existe siempre la
incertidumbre por la constante y demostrada mala fe estadounidense. Y
es que Asia sigue insegura, porque, además de ser el único continente
donde fue utilizada la bomba atómica, se mantienen las armas nucleares
norteamericanas en Japón y Corea del Sur.