Boca cerrada

Patricio Montesinos

Un sátrapa del jefe del régimen de Estados Unidos, George W. Bush, parece haber optado por andar escurridizo y silencioso por España, tras la ola de renuncias, y la crisis que sacude al gabinete del actual inquilino de la Casa Blanca por su fracasada guerra sangrienta contra Iraq.

El embajador Aguirre hace mutis por estos días.

Eduardo Aguirre, representante de Washington en España, ha preferido no salir de entre las altas cercas y rejas que rodean su legación diplomática en Madrid, por cierto custodiada como es habitual por una tanqueta de guerra.

Incontinente verbal por naturaleza, Aguirre, quien se ha vanagloriado una y otra vez de ser amigo íntimo de Bush, no ha dicho ni una sola palabra de lo que está ocurriendo con su gobierno, optando claramente por aboyarse sin hacer olas en momentos en que Bush tiene el agua hasta el cuello.

El silencio absoluto del embajador norteamericano en Madrid contrasta con sus acostumbradas y altaneras declaraciones públicas, cuando se trata de asuntos internos de España, o de otras naciones que nada tienen que ver con sus responsabilidades.

Evidentemente el representante de Washington prefiere solo observar, y preferiblemente desde lejos, como dimiten en manada los miembros de su régimen, y abandonan a su apreciado amigo Bush. En boca cerrada no entran moscas, dirá Aguirre, entre dientes.

 

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