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Robert Ferro, el del arsenal
Sentencia complaciente para otro terrorista anticubano
JEAN-GUY ALLARD
Mientras cinco cubanos siguen encarcelados por haber infiltrado la
red terrorista a la cual pertenece Robert Ferro, el cubanoamericano de
California, arrestado con el arsenal privado más grande capturado en
la historia de Estados Unidos, fue condenado a apenas cinco años, unos
meses y una multa.
Robert
Ferro no fue acusado de terrorismo.
Ferro, quien en el momento de su arresto confesó pertenecer al
grupo terrorista miamense Alpha 66 y declaró haber acumulado 1 600
armas con vistas a organizar acciones terroristas contra Cuba, además
de decirse no solo autorizado, sino orientado por la CIA, recibió
sentencia de 65 meses de detención y una multa de 75 000 dólares por
la jueza Virginia A. Phillips, de la corte del distrito de Upland.
Según los observadores, es seguro que la sentencia de Ferro será
reducida antes de cumplirse, mientras la multa representa una limosna
para este negociante, dueño de propiedades millonarias.
Parte
del arsenal “de colección” para atacar a Cuba.
Pronunciada en días finales del verano, un momento del año que
favorece el silencio mediático, la sentencia, escandalosa cuando se
compara a las cuatro cadenas perpetuas y 75 años de cárcel aplicadas a
los cinco cubanos, recibió poca atención de parte de la prensa
norteamericana.
Aunque varios capos terroristas pretendieron desconocer a Ferro, el
delincuente ha sido asesorado en el dossier por el abogado mafioso
Arturo Hernández, de Miami; el propio defensor de Luis Posada
Carriles, Santiago Álvarez Fernández-Magriñá y demás cabecillas del
cartel de Miami.
ACUERDO CON LA FISCALÍA
Ferro aceptó reconocer su culpabilidad después de haber negociado
su situación con este mismo Departamento de Justicia de Alberto
Gonzales, el socio de Bush forzado a dimitir por haber ejercido
presiones políticas sobre sus fiscales.
Ferro se declaró culpable el 15 de junio último después de un
acuerdo con el Departamento de Justicia de Bush y Gonzales.
La acusación se restringió entonces ¼ a
17 armas de fuego y una granada, en lugar del arsenal de 1 571
ametralladoras, pistolas, granadas y municiones que las autoridades
federales hallaron en las paredes y el piso de la mansión de Ferro en
Upland.
Las armas de guerra encontradas, reconocidas como tal por los
peritos de la policía, fueron declaradas "de colección" por los
fiscales federales, sometidos a las orientaciones de Bush y sus
colaboradores.
Ferro admitió su culpabilidad a un único cargo de "posesión de
armas por un convicto de delito grave" cuando la Fiscalía anunció
consolidar en un solo cargo los siete que pesaban sobre él.
El terrorista se encontraba detenido desde abril del 2006 en el
Centro Metropolitano de Detención de Los Ángeles. Ni un día pasó en
las celdas de confinamiento cuando los Cinco cubanos que intentaban
contrarrestar los planes terroristas contra su país pagaron con 17
meses de encarcelamiento en condiciones infrahumanas en el llamado
Hueco.
¿Y QUE PASÓ CON LOS "DOCUMENTOS DE LA CIA"?
Al retomar la causa de Ferro, el abogado mafioso Arturo Hernández,
en un primer momento, solicitó la entrega de varios documentos
secretos de la CIA. Robert Ferro siempre mantuvo haber acumulado su
"colección" de armas de guerra con la ayuda de la Agencia Central de
Inteligencia (CIA).
El órgano federal de inteligencia nunca negó las pretensiones del
terrorista, quien en 1992 había sido acusado de dirigir un campo
paramilitar en una granja de pollos en la localidad de Pomona. Ferro
contrataba entonces de mercenarios a trabajadores agrícolas mexicanos.
En esa oportunidad, las autoridades encontraron, además de armas,
cinco libras de C-4, un potente explosivo militar utilizado con
frecuencia en el pasado en ataques y atentados contra Cuba.
El miembro de Alpha 66 fue entonces convicto y sentenciado, con
complacencia, a dos años en prisión.
Declaraciones de Ferro donde afirma que preparaba una "invasión" a
la Isla con la "bendición" del gobierno de EE.UU. habían sido
obtenidas por los investigadores de la Agencia de Alcohol, Tabaco,
Armas de Fuego y Explosivos, cuando capturó el arsenal.
En aquel momento, estos oficiales dijeron haber encontrado fusiles
Uzis y AK-47 en el baño de la habitación principal. Precisaron que la
mayoría de las armas ahora declaradas "de colección"
¼ se encontraban con peines enteros,
añadiendo que el campo de tiro del sótano había sido utilizado
recientemente, "con silenciadores a las armas para que los vecinos no
se enteraran".
Desde su último arresto, a pesar de la llamada cruzada
antiterrorista de la Casa Blanca, pese a las armas capturadas, su
autoproclamada pertenencia a Alpha 66 y su trayectoria de violencia
terrorista, el californiano no resultó acusado de terrorismo ni
tampoco de conspiración para cometer actos de ese tipo.
Llama la atención que los casos "sensibles" de terroristas
cubanoamericanos son manejados, directamente desde Washington, por la
Sección Antiterrorista del Departamento de Justicia, que,
paradójicamente, se niega a llevar en contra de mafioso alguno, un
cargo que tenga que ver con el terrorismo.
Mientras ocurre la salida de Gonzales por presiones ejercidas sobre
una Fiscalía sometida a los caprichos del régimen bushista, nunca
desde los años ochenta ha sido tan evidente el nivel de corrupción que
reina en el aparato judicial norteamericano ante el terrorismo contra
Cuba, solo igualado por el nivel de impunidad para quien se identifica
al uso del terror contra la Isla.
Se ignora hasta ahora a qué presiones fueron y siguen sometidos los
fiscales encargados tanto de la causa de Ferro como de Posada Carriles
y sus acólitos.
En el caso de los Cinco, está demostrado que la Fiscalía siempre
actuó con un odio y una agresividad que corresponde a intenciones
claramente políticas, desde el propio momento de su arresto. |