Primero fue el secretario de Estado, Colin Powell; luego, Paul
Wolfowitz, presidente del Banco Mundial; después, el halcón de la
guerra, Donald Rumsfeld, y el embajador ante la Organización de
Naciones Unidas, John Bolton¼
Le siguieron Andrew Card, jefe de gabinete y al frente del grupo de
asesores de la Casa Blanca para Iraq; Dan Bartlett, consejero; Rob
Portman, director de presupuesto; Harriet Miers, fiscal jefe de la
mansión ejecutiva; Sara Taylor, directora de asuntos políticos; J. D.
Crouch, asesor de seguridad nacional, y Meghan O'Sullivan, asesora de
seguridad nacional que trabajó en Iraq, además de dos directores de la
CIA, George Tenet y Porter Goss.
Así, uno por uno, se ha desmantelado buena parte del andamiaje de
una maquinaria neoconservadora con pretensiones de implantar una nueva
geopolítica mundial.
Ahora, tras la renuncia el lunes del fiel consejero, Karl Rove,
tampoco le queda mucho "cerebro" al mandatario, aunque Bush prefiere
llamarlo como "el arquitecto de la victoria", por haber sido el
encargado de la estrategia que lo condujo a la presidencia.
Con tal estrategia —y el espaldarazo del fraude en los comicios de
Florida—, Bush conquistó la silla principal en la Oficina Oval en el
2000, y los republicanos el Congreso. Cuatro años después, y a pesar
del rechazo por llevar al país a un conflicto injustificado en la
nación del Golfo, Rove alcanzaría su mayor logro político al
garantizar no solo la reelección de Bush, sino también el aumento del
poder republicano en el Congreso.
Sin embargo, las exitosas tácticas electorales de Rove en el plano
doméstico no soportaron lo que significó el error de invadir Iraq ni
la negligencia del gobierno con el huracán Katrina, por solo poner dos
de los más sensibles ejemplos. Aún miles de estadounidenses sufren no
solo por la ayuda tardía y el incumplimiento respecto a la reparación
de sus propiedades en Nueva Orleans, sino además padecen desórdenes
psicológicos de consideración producidos por el paso del meteoro en el
2005, según destacó ayer el diario USA Today.
Rove se irá oficialmente a finales de mes, como otros que
dimitieron, también decide, justo en este instante, "dedicar más
tiempo a su familia".
Pero detrás de ello puede estar un intento desesperado por evitar
el escrutinio del Congreso y las investigaciones legales en las que
está involucrado, debido a sonados escándalos por la filtración del
nombre de la ex agente de la CIA Valerie Plame y la destitución de
nueve fiscales federales por razones políticas. De hecho, se acogió al
"privilegio ejecutivo" que otorga al presidente inmunidad frente a
cualquier acción judicial o investigación para no testificar sobre el
espinoso asunto.
Tantos devaneos y la desconfianza del electorado propinaron un voto
de castigo a los republicanos en las elecciones de medio término de
noviembre del 2006 y condujeron a los demócratas, después de 12 años,
a reconquistar la mayoría parlamentaria, mientras la popularidad de
Bush entraba en irreversible caída. Hoy, el ex gobernador de Texas con
65% de rechazo, "ha establecido otro récord histórico: ha sido el
presidente con los más prolongados periodos de bajos índices de
respaldo y en la perspectiva no se espera que por mucho pudiera
mejorar", explicó Mark DiCamillo, director de la encuestadora Field
Poll.
Por si no bastara, el mandatario ha ido perdiendo el apoyo de sus
propios correligionarios, en especial los posibles candidatos
republicanos a las elecciones del 2008, quienes desde hace rato han
comenzado a marcar distancia.
Sin muchos logros domésticos que exhibir y todavía con 17 meses de
pugnas con el Legislativo, la renuncia de Rove, el hombre al que ha
estado unido por más de tres décadas por razones de amistad y en los
últimos 14 años de manera inseparable en el plano político, es como un
golpe de gracia.
Y controversias a un lado, su desaparición de escena deja a la Casa
Blanca sin su principal talento político en vísperas de la
presentación en septiembre de un informe clave sobre la marcha de la
guerra en Iraq, una amarga batalla a la vista sobre el presupuesto y
la incertidumbre planteada por la crisis del sector inmobiliario.
Como dijo una comentarista mexicana: "En pocas palabras Bush
(queda) como ‘un pato cojo’(...)es un pato que no vuela y en la
práctica es un personaje políticamente muerto".