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El largo viaje de la leche “cruzada”
Sin negar los prodigios de la pasteurización, Sancti Spíritus prioriza
la distribución de la leche de manera directa a los consumidores,
experiencia que reporta incuestionables ventajas desde el punto de
vista económico
Juan Antonio
Borrego
SANCTI SPÍRITUS.— El ruido de los pomos de leche pasteurizada
dentro de los camiones isotérmicos de la antigua ECIL me devuelve los
recuerdos de la época de estudiante casi con fidelidad
cinematográfica.
El
acopio de leche a la industria rueda hoy día sobre un parque obsoleto
y altamente consumidor de combustible.
Lo escuché por primera vez en las madrugadas de 1976 cuando cursaba
el sexto grado, después se mudó conmigo para la Secundaria Básica,
luego para el preuniversitario, y juro que hasta en la loma de
Quintero, en Santiago de Cuba, donde estudiaba Periodismo, aquel
ruido, especie de ritual, me adelantaba el amanecer.
Ya por aquella época había leído y oído hablar varias veces a mis
profesores sobre Louis Pasteur, el sabio francés que al salvar una
producción de vino en el vecindario había dotado a la humanidad hacia
mediados del siglo XIX de una nueva y más segura técnica para
conservar alimentos, que con el tiempo se conocería como
pasteurización, en honor a quien hoy es considerado pionero de la
microbiología moderna.
No sospechaba por entonces, sin embargo, que el operativo de
acopiar, pasteurizar y distribuir la leche, generalizado no solo en
las escuelas donde había estudiado, sino prácticamente en toda Cuba,
descansara sobre un río de petróleo y una fortuna en recursos de todo
tipo, especialmente necesaria para mantener vivo el parque de camiones
gastadores que ha soportado hasta hoy dicha gestión.
UN CRUCETEO INSENSATO Y ABSURDO
En su discurso del pasado 26 de julio, el General de Ejército Raúl
Castro se refirió al tema y en particular a lo que significa en las
actuales circunstancias económicas —con los altos y fluctuantes
precios del barril de petróleo— lo que denominó el "cruceteo insensato
y absurdo", que entraña acopiar el alimento, trasladarlo hasta la
industria procesadora y muchas veces desandar la misma ruta para
entregárselo, a precios subsidiados, a un consumidor que en no pocas
ocasiones reside a unos cientos de metros de la finca ganadera donde
fue extraído el producto.
Ese corre-corre se hacía y en muchos lugares todavía se hace
—señaló el Segundo Secretario del Partido— "con el encomiable objetivo
de pasteurizar toda la leche", medida que resulta lógica y necesaria
cuando se trata de núcleos urbanos de determinada magnitud, a pesar de
que en Cuba es costumbre generalizada hervirla de todas formas, esté
pasteurizada o no.
La
distribución directa implica seriedad en el acarreo del producto.
En tal sentido apuntó que el país continuará acopiando y
pasteurizando la leche imprescindible para las ciudades, pero que no
resulta viable "que un camión o cientos de camiones viajen diariamente
esas largas distancias para llevar unos pocos litros de leche hasta
lugares que producen la suficiente para autoabastecerse".
Anunció que desde el mes de marzo está en marcha en seis municipios
del país un experimento consistente en la distribución de 20 000
litros diarios de leche del productor a 230 bodegas y al consumo
social de esas localidades, y aclaró que la experiencia se irá
extendiendo de forma paulatina, pero sin intentos precipitados de
generalización hasta tanto no existan las condiciones para ello.
YAGUAJAY SE APARTA DE LA RUTA
Cuando Mario Hernández "desembarca" con su carretón a las ocho y
media de la mañana, ya ha recorrido los 13 kilómetros que median entre
la última vaquería, casi en el borde de la costa, y la tienda Siboney,
en el caserío de igual nombre, ubicado en el Circuito Norte, a mitad
de camino entre Yaguajay y Mayajigua.
De tanto repetirla, dicha maniobra se le hace rutinaria: llueva,
truene o relampaguee está en pie a las tres de la madrugada, enseguida
prepara la bestia y en penumbras se lanza a su misión. Al amanecer
emprende el regreso con las cantinas llenas.
Yaguajay
distribuye el producto de forma directa en 100 bodegas.
El panorama se reproduce en cada uno de los barrios, comunidades y
poblados de Yaguajay, uno de los municipios del país que experimentan
la distribución directa del alimento a la población (los restantes
son: Mantua y San Cristóbal, en Pinar del Río; Melena del Sur, en La
Habana; Calimete, en Matanzas, y Aguada de Pasajeros, en Cienfuegos.
Ubicado a más de 50 kilómetros de la capital provincial, sede de la
única pasteurizadora que existe en Sancti Spíritus, y con una
disposición poblacional en extremo compleja (incluye cuatro antiguas
cabeceras municipales y decenas de asentamientos diseminados por una
extensa geografía), Yaguajay logra, no obstante, cubrir con leche
fresca el 100% de las entregas normadas y el consumo social de su
territorio, de ello el 77% de manera directa en 100 bodegas.
Aunque joven, debido a esta estrategia se han dejado de consumir
7,05 toneladas de gasolina por concepto de trasiegos no realizados y
otras 16 toneladas de leche en polvo (actualmente se cotiza sobre 5
000 dólares), que no ha sido preciso enviar al municipio.
APUESTA POR LA ENTREGA DIRECTA
Sin desconocer los valores de la pasteurización —más higiene, mayor
durabilidad y menos posibilidades de adulteración en la cadena de
entrega—, desde hace varios años la provincia espirituana intenta
romper el entrecruzamiento de rutas de acopio y distribución de la
leche.
"Hasta 1993 llevábamos todos los días leche en pomos a Topes de
Collantes, en el medio del Escambray —recuerda Julio Barreto, jefe del
Departamento de Acopio de la Empresa de Productos Lácteos Río Zaza—,
eran 270 kilómetros de recorrido entre ida y regreso, trepando lomas y
fundiendo motores todo el año".
Con el periodo especial, el llamado cruzamiento lechero se tornó
más complejo aún, en tanto la producción del alimento se desconcentró
con la proliferación de minivaquerías y la creciente incorporación del
sector campesino. "Antes tuvimos rutas de acopio de 16 000 litros de
leche, hoy ninguna pasa de 4 500", precisa Barreto.
Sancti Spíritus, que en la década de los años 80 llegó a acopiar
como promedio anual 35 millones de litros, con la mayor entrega en el
año 83 (52,4 millones), vio decrecer bruscamente aquel ritmo durante
los 90, lo que ha obligado hasta nuestros días a importar unas 140
toneladas mensuales de leche en polvo entre noviembre y mayo, el
periodo más seco, para garantizar los llamados consumos normado y
social.
Afortunadamente, la idea del autoabastecimiento ha ido prendiendo
en los últimos tiempos, animada por una discreta recuperación de la
producción lechera —el crecimiento es más notable en el sector
cooperativo y campesino y en el MINAZ—, lo que ha permitido que se
razone en torno a la posibilidad, cuando estén creadas las
condiciones, de introducir la distribución directa en la cabecera
provincial, hoy día surtida, al igual que la ciudad de Trinidad, con
leche pasteurizada.
Sobre la cuestión se discute y se sopesan diferentes visiones, pero
sobre la mesa hay varios motivos para seguir cortándole las alas al
cruzamiento lechero. Quizás el de mayor peso sea el pozo de petróleo
que cada año agotan los 50 camiones ZIL 130 que día a día todavía
ruedan por esta geografía con cuatro cantinas a bordo.
| VENTAS A LA INDUSTRIA
En los últimos años, las ventas de leche a la
industria procesadora han tenido sus altas y bajas, aunque el 2006
marcó un despunte que, según los pronósticos, debe mantenerse.
Veamos el comportamiento a partir del 2000:
Año Millones de litros
2000 14,7
2001 15,2
2002 13,9
2003 16,3
2004 15,6
2005 13,8
2006 19,0
2007 21,0 (pronóstico) |
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