— La anunciada dimisión de Karl Rove, el principal asesor político del
presidente estadounidense George W. Bush, acrecentó las dudas sobre su
participación en diferentes escándalos que aún hoy amenazan a La Casa
Blanca.
Victoreado por los republicanos y en la mirilla de la oposición
demócrata, el llamado gurú de Bush dijo el lunes que dejará el
gobierno a finales de este mes para atender a su familia.
Rove fue considerado como el artífice de las dos campañas que
llevaron a Bush a la presidencia del país en 2000 y 2004, y arquitecto
de la avalancha republicana para alcanzar la mayoría en ambas cámaras
del Congreso.
Aunque algunas figuras como el líder de la minoría republicana en
el Senado, Mitch McConnell, elogian su contribución al partido y al
país, otros consideran que en sus años en La Casa Blanca fue el
cerebro que dividió a los estadounidenses.
Al respecto, el senador demócrata Barack Obama, opinó que fue el
arquitecto de una estrategia política que dejó al país más dividido, a
los intereses especiales más poderosos y al pueblo más alejado de su
gobierno que en ningún momento de la historia.
La renuncia del controvertido funcionario ocurre a pocas semanas de
su negativa a comparecer ante el Congreso para aportar elementos de su
participación en el escándalo por el despido de ocho fiscales
federales.
Pese a que ya se aparta de La Casa Blanca, para el jefe del Comité
Judicial del Senado, Patrick Leahy, este hecho no lo alejará de la
mano de la justicia.
También medios de prensa estadounidense refieren este martes su
presumible participación en la filtración a la prensa en julio de 2003
del nombre de la ex espía de la CIA Valerie Plame, un escándalo que
pese a cobrar una víctima aún está presente.
El ex diplomático estadounidense Joseph Wilson, esposo de Plame,
vinculó la salida de Rove como el capítulo final de la filtración,
pues Bush había prometido despedir a cualquiera en su administración
responsable de esta.
Para algunos analistas la marcha del asesor presidencial complicará
los 17 meses de gobierno que le restan a Bush y no descartan que los
demócratas aumenten las presiones para aclarar su participación en el
despido de los fiscales.