Luis y Sergio Saíz Montes de Oca

La dignidad como bandera

Ronal Suárez Ramos

Un día como hoy, hace 50 años, el país se conmovió por el asesinato en plena calle, en San Juan y Martínez, Pinar del Río, de los hermanos Luis y Sergio Saíz Montes de Oca.

             Foto: Daniel Mitjans
Luis Saíz Montes de Oca.                   Sergio Saíz Montes de Oca.

Sabedores del peligro que corrían, los jóvenes le habían dicho a Esther, su mamá: si mañana nos matan y contribuimos con ello a que Cuba sea libre, para nosotros será como si hubiéramos sido eternos.

Revolucionarios de pensamiento y acción, Luis cursaba el segundo año de Derecho y a la vez el primero de Filosofía, en la Universidad de La Habana. Sergio terminó el bachillerato en el único Instituto de Segunda Enseñanza de Pinar del Río, y se preparaba para optar por la carrera de Medicina.

Esther Montes de Oca

El día anterior a su asesinato, una mujer que viajó de Pinar del Río a San Juan y Martínez en un auto de alquiler, alertó a Esther que en el propio vehículo iban dos hombres vestidos de civil, al parecer soldados, quienes al pasar frente a la casa de los Saíz, uno le comentó al otro: Ahí es donde viven los hijos del juez.

Enseguida salió en busca de los muchachos, que a esa hora participaban en una reunión del Movimiento 26 de Julio a bordo de un barco pesquero en Boca de Galafre. Les contó lo sucedido y les pidió que no volvieran a salir de la casa.

Iban a celebrar el cumpleaños de Fidel

Ellos accedieron, pero le argumentaron que al día siguiente no podrían complacerla, pues era el cumpleaños de Fidel.

En la noche del 13 de agosto de 1957, tras ayudar a Esther a fregar los cubiertos, la besan y se despiden diciéndole: No temas, algún día te vas a sentir orgullosa de nosotros.

Entre las camas, el busto de Martí, su inspirador, que siempre les acompañó.

No habían transcurrido cinco minutos cuando vi personas que corrían. Pensé que se trataba, recuerda Esther, de un incendio y salí a la calle, entonces escuché a una mujer que decía: ¡pobrecita, no sabe que son sus hijos!...

En la casa de socorro el médico de guardia, cuñado de ella, le apretó las manos y le dijo: Esther, tus hijos están muertos.

Los hechos

El cine de San Juan y Martínez, situado en una céntrica esquina, era lugar de gran concurrencia de personas, con predominio de jóvenes. Apenas llegaron, el esbirro de la tiranía la emprendió contra Sergio, al que trató de registrar. La provocación formaba parte del complot.

Al percatarse de ello, desde la acera opuesta salió Luis increpando al sicario, quien sin mediar palabra lo abatió de un disparo.

¡Si mataste a mi hermano, mátame a mí también!, exclamó Sergio mientras se abría la camisa y mostraba el pecho desnudo al asesino. Más no hacía falta, esa era su encomienda. Una segunda bala, a boca de jarro, terminó con la vida del más joven.

Aunque integrantes de una familia de clase media, desde niños estuvieron muy vinculados a los sanjuaneros más pobres. En una ocasión manifestaron a sus padres que si morían por la Revolución no hubiera en sus funerales sarcófagos de lujo ni flores.

Su voluntad fue respetada y, a pesar de que se recibieron muchas ofrendas florales, no se colocaron en el recinto donde tenía lugar el velorio. Un busto de Martí que siempre les acompañó en su cuarto, y la bandera cubana, presidieron la ceremonia fúnebre.

Flores de desagravio

La excepción fue un ramo de rosas, símbolo de los principios y la firmeza de carácter de los inolvidables mártires.

En cierta ocasión Sergio visitó a un médico del pueblo para pedirle un libro de medicina que necesitaba, y aquel se lo negó, pero al enterarse de quién se trataba, trató de rectificar. ¡Si usted no es capaz de prestarle un libro a un simple estudiante, yo no puedo aceptarlo!, fue su respuesta.

Tan profundo caló aquella actitud en los sentimientos del profesional, que al conocer el horrendo crimen se presentó en la casa de los Saíz Montes de Oca y logró que aceptaran su ofrenda floral a manera de desagravio.

Jóvenes de pensamiento avanzado

No obstante contar con solo 18 y 17 años de edad, respectivamente, Luis y Sergio tenían una amplia cultura, dada tanto por lo mucho que leían, como por lo observadores que eran de la realidad.

Dejaron una fructífera obra literaria y política que combinaron con la acción revolucionaria y sus características de estudiantes ejemplares. Llegaron a la conclusión de que en Cuba era necesaria una revolución martiana y socialista, cuya proyección quedó plasmada en el manifiesto Por qué luchamos, escrito tres meses antes de su desaparición física y considerado su testamento político.

En él analizan la situación imperante, plantean la lucha contra la desigualdad; diseñan sistemas de educación y salud estatales, donde escuela y médico estuvieran al alcance de todos, y se pronuncian por una profunda reforma agraria.

Atacan al vicio, y particularmente al juego que, con la complicidad del régimen dictatorial se extendía por el país, y auguran una prensa revolucionaria "trinchera decidida de las causas populares".

Vislumbran la reacción imperialista, por lo cual abogan por la necesaria nacionalización de las riquezas: ... si la Revolución está bien adentrada al pueblo, como lo estará, pueden lograrse los fines sin más contratiempos¼ ".

Casi al concluir el documento, dejan constancia de su inquebrantable decisión: "No tenemos más que nuestras vidas, avaladas con la honradez de un pensamiento justo y una obra inmensa que realizar, y como ofrenda de devoción y desprendimiento la hemos depositado en los brazos de la Revolución Cubana —justa, grande, renovadora, honrada, socialista— sin más esperanzas que ver algún día cumplidos estos sueños que hoy, en plena juventud y calor de lucha, llevamos a estas cuartillas".

Sueños hechos realidad

Pregunté a Esther —ya con 97 años cumplidos— cómo concebiría a sus hijos hoy y respondió sin dilación: "Conocí sus pensamientos y tengo la tranquilidad de que la Revolución ha cumplido en todo momento los ideales por los que dieron sus vidas.

"Ellos estarían, como entonces, con la misma fuerza de sus principios, junto a la Revolución y en el lugar que se les hubiera asignado. Luisito dijo que los días más difíciles vendrían después del triunfo, para evitar que las conquistas se perdieran."

 

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