Cuba en el mundo

Frío cubano en el verano parisién

VIRGINIA  ALBERDI BENÍTEZ

Mientras el Ballet Nacional de Cuba cosechaba rutilantes éxitos en París, la capital francesa exhibió como complemento de la presentación de la compañía de Alicia Alonso en el propio Grand Palais una exposición que desde su primer contacto con el público en La Habana concitó el mayor interés por su originalidad: Monstruos devoradores de energía.

El Malecón habanero, según Mayito González.

Cincuenta antiguos y obsoletos refrigeradores —modelos que a duras penas funcionaban con altos consumos de electricidad y baja eficiencia, en vías de sustitución en nuestro país como parte de la Revolución Energética— fueron transformados por igual número de artistas cubanos en objetos esculturados muy apreciados por los espectadores.

La iniciativa del artista y promotor Mario M. González (Mayito) —él mismo ha contado cómo "estábamos en mi atelier trabajando en otro proyecto, y uno de los artistas, Roberto Fabelo, se puso a pintar el refrigerador de mi taller: entonces me dije que era una buena idea"— impactó a los asistentes de la última Bienal de La Habana y luego ha tenido días de gloria en el espacio milanés de la Trienal Bovisa, en Italia; y la Casa de América, de Madrid, antes de desembarcar en el verano parisién.

Nelson Domínguez se encarama sobre su refrigerador-taburete en París.

La crítica y el público de la capital gala se rindieron a los pies de los refrigeradores: "insólitos, tiernos, humorísticos, nostálgicos, osados o inquietantes", reflejó la agencia AFP al registrar las reacciones de los visitantes a la muestra, quienes coincidieron en calificarla como "una rotunda demostración de la vitalidad del arte contemporáneo de la Isla".

Jules Grossard, experto en arte latinoamericano, afirmó que Monstruos devoradores de energía encierra "una metáfora sobre la imaginación ebullente de una sociedad que encara los retos de la existencia con alegría", mientras que Francis Marmande, desde las páginas de Le Monde, luego de calificar la colección como "estimulante, agresiva con sensualidad y endemoniadamente cubana", apeló a símiles musicales al escribir que el conjunto "tiene el swing del contrabajo de Cachaíto y de la percusión de Chano Pozo".

Y es que la muestra de los viejos refrigeradores condensa una de las aventuras más inquietantes de las artes visuales cubanas de nuestro tiempo, tanto por haber sido capaz de reunir a representantes de la avanzada creativa de varias generaciones como por transgredir innovadoramente las fronteras entre la pintura, la escultura, la escenografía y el ready made u objet trouvé, tan caros a las vanguardias europeas entre guerras del siglo pasado.

Unos artistas se concentraron en las dimensiones rectangulares del aparato electrodoméstico como soporte para desarrollar sus habituales pautas —por ejemplo, Zaida del Río, Agustín Bejarano y Ernesto García Peña poblaron las puertas del "frío" con sus representaciones líricas de alto vuelo, mientras Javier Guerra desplegó uno de sus magníficos dibujos con que suele diseñar portadas de revistas imaginarias—; otros desbordaron el soporte hasta convertirlo en punto de partida de nuevas fantasías tridimensionales —el imponente taburete concebido por Nelson Domínguez, el refrigerador-lata de cerveza de Miguel A. Leyva, la reinventada caja de luz de René Peña y el refrigerador-balsa de Kcho.

En esta última línea, el propio Mayito logró una pieza que vale por un manifiesto: el aparato como núcleo de un fragmento de Malecón habanero. Ese mismo sello identitario, a nivel iconográfico, se distingue en el híbrido de refrigerador y "almendrón" de Luis E. Camejo.

En todos los casos es como si la energía derrochada por estos artefactos se reciclara en miles de kilovatios de imaginación.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Cultura | Deportes | Cuba en el mundo |
| Comentarios | Opinión Gráfica | Ciencia y Tecnología | Consulta Médica | Cartas| Especiales |

SubirSubir