El auge de los biocombustibles elevó los precios de los productos
agrícolas, con serias consecuencias para los países que dependen de la
ayuda alimentaria para combatir el hambre, advierten expertos.
En Washington, muchos solo ven en los biocombustibles una fuente
limpia y renovable de energía, capaz de desligar a Estados Unidos de
su dependencia de los precios elevados del petróleo y la inestabilidad
en Medio Oriente.
También se los ve como una forma de revitalizar la deprimida
agroindustria de los estados del medio oeste de este país, la región
productora de cereales por excelencia.
Por estas razones, muchos políticos proponen a los biocombustibles
como una alternativa a las importaciones de petróleo.
El aumento en la producción de etanol disparó el precio del maíz,
que prácticamente se duplicó en el último año.
Los expertos han advertido que la demanda estadounidense de
biocombustibles se extenderá seguramente a países de América del Sur y
del sudeste de Asia, regiones productoras de caña de azúcar y aceite
de palma y capaces de generar etanol y biodiésel de forma más
eficiente que los métodos estadounidenses basados en el maíz. El país
que lidera esta tendencia es Brasil.
Según los índices de precios elaborados por el Banco Mundial, las
materias primas agrícolas ahora cuestan 21 por ciento más que en el
2005, aunque los cereales y el aceite tuvieron incrementos de más de
30 por ciento.
La directora ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos de la
Organización de las Naciones Unidas (PMA), Josette Sheeran, se refirió
al impacto de los biocombustibles en el alza de los precios de los
alimentos en una entrevista que publicó a mediados de este mes el
diario de negocios británico Financial Times.
La funcionaria indicó que esos incrementos ya estaban afectando los
programas que desarrolla el PMA. "Tomamos conciencia de que
enfrentamos una nueva clase de desafío", declaró. (Fragmentos
tomados de la agencia IPS)