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Israel consideró que la decisión de atacar el Líbano fue la correcta,
al cumplirse hoy el primer aniversario de la agresión que dejó más de
mil 100 libaneses muertos y daños considerables a la infraestructura
de esa nación.
El primer ministro israelí, Ehud Olmert, expresó que era necesario
terminar con la amenaza sobre cientos de miles de personas y "crear
una nueva realidad", en una visita sorpresiva a la frontera con el
diminuto país árabe.
En sus declaraciones reconoció que en más de un mes de
enfrentamientos las fuerzas del Tsahal cometieron errores, los cuales
-dijo- el Ejército hizo todo lo posible por enmendar.
Entre el 12 de julio y el 14 de agosto de 2006 tropas de Israel
atacaron por aire, mar y tierra el Líbano, donde recibieron fuerte
resistencia de Hizbala que ocasionó más de un centenar de bajas entre
los soldados invasores y lanzó miles de cohetes a suelo vecino.
El conflicto comenzó después de la captura de dos militares
israelíes por las milicias islámicas, cuyo pretexto fue utilizado por
Tel Aviv para desencadenar la agresión.
Graves errores de mando, organizativos y de intendencia
desencadenaron una ola de críticas de efectivos de la reserva y en
activo, y de la opinión pública israelí contra el gobierno y el
Ministerio de Defensa por la mala conducción de las hostilidades.
Las diatribas pusieron en la picota pública a Olmert, al titular de
Defensa, Amir Peretz, y al entonces jefe de las Fuerzas Armadas
general Dan Halutz, este último obligado a renunciar.
El Consejo de Seguridad de la ONU logró aprobar la resolución 1701
después de 34 días de choques armados, que entre otros puntos adoptó
el despliegue de una fuerza internacional en el área de conflicto.
La organización del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia
(UNICEF) advirtió hoy sobre la difícil situación de los niños en el
Líbano, al cumplirse el primer aniversario de la guerra.
Denunció que las niñas y niños sufren miedo e inseguridad, y señaló
que en los últimos meses unos 70 menores de 18 años resultaron heridos
por las explosiones de minas o las bombas de racimo, las que más de un
millón permanecen sin explotar, según UNICEF.