Obsesión

ORLANDO ORAMAS LEÓN

La administración Bush se ha quedado sin agenda hacia Cuba, salvo sus fracasados planes de derrocar a la Revolución, y la obsesión retórica que le acompaña en los estertores de su mandato, en medio del descrédito y la impopularidad.

Y es esa obsesión la que va quedando cuando el llamado Plan Bush, el de la "transición" gasta el dinero de los contribuyentes por millones, pero no puede apartar un milímetro de su curso al proceso revolucionario en la pequeña y vecina Isla.

El procónsul Caleb McCarry se desplaza por el mundo, desempaca por enésima vez sus maletas en Madrid, pero los foros contrarrevolucionarios se quedan sin público, ante una puesta en escena repetida y con actores despretigiados.

Entretanto, en Washington el fracaso anunciado atiza la fobia obsesiva que dispara la verborrea anticubana de los altos cargos de la administración, incluido el presidente George W. Bush y su canciller, la señorita Condoleezza Rice.

Ya a fines de junio el mandatario norteamericano no se pudo aguantar para dejar claro cuáles eran sus sentimientos hacia el Comandante en Jefe, cuyas Reflexiones parecen tener molesto al de la Casa Blanca.

"Un día el Señor se llevará a Fidel Castro", dijo Bush al responder una pregunta tras un discurso en el Colegio de Guerra Naval, un auditorio muy parecido al que sirvió de público cuando anunció su doctrina de guerras "preventivas" en aquellos 60 o más oscuros rincones del planeta.

Interrogado sobre si Bush deseaba la muerte de Fidel, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Gordon Johndroe, se apresuró a responder: "El presidente estaba hablando de un acontecimiento inevitable".

La frase ocurrió en los días en que se "desclasificaban" las llamadas Joyas de la Familia, documentos censurados en los que se confirmaba que en la Casa Blanca, desde antes, se había ordenado el asesinato del Presidente cubano.

No sería mucha sorpresa que aquella práctica fuera hoy renovada, dado que W. Bush ha recibido en la mansión ejecutiva a más de un terrorista de la mafia anticubana, y alguno que otro fue promovido a "diplomático" de la misión yanki ante la antigua Comisión de Derechos Humanos de la ONU.

En el Colegio Naval, el presidente Bush dijo sin tapujos que la estabilidad en Cuba es inaceptable, y por tanto se infiere que su gobierno apela a todos los recursos para promover la subversión en lo que llaman transición. No en balde el Plan Bush tiene un acápite secreto.

Ello explica que ante los uniformados de la Armada asegurara que la Marina de Guerra de Estados Unidos tiene un rol importante en el caso cubano, quizás para el transporte de los marines y el bombardeo de las ciudades costeras.

No hay por qué extrañarse del apuro de un gobernante que otorga refugio e impunidad al terrorista confeso Luis Posada Carriles, quien hasta en el diario The New York Times se ha vanagloriado de sus intentos repetidos de asesinar a Fidel.

Y por estos días, cuando en Cuba se anuncian comicios generales, en los que están convocados millones de ciudadanos, Condoleezza Rice se une al coro de amenazas con aquello de que "Washington no tolerará la transición de un dictador a otro". Lo dijo ante un escogido grupo de periodistas, según EFE. Pocas horas después repitió el bocadillo en un foro de la OEA. ¡Qué letanía!

La Rice da por descontado de que en nuestro país solo habrá elecciones libres cuando estas tengan el apoyo de la potencia que bloquea a la Isla. Según sus propias palabras, Estados Unidos espera que "los propios cubanos decidan sobre su futuro", lo cual me hace sospechar que padecen una obsesión enfermiza.

 

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