Este es el principal exponente de las haciendas cafetaleras que,
construidas a finales del siglo XVIII y principios del XIX, aún
conservan su estructura original y fue declarado por la UNESCO
Patrimonio Cultural de la Humanidad.
El museo se encuentra en una zona aledaña a la ciudad de Santiago
de Cuba que es reserva de la biosfera y en ella anidan unas 80
especies de aves entre residentes y migratorias. Se distingue
mundialmente por ser el principal corredor del águila pescadora en el
continente americano.
Desde sus amplios ventanales, y portones distintivos de las
construcciones de antaño, se observa la tercera roca en estado sólido
más grande del planeta; los expertos estiman su peso en unas 70 000
toneladas.
Entre sus méritos sobresale el de preservar el paisaje
arquitectónico de construcciones centenarias, gracias al esmerado
trabajo que realiza la Oficina del Conservador de la Ciudad Héroe de
la República de Cuba.
Esta labor figura dentro de las acciones que vinculan a la Mayor de
las Antillas con el proyecto la Ruta del café promovido por el Fondo
de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura en
países donde el florecimiento de este cultivo fue significativo a
escala universal.
Huellas indelebles de la esclavitud, sitios del incipiente
desarrollo industrial del café, muebles distintivos de la época junto
a otras muchas muestras, figuran como testigos insomnes de la
emigración francesa y su inserción en el ámbito socioeconómico del
oriente cubano.
Por sus atributos, este sitio es la inspiración de un programa
mucho más amplio y abarcador que prevé la creación de campamentos
arquitectónicos, el rescate de valores patrimoniales y el enlace por
senderos transitables de unos 170 cafetales construidos por hacendados
franceses radicados en la Sierra Maestra luego de la Revolución
Haitiana.
La Isabelica es el exponente más elocuente de cómo serán
restauradas las ruinas del resto de las haciendas del macizo montañoso
que comparten las provincias de Santiago de Cuba y Guantánamo, las
cuales a su vez constituyen huellas de una significativa etapa
histórica dentro de nuestro desarrollo sociocultural.
Dichos trabajos persiguen el objetivo de perpetuar estos lugares no
solo como tierras clave para el fomento del café en Cuba, que en su
momento llegó a ser la mayor exportadora a nivel mundial, sino como
testigos de la fusión que a raíz de la conquista se produjo en el
Caribe insular y continental.
De ahí que al igual que los programas la Ruta del Esclavo y la Ruta
del Azúcar, el del Café, ahora expresado a través del museo La
Isabelica, tenga gran repercusión a escala global, porque marca un
hito en la historia americana y distingue con luz propia el patrimonio
cultural de la nación cubana.