Ella
es una de las mujeres más laureadas del planeta. En su deporte, el
judo, lo ha alcanzado todo: el título olímpico de Atlanta 1996; la
plateada en Sydney 2000; los bronces de Barcelona 1992, con apenas
19 años, y en Atenas 2004; dos coronas en los mundiales de 1995 y
1999, subtitular del orbe en el 2001 y 2003; tres diademas
panamericanas y dos veces reina centrocaribeña.
Sin temor al absolutismo, difícilmente la ciudad de Río de
Janeiro, sede desde el día 13 de los XV Juegos Panamericanos, tenga
un huésped, hombre o mujer, de mayor linaje deportivo.
Cualquier atleta hubiera definido algunos de esos momentos como
el más feliz de su carrera deportiva y le sobrarían razones para así
sentirlo. Sin embargo, Driulis González Morales, una muchacha con
poco más de 33 años, nacida en Guantánamo, es también de la estirpe
de los que piensan que toda la gloria del mundo cabe en un grano de
maíz.
El pasado sábado, tras recibir la bandera que defenderá la
delegación cubana en Río de Janeiro de manos del General de Ejército
Raúl Castro Ruz, Primer Vicepresidente de los consejos de Estado y
de Ministros, le dijo a Granma: "este es el momento más feliz
de mi carrera deportiva, es lo más bello que me ha pasado".
"Raúl me felicitó, me dio dos besos y uno de ellos, me dijo, era
de Fidel ¿quieres algo más grande que eso? Recibí la bandera y la
ternura de esos dos grandes hombres, sentí que Cuba entera me estaba
besando. No hay medalla, no hay oro en el mundo que valga tanto".
Todavía emocionada, nos habló del reto que significa Río de
Janeiro. "Será difícil, pero soy de las convencidas de que sí se
puede, regresaremos con el segundo lugar por naciones. A Cuba y a su
deporte la han hecho grande los retos. Por ejemplo, en el judo
femenino tenemos un equipo muy joven, cinco debutantes de siete,
pero nuestros profesores han sabido impregnar en las más bisoñas la
historia que hemos escrito por más de una década al más alto nivel
mundial. Ellas sabrán continuar la senda de victorias de las judocas
cubanas, no lo dudes".
Le creo, porque la mujer que lleva la enseña nacional a los
Juegos Panamericanos, es de esas que han sabido empinarse ante cada
montaña hasta coronar las cimas. En medio de su ascendente carrera
deportiva, y aún muy jovencita, sufrió la irreparable pérdida de sus
padres, primero, su mamá luego el papá; poco antes de salir hacia
Atlanta 1996 una seria lesión cervical en un entrenamiento le
amenazó su presencia en esos Juegos Olímpicos, incluso hasta su
permanencia en el deporte, pero ella y su entrenador Ronaldo Veitía
apostaron a la perseverancia, a la voluntad, a ese sí se puede, y
casi sin recuperarse asistió y ganó.
A su regreso de esa lid le dije que había levantado a todo un
pueblo con aquella medalla, que debía sentirse muy feliz. Contestó
entonces, yo sabía que podía.
Hoy es madre de su pequeño Peter y aún cumple con el rigor del
entrenamiento y¼ "aunque los años no
pasan por gusto, si voy al combate, como ahora, solo un pensamiento
me acompaña, el de la victoria".