Apenas
supo de juegos y mimos. A los ocho o nueve años comenzó a trabajar
recogiendo terneros, ordeñando o enlazando vacas. No supo del calor de
un aula, sino el del ardiente sol que quemaba la espalda, cuando ya un
jovencito cortaba arroz durante largas jornadas por poco más de un
peso. Su sueño era ayudar a la madre y hermanos, aspiración que se
dispuso hacer realidad cuando marchó a las montañas orientales a
luchar contra la injusticia imperante. Tenía apenas 16 años, pero a
Carlos Coello le sobraba coraje para combatir, y junto a los hermanos
Arceo, amigos de la infancia, van armados de escopetas y revólveres.
Baldomero Arceo recuerda aquellos días en que llegaron al pelotón
de Alfonso Zayas. La escopeta que llevaba Coello la cogió Alfonso para
un experimento de estallar una mina, porque no había otra arma más
mala que aquella, señala. Después querían mandarnos para Minas de Frío
y tanto dimos que nos quedamos como mensajeros para lo que fuera.
Estuvieron en el combate de San Lorenzo, el trasiego de pertrechos
para las tropas de Camilo, en la toma de Las Vegas de Jibacoa y en Las
Mercedes. Ese fue uno de los últimos combates en que participamos en
las lomas, cuenta Arceo. Se estaba organizando la tropa para la
invasión y nos hicieron ayudantes de una ametralladora calibre 30 con
trípode, Coello cargando los proyectiles y yo el trípode, hicimos la
guerra hasta la campaña de Las Villas.
Al triunfo de la Revolución, Coello pasó a formar parte de la
escolta del Comandante Guevara, bajo las órdenes de Harry Villegas (Pombo),
quien recuerda cómo, a pesar de los muchos méritos acumulados, el Che
no ascendió a Carlos hasta que este no aprendió a leer; entonces lo
hizo sargento.
Al lado del Guerrillero Heroico podía vérsele lo mismo en el
trabajo voluntario, que en los viajes al exterior. Junto a él marchó
al Congo y fue allí donde adoptó el nombre de Tumaini o Tuma, como
empezaron a llamar todos al joven y alegre combatiente. Unos tres
meses antes que el Che llegara a Bolivia, y con otros compañeros,
emprendió las tareas organizativas para el inicio de la lucha. El 7 de
noviembre el Che inicia las anotaciones de su diario y señala: el
primer día: como dato curioso, el inefable Tumaini es indicado como el
químico del grupo.
En Cuba había quedado Esmérida Ferrer, la esposa con la cual nada
más pudo compartir cinco meses de unión que fructificaron en su único
hijo, al que no conoció y puso el nombre de Tuma. Ya en la guerrilla
boliviana sigue, conjuntamente con Urbano (Leonardo Tamayo), teniendo
la responsabilidad de velar por la vida del Che, y esto traía
discusiones entre ambos escoltas.
El origen de las discusiones —cuenta el hoy coronel Tamayo— era por
ir al combate. Cuando el Che iba a una emboscada yo le decía a Tuma:
quédate con el instrumental quirúrgico y las mochilas y yo voy con
Fernando, y cuando el Che no iba, entonces decía lo contrario, quédate
cuidando a Fernando que yo voy a la emboscada. Esto molestaba a Tuma
y, claro, protestaba. Él con su jovialidad de siempre limpiaba su
fusil a diario y le decía: Fíjate, te limpié, pero se va a terminar la
guerra y no vas a disparar un tiro. Ese día el Che lo autorizó a ir a
la emboscada. Inti Peredo narró así el encuentro sostenido entonces:
Estábamos acampados en Piraboy, en las faldas del Río Durán. Che había
ordenado una emboscada (...) alrededor de las cuatro y media de la
tarde envió de relevo a Pombo, Arturo (René Martínez), Antonio (Olo
Pantoja), Ñato (Julio Méndez) y Tuma, con el objeto de que descansaran
Miguel (Manuel Hernández)y la gente de la vanguardia.
En los momentos de llegar se sintió un fuerte tiroteo. Tendidos en
la arena había 4 soldados aunque no todos estaban muertos. El Ejército
estaba desplegado al otro lado del río totalmente seco, ocupando
buenas posiciones. Che llegó a ocupar su posición de combate... El
enfrentamiento desigual tuvo lugar en una zona desprovista de árboles
y ante la desventaja el Che ordena la retirada. Pombo, quien fuera
también herido en una pierna, cuenta: A la salida del camino vimos al
Médico, quien nos informó que Tuma había sido herido en el vientre
mientras le gritaba: Muganga cuídate que esto está que jode. Lo
montaron en un caballo. La herida era muy fea, se le operó en la casa
del campesino Fenelón Coca, pero todo fue en vano.
De su muerte escribió el Che: ...Con él se me fue un compañero
inseparable de todos los últimos años, de una fidelidad a toda prueba
y cuya ausencia siento desde ahora, casi como la de un hijo. Al caer
pidió que se entregara el reloj, y como no lo hicieron para atenderlo,
se lo quitó y se lo dio a Arturo. Ese gesto revela la voluntad de que
fuera entregado al hijo que no conoció, como había hecho yo con los
relojes de los compañeros muertos anteriormente. Lo llevaré toda la
guerra. Cargamos el cadáver en un animal, y lo llevamos para
enterrarlo lejos de allí. Augusto Coca, en cuya casa fue operado Tuma,
no olvida aquella noche en que el Guerrillero Heroico pasó todo el
tiempo junto al cuerpo del compañero muerto. El Che no habló más,
observó el fuego, toda la noche junto al fuego sin echarse a dormir,
recuerda. Los campesinos del lugar hicieron una tumba para Tuma y
cuidaron con celo sus restos, lo que hizo posible que hoy descansen en
Cuba.
(Tomado de un libro en preparación de la autora)