Sin embargo, casi dos décadas después el mundo se inclina en otra
dirección: las producciones de cocaína alcanzan las 910 toneladas
anuales, las de marihuana las 45 000; cerca de 200 millones de
personas consumen drogas ilícitas, tanto naturales como sintéticas;
estas últimas se difunden con rapidez espeluznante por territorios
donde antes eran desconocidas.
Para la fecha, y bajo el eslogan "¿Controlan las drogas tu vida? Tu
vida. Tu comunidad. No hay espacio para las drogas", la Oficina de las
Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) lanzó su campaña.
Este año el tema está centrado en el abuso de drogas; mientras, el de
la producción y el cultivo quedó reservado para el 2008 y el tráfico
ilícito para el 2009.
Con ello buscan sensibilizar a la opinión pública acerca del
problema de la droga, el cual disputa a la pobreza, a las guerras y a
las enfermedades una posición cimera entre los flagelos del planeta.
Lograr eficacia en su solución depende del actuar responsable de los
gobiernos y de la voluntad real de estos de alcanzar sin dobles
raseros, posiciones simplistas ni posturas hipócritas, los propósitos
que promulgan.
Consciente de los peligros que entrañan el tráfico y el consumo
indebido de drogas, Cuba ha mantenido desde siempre una férrea
voluntad política en su lucha contra estas manifestaciones y ha
encaminado sus esfuerzos a no permitir el uso del territorio nacional
para actividades de narcotráfico, no servir de refugio a prófugos de
la justicia de otras naciones, evitar que las problemáticas actuales
se conviertan en una amenaza para nuestra Seguridad Nacional y a
promover la colaboración internacional, para lo cual asigna los
recursos necesarios.
Como resultado de esto nuestro país puede hoy afirmar que no es
productor de drogas, territorio de tránsito o donde se almacenen
estupefacientes, ni nación alta consumidora de tales sustancias.
Nada es improvisado. Se trata de una política del Estado
sustentada, internacionalmente, en la firma de numerosos acuerdos de
cooperación, memorandos de entendimiento, convenios de asistencia
jurídica y en la participación en convenios y convenciones sobre la
materia. En lo interno, tiene como base el Plan maestro para la lucha
contra el tráfico ilícito de drogas (1993) y el Programa nacional
integral de prevención al uso indebido de drogas de la República de
Cuba, aprobado en 1999.
Tal estrategia, que involucra a diversos ministerios, promueve el
desarrollo de estilos de vida saludables en la población, desarrolla
la divulgación y consejería orientadas a prevenir el consumo,
fortalece la capacitación del personal y cuenta con una vasta red
asistencial en todos los niveles de salud. Al mismo tiempo, controla y
previene el desvío de medicamentos y estimula la desintoxicación, la
reinserción social, laboral y familiar de los adictos, propósito en el
que nuestras organizaciones de masas en las comunidades desempeñan un
papel protagónico.
Estas acciones son asimiladas de manera positiva por la población,
la que junto al gobierno forman un solo bastión con diversas
manifestaciones: desde la ejecución de ejercicios de vigilancia
popular en nuestras costas hasta la realización de barrio-debates.
Para el doctor Alejandro García Galcerán, máster en Psiquiatría
Social, la preocupación de la ONUDD, sintetizada en el eslogan de su
campaña, tiene una base bien fundamentada. La droga, dice, es un
fenómeno muy complejo.
Se ha demostrado a nivel internacional, precisa, que de no tomarse
medidas drásticas con respecto a la venta y tráfico ilegal, y al
consumo de estupefacientes, tales manifestaciones acarrearán a muchos
países graves problemas internos, de tipo político, de violencia y
desestabilización social.
Desgraciadamente, afirma, hay territorios completos donde las
drogas son consumidas habitualmente, convirtiéndose en un flagelo que
trae aparejados disímiles trastornos físicos, psicológicos y sociales.
El individuo adicto no solo se hace daño a sí mismo, genera serios
problemas de convivencia social, violencia intrafamiliar y en la
comunidad. Por eso hay que combatir la droga todo el tiempo; su
consumo no puede ser nunca una opción.
Con su vasta experiencia como director del Centro Comunitario de
Salud Mental del municipio de Centro Habana, en la capital, García
Galcerán hace énfasis en la prevención. Esta, explica, parte de una
estrategia nacional que incluye la capacitación constante del personal
de Salud, Educación (a todos los niveles), de los ministerios del
Interior, Justicia, Cultura y Turismo, organizaciones de masas y de
todos los que de una manera u otra se relacionan con esta
problemática.
En todo el país el lenguaje utilizado al abordar el tema de las
adicciones es el mismo, se conoce bien cómo llevar cada paso del
proceso. Ejemplo de ello es la relación directa de los equipos de
Salud Mental con los factores de la comunidad para lograr el trabajo
preventivo, promocional y de rehabilitación en las áreas: promovemos
acciones de salud, realizamos charlas en centros educacionales y
barrio-debates con cada familia, con cada persona.
A esto, agrega, se une la labor de pesquisaje. Tratamos de detectar
al enfermo y ofrecerle tratamiento a fin de lograr su reinserción
social. Para lograrlo recabamos mucho de la colaboración de la familia
y del área donde reside.
Para nosotros, además de la prevención, el trabajo clave es con
adolescentes y jóvenes, por ser el grupo de riesgo más vulnerable.
Internacionalmente la mayoría de los consumidores empiezan a hacerlo
en edades tempranas, por diferentes factores, entre ellos:
desconocimiento, curiosidad, porque en esa etapa se es más rebelde y
se quieren probar cosas, por embullo del grupo, inseguridad o
necesidad de comunicación.
Llama la atención, subraya el especialista, que la mayoría de estos
muchachos no quieren ser adictos, pero ahí hay un problema. Piensan
que es una situación pasajera o temporal, pero desgraciadamente no
tienen en cuenta los factores biológicos y los predisponentes. Hay
quienes con poco consumo pueden convertirse en adictos.
La droga provoca en quien la ingiere una tendencia a aumentar la
cantidad para sentir los mismos efectos (fenómeno conocido como
Tolerancia). Paulatinamente esto provoca trastornos en los
neurotransmisores y en niveles biológico-corporales que conducen al
peor inconveniente de la droga: la dependencia, la cual se traduce en
esclavitud.
Como especialistas de los centros comunitarios de Salud Mental,
instituidos a lo largo del país, es muy importante para nosotros que
el individuo que necesite ayuda se sienta acogido y tenga confianza en
el grupo médico que lo va a atender. Popularmente se tiende a ver al
drogadicto como un delincuente, marginal o antisocial, y en la mayoría
de los casos no es así. Muchos tienen grandes posibilidades de
rehabilitarse y si no hay confiabilidad en las instituciones médicas
esto no se logra.
—¿Considera que han ganado la confianza de la comunidad?
Pienso que sí. En sentido general la población se siente cómoda al
contar con este grupo de profesionales en su comunidad y acuden sin
reservas a nuestros centros de Salud Mental. Saben que estamos aquí,
que tenemos las puertas abiertas.
El consumidor a veces siente temor de acercarse en busca de ayuda,
pero lo hacen sus familiares, sus amigos, los factores de la cuadra, y
eso nos permite detectar los casos, aproximarnos a ellos y
auxiliarlos. Pero, por supuesto, para que una persona tenga un
tratamiento de rehabilitación realmente efectivo tiene que tener, ante
todo, voluntad de hacerlo.
Hoy día son más las personas que acuden de manera espontánea o
acompañados de familiares en busca de asistencia médica; ese es un
logro significativo.
La posición de la familia y la sociedad cubana es antidroga, y eso
ayuda mucho en este trabajo esencialmente comunitario.