Conmueve
profundamente el contenido del fragmento a modo de exergo citado
anteriormente, escrito por el general Bartolomé Masó Márquez en carta
a su compatriota y amigo Juan Ramírez, en los últimos y difíciles
momentos del Consejo de Gobierno que él presidía antes de iniciarse la
Asamblea de Representantes de la Revolución, en Santa Cruz, en 1898,
con las tropas intervencionistas norteamericanas ya en nuestro
territorio nacional y en la cual cesarían sus funciones como el último
Presidente del Gobierno en Armas de Cuba para retirarse y establecerse
con humildad suprema en su querida Hacienda La Jaguita, en Manzanillo.
Pero me ha parecido muy oportuno para iniciar mis reflexiones en
torno a tan ilustre y destacado precursor de la independencia cubana a
quien deseamos rendir póstumo tributo en el centenario de su
fallecimiento.
Su padre fue Bartolomé Masó y Randés, natural de Cataluña, España,
quien era comerciante y propietario. Su madre Josefa Benita Márquez,
cubana y natural de la ciudad de Bayamo.
En compañía de sus hermanos Isaías y Rafael, aprendió las primeras
letras con su propia madre en el hogar. Luego estudiaría en una
escuelita cerca de su residencia. Y ya en la adolescencia lo enviaron
al Convento de Santo Domingo, en Bayamo, donde cursó la enseñanza
elemental y superior. Al concluir dichos estudios el padre lo trajo
para Manzanillo, en cuya ciudad fue colocado en la actividad comercial
donde nunca progresó ya que no tenía vocación mercantil. Sin embargo,
era muy aficionado a la literatura. Componía versos y los publicaba
dentro de sus posibilidades en diferentes revistas de Manzanillo,
Bayamo y Santiago de Cuba. En el género epistolar se destacaba
bastante, como puede corroborarse al leerse toda su correspondencia
íntima y política, entre las que se encuentran las cartas cruzadas con
José Martí, Máximo Gómez, Calixto García y otros importantes próceres
de nuestra independencia. Muy significativa y reveladora de su
exquisita sensibilidad resulta la letra de su himno "Resurrección",
compuesto el 31 de octubre de 1896, dedicado al 24 de Febrero de 1895.
Es de señalar que en la masonería, Bartolomé Masó encontró el campo
propicio para desarrollar sus ideales de libertad y justicia a favor
de su país y el pueblo cubano. Se inició en la Logia Buena Fe de
Manzanillo, dependiente del Gran Oriente de Cuba y las Antillas. En
ella formó parte con el cargo de Maestro de Ceremonias, y el nombre
simbólico de "Báguano". Esto contribuyó decisivamente a su futuro como
combatiente revolucionario en pro de la independencia de nuestra
patria.
En 1867, constituyó con su hermano Isaías, Carlos Manuel de
Céspedes y Carlos Jaime Santiesteban la Junta Revolucionaria de
Manzanillo y allí formó parte de la Comisión Ejecutiva, organización
que al igual que la Logia estaba presidida por Carlos Manuel de
Céspedes.
Por esas razones, en los días previos al alzamiento del ingenio
Demajagua, en Manzanillo, como ya estaba señalado desde mucho antes
por sus críticas al gobierno colonial, aparece en el listado de
personas que debían ser detenidas por conspiradores separatistas. En
el telegrama cifrado en tal sentido, las instrucciones del capitán
general Francisco Lersundi, dirigido al gobernador de Bayamo, recibido
y descifrado por un primo de Carlos Manuel de Céspedes quien era jefe
de telégrafos, se indicaba: "Cuba es de España, y para España hay que
conservarla gobierne quien gobierne. Reduzca a prisión a Carlos Manuel
de Céspedes, Francisco Vicente Aguilera, Pedro Figueredo, Francisco
Maceo, Bartolomé Masó, Francisco Javier de Céspedes" (¼ )
De este modo, enterado los revolucionarios a tiempo del mencionado
telegrama, decidieron adelantarse a lo previamente acordado y se
alzaron en armas, al amanecer del 10 de octubre de ese mismo año de
1868, en el ingenio Demajagua, propiedad de Carlos Manuel de Céspedes.
Entre los más de treinta patriotas que acompañaron a Céspedes desde
ese mismo día estuvo Bartolomé Masó Márquez.
Participó en el combate inicial de Yara, desfavorable a los
insurrectos, siendo uno de los pocos sobrevivientes en esa acción, así
como en el ataque de Barrancas y de Bayamo del 18 al 20 de octubre.
Puede afirmarse que desde soldado raso, llegó a Segundo Jefe de las
fuerzas libertadoras con el grado de Teniente general y segundo de
Carlos Manuel de Céspedes desde el mismo mes de octubre. Pero dando ya
prueba de su ejemplar conducta, renunció a tan importante cargo para
proponer al patriota dominicano Luis Marcano, quien se había alzado a
los pocos días con un gran destacamento de hombres, porque lo
consideraba con conocimientos militares y otra cualidades personales
que él no poseía.
Así durante los diez años de guerra tuvo una actitud similar muy
consecuente y transparente acorde con los principios patrióticos y
revolucionarios con el objetivo de alcanzar la independencia absoluta
de la Isla. Participó en numerosos combates como Las Guásimas,
Melones, Naranjo-Mojacasabe, y en ataques y tomas de poblados y
ciudades.
Fue Intendente General del Ejército y Hacienda, Miembro de la Corte
Marcial, Secretario y Subsecretario de la Guerra, Coronel Segundo Jefe
del Distrito de Holguín, Mayor General del Ejército Libertador,
Representante a la Cámara, Secretario de la misma y Vicepresidente y
Presidente de la República en Armas.
Se opuso, junto a Máximo Gómez y Antonio Maceo y en apoyo al
Gobierno en Armas y la Constitución, a los movimientos sediciosos o
reformistas de Lagunas de Varona, en 1875 y de Santa Rita, en 1877 por
considerarlos perjudiciales para la disciplina y la unidad en el campo
independentista.
Igualmente cuando se produjo el Pacto del Zanjón, el 10 de febrero
de 1878, lo rechazó categóricamente y estuvo junto a los patriotas que
luego de la Protesta de Baraguá, protagonizada por Antonio Maceo, se
unieron al Gobierno Provisional, presidido por el Mayor General Titá
Calvar quien le ratificó sus grados de General de Brigada que había
alcanzado, a mi juicio, tardía e injustamente, en 1877. Y así se
mantuvo combatiendo en ese dramático y complejo periodo hasta que
depuso las armas al disolverse el Gobierno Provisional, luego de la
salida hacia Jamaica en misión de la revolución de Antonio Maceo.
Durante la Guerra Chiquita (1879-1880) es detenido debido a sus
actividades conspirativas e independentistas junto a Enrique e Ismael
Céspedes y cerca de ochenta manzanilleros por orden del gobernador
general de la Isla, Camilo Polavieja. Lo envían a Santiago de Cuba
donde el 10 de octubre de 1879 es encarcelado en el Castillo del
Morro. Allí permanecerá 18 días hasta que lo conducen a Puerto Rico y
de allí lo envían a España como desterrado político junto con otros
prisioneros cubanos, entre los cuales se encontraban Emilio Bacardí y
Federico Pérez Carbó. Estuvo en las prisiones de Cádiz, Melilla y
Ceuta. En ese periodo del cautiverio su fiel y abnegada esposa
Panchita Rosales, se destacó al frente de su Hacienda La Jaguita, en
Manzanillo.
Durante la visita de Antonio Maceo a Cuba desde enero hasta agosto
de 1890, Bartolomé Masó participó en la conspiración conocida por La
Paz del Manganeso.
Ya en los nuevos preparativos de la Guerra de 1895 su principal
organizador José Martí lo tiene en cuenta, por sus cualidades
revolucionarias junto a Guillermón Moncada, Quintín Bandera, Periquito
Pérez y otros destacados patriotas, como uno de los más importantes
jefes de Oriente, en las zonas de Manzanillo, Bayamo, Las Tunas y
Holguín.
Por eso le correspondió a Bartolomé Masó el gran privilegio de
organizar y preparar las fuerzas cubanas que encontrarían Antonio
Maceo con sus compañeros de la Goleta Honor al desembarcar, el 1 de
abril de 1895 y José Martí con el General en Jefe Máximo Gómez y sus
cuatro acompañantes, el 11 del mismo mes y año.
Como es conocido por todos, unos días después en esa misma zona de
Dos Ríos, cayó combatiendo José Martí. Pero su fiel compatriota
manzanillero también estuvo en tan desgraciado combate y como muestra
de fidelidad a la causa de la revolución, continuó la lucha.
Claro está que no resultó nada fácil, pues nuevamente surgieron
también los grandes conflictos entre el mando militar y el civil, que
desde 1868 afectaron a la revolución. Además de la caída en combate de
los Generales José y Antonio Maceo, entre otros. Pero Bartolomé Masó,
ahora elegido Presidente del Gobierno en Armas, en la Yaya, con las
contradicciones, dificultades, aciertos, virtudes y defectos propios
de los seres humanos, siguió su recta y patriótica conducta en favor
del ideal acariciado desde 1868: la independencia absoluta de Cuba.
Luego de tres años desarrollándose la tercera y última guerra
organizada y dirigida por Martí, el gobierno de los Estados Unidos de
Norteamérica que nunca había reconocido la beligerancia de los
insurrectos cubanos, declaró esta vez la guerra a España, en abril de
1898 e intervino oportunistamente en nuestros asuntos para
arrebatarnos la victoria después de treinta años de cruenta lucha de
nuestro heroico pueblo.
En esa difícil y compleja coyuntura, al Gobierno Cubano en Armas,
presidido entonces por el incorruptible y gallardo Bartolomé Masó, no
le quedó más remedio, porque además no tenía modo de evitarlo, que
ordenar a nuestros jefes del glorioso Ejército Libertador para que
coordinaran con los marines yanquis las operaciones militares contra
España.
Triste fue lo que vino después de la intervención norteamericana y
fue mucho lo que nuestros patriotas tuvieron que hacer para impedir
sus propósitos anexionistas y la imposición de la Enmienda Platt en
nuestra Constitución de la primera República, surgida en 1902. Pero
nuestro General Masó como otros muchos jefes mambises, no transigió
nunca, ni se vendió, ni se rindió. Fue en tan triste y bochornosa
situación con las tropas yanquis en nuestro territorio, un incansable
luchador contra la intervención norteamericana y la oprobiosa Enmienda
Platt.
Por eso el general Leonardo Wood y demás autoridades
norteamericanas quienes conocían sus principios éticos y morales, así
como su inclaudicable postura a favor de la independencia absoluta de
Cuba, dieron todo su apoyo en las primeras elecciones republicanas al
favorito de ellos, Don Tomás Estrada Palma, sin el cual este no
hubiera podido ser electo y además porque viendo los turbios manejos y
las inmoralidades electorales que se hacían descaradamente, los
partidarios de Masó decidieron retirar su candidatura.
El legendario patriota manzanillero no se manchó nunca ni se mezcló
indignamente con los enemigos de su tierra. Fue leal y consecuente con
sus principios revolucionarios e independentistas hasta su muerte en
Manzanillo a los 76 años de edad, el 14 de junio de 1907.