Sierra Leona sigue siendo una de las naciones más pobres del mundo.
Como informa la BBC en su sitio en la Red, un 60% de su
presupuesto depende de la ayuda extranjera, la esperanza de vida es de
41 años y un 70% de la población vive bajo la línea de pobreza.
Incluso con el perdón de la deuda, Sierra Leona sigue importando más
de lo que exporta, todo testimonia de una dependencia y desigualdad
radicales en un país por demás rico en recursos. Es la receta para
otra guerra civil mucho después de que Blair abandone su puesto.
Blair no es el único que explota a África en busca de buena
conciencia y legado. En su discurso de Estado de la Unión de enero del
2007, un presidente Bush con cara seria declaró que: "La política
externa estadounidense es más que asunto de guerra y diplomacia.
Nuestra labor también se basa en la verdad eterna: De quien recibe
mucho, se espera mucho" y por ello "debemos seguir combatiendo el
VIH/SIDA, especialmente en el continente africano". Para Bush,
mientras la política exterior de EE.UU. sufre la derrota en Oriente
Próximo, África se convierte en la gracia salvadora. Funciona, el
Washington Post aplaudió recientemente a Bush por su Guerra contra
el SIDA.
Pero según Salih Booker de Africa Action, desde el 2002 el Plan
SIDA de Bush ha sido "más humo que espejos". En lugar de destinar el
dinero prometido a través del Global Fund, lo canaliza a través de
PEPFAR, el Plan de Emergencia del presidente para la Ayuda al SIDA que
es "influenciado a menudo por fórmulas políticas restrictivas y
basadas en la ideología, como ser regulaciones de solo abstinencia".
Bush debilita sus propios esfuerzos mediante lo que la mayoría de los
expertos consideran programas irrealizables de ABC (Abstinencia, Ser
Fiel y, como último recurso, Condones).
Peor todavía es el Complejo Industrial SIDA. Estados Unidos bajo
Bush se opuso a la liberalización de las leyes de patentes que
permitirían a los países fabricar o importar medicamentos genéricos.
El dinero donado para el SIDA es gastado por lo tanto en costosas
drogas a precios recargados. Las compañías farmacéuticas se embolsan
el dinero y luego cabildean contra la liberalización de las leyes de
patentes. El sistema está trabado en un ciclo de obtención de
beneficios a costas de los moribundos.
En lo que en otras partes del mundo llaman corrupción, un estudio
de Public Campaign estableció que en EE.UU., entre 1999 y el 2004
"intereses relacionados con la atención sanitaria han contribuido
162,3 millones de dólares a candidatos federales y comités
partidarios." En el 2003 el presidente Bush nombró a Randall Tobias,
director ejecutivo de Eli Lilly & Co (una gran compañía farmacéutica
estadounidense) para que dirija el Coordinador Global de SIDA de
Estados Unidos.
Para poner las cosas en perspectiva hay que considerar lo
siguiente: África es un continente, con una población estimada en 680
millones de personas y recibe 4 500 millones de dólares de Washington
mientras que Israel, un país con una población de 6 millones recibe
unos 3 000 millones. Y mientras Bush gasta unos 4 500 millones de
dólares al año para el SIDA en África, ha pedido al Congreso 624 600
millones de dólares para gastos militares para el año fiscal 2008.
Según un informe de Oxfam, por cada dólar entregado en ayuda a
África, los donantes reciben dos dólares de vuelta. Oxfam también
informa que un "aumento de un 1% en el comercio con África reportaría
70 000 millones de dólares al continente —cinco veces más de lo que
África recibe actualmente en ayuda y condonación de la deuda".
Por los 93 000 millones de dólares en subsidios agrícolas de EE.UU.,
África, como resultado de precios internacionales más bajos, pierde
más de lo que recibe en ayuda extranjera. Un artículo de African
Renewal de Naciones Unidas, muestra que Malí recibió 37,7 millones
de dólares en ayuda de la Casa Blanca en el 2001, pero perdió 43
millones de dólares a través de bajos precios del mercado. Estados
Unidos se llevaba más con una mano y daba menos con la otra.
Pero nosotros, como africanos, también tenemos una buena parte de
la culpa. En lugar de políticas que rompan de una vez por todas
nuestra dependencia, nuestros dirigentes negocian nuestra subsistencia
a largo plazo a cambio de ventajas a corto plazo. En el 2004, según
Patrick Bond, un analista político basado en África del Sur, la elite
africana tenía 80 000 millones de dólares guardados en bancos
occidentales. Al mismo tiempo, los gobiernos africanos debían a esos
mismos bancos 30 000 millones de dólares. O, en otra sorprendente
estadística, África perdió, entre 1970 y 1996, 285 000 millones de
dólares como resultado de la huída de capitales, mientras incurría en
una deuda de 178 000 millones de dólares.
Hemos llegado a un estado psicológico peligroso, e interiorizado la
mentalidad de mendigos hasta un punto en que vemos la ayuda
estadounidense y occidental como parte integral de nuestro presupuesto
nacional. Los dirigentes de nuestra elite, igual que Bush y Blair, ven
más valor en la piel blanca que en la negra, más valor en las vidas
blancas que en las negras, y tienen más fe en las soluciones
occidentales que en las panafricanas.
Nuestra dependencia de Occidente para arbitrar todas las cosas
relacionadas con África tiene consecuencias calamitosas. El genocidio
en Ruanda se desarrolló mientras nuestros gobiernos esperaban la
intervención occidental. En la actualidad, el genocidio en Darfur se
desarrolla mientras miramos hacia Occidente. Las poblaciones pasan
hambre mientras nuestros dirigentes esperan cereales de Occidente,
nuestra pobreza empeora mientras esperamos la generosidad occidental.
Así que, ¿qué ventajas obtiene África si Bush saca más con una mano
y da menos con la otra? África no necesita más intervención militar
occidental, más condonación de deuda o más filantropía occidental. Lo
que necesitamos es un comercio justo entre naciones y justicia
económica entre naciones.
(Tomado de Rebelión)