África no necesita más filantropía occidental

Mukoma Ngugi

Aparte de suministrar materias primas, mano de obra, y mercados para productos terminados, África también limpia la conciencia de eruditos africanistas, evangelistas y misioneros, de músicos de rock and roll que quieren salvar a África mediante la adopción de huérfanos y de filántropos con complejos de Madre Teresa.

El SIDA sigue matando en África y el plan Bush es más fanfarria que otra cosa.

Pero por sobre todo los políticos occidentales: no se olviden de rescatar a los africanos de las garras de los señores de la guerra, la pobreza, la corrupción, y de la enfermedad. África se ha convertido en el continente al que van los que se sienten profundamente culpables para conseguir rápidos logros morales. Y nosotros, los africanos, se lo permitimos.

La realidad tras el despliegue del salvamento de África nos dice otra cosa. Cuando Anthony Blair intervino en Sierra Leona, lo pregonaron como un emblema de intervención militar humanitaria (una de las cinco tesis de lo que llegó a ser conocido como la Doctrina Blair). Sin embargo, mientras Blair se prepara a dejar su puesto, la realidad en Sierra Leona es bastante diferente de la historia exitosa que formará parte de su legado.

África necesita comercio justo para poder desarrollarse.

Sierra Leona sigue siendo una de las naciones más pobres del mundo. Como informa la BBC en su sitio en la Red, un 60% de su presupuesto depende de la ayuda extranjera, la esperanza de vida es de 41 años y un 70% de la población vive bajo la línea de pobreza. Incluso con el perdón de la deuda, Sierra Leona sigue importando más de lo que exporta, todo testimonia de una dependencia y desigualdad radicales en un país por demás rico en recursos. Es la receta para otra guerra civil mucho después de que Blair abandone su puesto.

Blair no es el único que explota a África en busca de buena conciencia y legado. En su discurso de Estado de la Unión de enero del 2007, un presidente Bush con cara seria declaró que: "La política externa estadounidense es más que asunto de guerra y diplomacia. Nuestra labor también se basa en la verdad eterna: De quien recibe mucho, se espera mucho" y por ello "debemos seguir combatiendo el VIH/SIDA, especialmente en el continente africano". Para Bush, mientras la política exterior de EE.UU. sufre la derrota en Oriente Próximo, África se convierte en la gracia salvadora. Funciona, el Washington Post aplaudió recientemente a Bush por su Guerra contra el SIDA.

Pero según Salih Booker de Africa Action, desde el 2002 el Plan SIDA de Bush ha sido "más humo que espejos". En lugar de destinar el dinero prometido a través del Global Fund, lo canaliza a través de PEPFAR, el Plan de Emergencia del presidente para la Ayuda al SIDA que es "influenciado a menudo por fórmulas políticas restrictivas y basadas en la ideología, como ser regulaciones de solo abstinencia". Bush debilita sus propios esfuerzos mediante lo que la mayoría de los expertos consideran programas irrealizables de ABC (Abstinencia, Ser Fiel y, como último recurso, Condones).

Peor todavía es el Complejo Industrial SIDA. Estados Unidos bajo Bush se opuso a la liberalización de las leyes de patentes que permitirían a los países fabricar o importar medicamentos genéricos. El dinero donado para el SIDA es gastado por lo tanto en costosas drogas a precios recargados. Las compañías farmacéuticas se embolsan el dinero y luego cabildean contra la liberalización de las leyes de patentes. El sistema está trabado en un ciclo de obtención de beneficios a costas de los moribundos.

En lo que en otras partes del mundo llaman corrupción, un estudio de Public Campaign estableció que en EE.UU., entre 1999 y el 2004 "intereses relacionados con la atención sanitaria han contribuido 162,3 millones de dólares a candidatos federales y comités partidarios." En el 2003 el presidente Bush nombró a Randall Tobias, director ejecutivo de Eli Lilly & Co (una gran compañía farmacéutica estadounidense) para que dirija el Coordinador Global de SIDA de Estados Unidos.

Para poner las cosas en perspectiva hay que considerar lo siguiente: África es un continente, con una población estimada en 680 millones de personas y recibe 4 500 millones de dólares de Washington mientras que Israel, un país con una población de 6 millones recibe unos 3 000 millones. Y mientras Bush gasta unos 4 500 millones de dólares al año para el SIDA en África, ha pedido al Congreso 624 600 millones de dólares para gastos militares para el año fiscal 2008.

Según un informe de Oxfam, por cada dólar entregado en ayuda a África, los donantes reciben dos dólares de vuelta. Oxfam también informa que un "aumento de un 1% en el comercio con África reportaría 70 000 millones de dólares al continente —cinco veces más de lo que África recibe actualmente en ayuda y condonación de la deuda".

Por los 93 000 millones de dólares en subsidios agrícolas de EE.UU., África, como resultado de precios internacionales más bajos, pierde más de lo que recibe en ayuda extranjera. Un artículo de African Renewal de Naciones Unidas, muestra que Malí recibió 37,7 millones de dólares en ayuda de la Casa Blanca en el 2001, pero perdió 43 millones de dólares a través de bajos precios del mercado. Estados Unidos se llevaba más con una mano y daba menos con la otra.

Pero nosotros, como africanos, también tenemos una buena parte de la culpa. En lugar de políticas que rompan de una vez por todas nuestra dependencia, nuestros dirigentes negocian nuestra subsistencia a largo plazo a cambio de ventajas a corto plazo. En el 2004, según Patrick Bond, un analista político basado en África del Sur, la elite africana tenía 80 000 millones de dólares guardados en bancos occidentales. Al mismo tiempo, los gobiernos africanos debían a esos mismos bancos 30 000 millones de dólares. O, en otra sorprendente estadística, África perdió, entre 1970 y 1996, 285 000 millones de dólares como resultado de la huída de capitales, mientras incurría en una deuda de 178 000 millones de dólares.

Hemos llegado a un estado psicológico peligroso, e interiorizado la mentalidad de mendigos hasta un punto en que vemos la ayuda estadounidense y occidental como parte integral de nuestro presupuesto nacional. Los dirigentes de nuestra elite, igual que Bush y Blair, ven más valor en la piel blanca que en la negra, más valor en las vidas blancas que en las negras, y tienen más fe en las soluciones occidentales que en las panafricanas.

Nuestra dependencia de Occidente para arbitrar todas las cosas relacionadas con África tiene consecuencias calamitosas. El genocidio en Ruanda se desarrolló mientras nuestros gobiernos esperaban la intervención occidental. En la actualidad, el genocidio en Darfur se desarrolla mientras miramos hacia Occidente. Las poblaciones pasan hambre mientras nuestros dirigentes esperan cereales de Occidente, nuestra pobreza empeora mientras esperamos la generosidad occidental.

Así que, ¿qué ventajas obtiene África si Bush saca más con una mano y da menos con la otra? África no necesita más intervención militar occidental, más condonación de deuda o más filantropía occidental. Lo que necesitamos es un comercio justo entre naciones y justicia económica entre naciones.

(Tomado de Rebelión)

 

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