En
Costa Rica se enfrentan dos conceptos cruciales en un referendo cuyos
resultados tendrán gran impacto en toda América Central.
En una esquina del cuadrilátero está el TLC con su amenaza de
pobreza y hambre. En la otra, la fuerza popular, curtida en largas
batallas callejeras contra el CAFTA.
El Tratado de Libre Comercio de Centroamérica - República
Dominicana con Estados Unidos (CAFTA-DR, o simplemente TLC) se firmó
en el 2004, pero el único país que no ha podido ratificar el convenio
ha sido Costa Rica.
El presidente Abel Pacheco hizo diferir el asunto por las aristas
cortantes que traía, cuando él no andaba con el prestigio muy alto y
la oposición radical y pujante de los sindicatos y las organizaciones
sociales lo frenaron en medio de una pelea que no ha cejado ni un solo
día contra un convenio que solo promete dependencia para el país.
Gobernando ya Oscar Arias, quien también conocía la irritabilidad
de los ánimos por un acuerdo que provocaba fiebres en los sindicatos,
los estudiantes, los campesinos y organizaciones populares y sociales,
también se postergó la ratificación, pero el tiempo apuraba.
El 2 de mayo pasado, el Tribunal Superior de Elecciones decidió
aprobar un plebiscito solicitado por el presidente Arias, a pesar de
que hubo una presentación legal ciudadana precedente, pero que tenía
el riesgo de requerir muchos meses de recogida de firmas y
preparación.
Tal lapso traía el peligro de que el Congreso norteamericano
eliminara la llamada vía rápida para aprobarlo, y entonces la
oligarquía costarricense quedaría fuera del arreglo.
Con la aprobación de la solicitud presidencial, el plebiscito se
puede realizar a fines de agosto o en septiembre y se evita la
posibilidad de que la vía rápida (fast track) muera sin incluir
a la economía costarricense.
Es una jugada fullera de aceleración, completamente ilegal, según
el Frente contra el TLC, mas, al mismo tiempo, es el reconocimiento de
lo que han venido reclamando los ticos desde hace tiempo: el tratado
tiene que ser aprobado por voto popular. Tanta fuerza ha tenido el
movimiento contra el CAFTA que no hubo más remedio que aprobar el
referendo.
En las filas empresariales hay un poco de desesperación, y Arias,
que llegó hace un año a la presidencia a caballo sobre el
neoliberalismo y el TLC, proclamó que con tratado o sin tratado iba a
acabar con los monopolios estatales de la energía, las
telecomunicaciones y los seguros, todos renglones rentables.
Su opción es favorecer todo lo posible al capital privado y a las
transnacionales, a pesar de los tristes resultados de las recetas
neoliberales en Latinoamérica.
El aparato empresarial prepara todas sus armas para aplastar la
tendencia al NO. El secretario general de la costarricense Asociación
Nacional de Empleados Públicos (ANEP), Albino Vargas, exigió al
Tribunal Supremo de Elecciones actuar ante el clima de terror patronal
que se está implantando en el país, pues las empresas privadas están
reclutando a empleados para apoyar al tratado.
El Presidente tico emplea medidas fuertes para tratar de ganar, y
acaba de liberar a su ministro de la Producción, Alfredo Volio, afin
de dirigir la campaña del Sí al TLC, por lo que es de suponer el
vendaval de publicidad de todo tipo, que caerá sobre los ciudadanos.
El pasado 8 de mayo, el embajador yanki Langsdale se sumó a los
deseos oficiales y de la clase rica, y llamó abiertamente a la
población a pronunciarse por el Sí en declaraciones al periódico
Prensa Libre Digital, en una clara injerencia en los asuntos internos
de la nación centroamericana, y con el beneplácito gubernamental.
Por el contrario, el Gobierno ha recurrido a la falsa acusación de
que los sindicatos y las organizaciones sociales opuestas al CAFTA son
subvencionados desde el exterior, pero a ello dirigentes sindicales
retaron a los jerarcas del sector empresarial y de la Cámara
Americana-Costarricense (Amcham) a abrir las cuentas personales y de
sus organizaciones para determinar si hay financiamiento foráneo,
propuesta apoyada por Roxana Salazar, presidenta de la organización
Transparencia Internacional.
La Asociación Nacional de Empleados Públicos, igual que otras
organizaciones, declaró que "está en desarrollo tal monstruosidad
jurídica y política que podríamos estar ante el más gigantesco fraude"
y llamó a invitar a muchos observadores populares internacionales.
Los que se oponen al TLC en Costa Rica tienen razones legítimas
para su postura, que comparten con otros sectores populares de América
Central y del continente, pues ya sufren las consecuencias de acuerdos
con el gigante del Norte, que subsidia a sus producciones y lesiona la
soberanía, incluso alimentaria, de otros pueblos.