Hace 10 años, en la VII Cumbre Iberoamericana, se aprobó por
primera vez en esos foros un acuerdo, el número 38, con el siguiente
texto: "Por constituir requisitos indispensables de la democracia
reafirmamos los derechos a la libertad de expresión, de información y
de opinión, fundamentos del derecho que tienen las personas a recibir
información libre y veraz, sin censura ni restricciones".
Han pasado casi 24 años desde que se acordó en el seno de la
UNESCO, con el apoyo de todas las organizaciones internacionales y
regionales de periodistas, los diez principios éticos internaciones
del periodismo. El primero de ellos: "El derecho del pueblo a una
información verídica."
En 1980 la UNESCO dio aprobación al informe McBride –muchas voces,
un solo mundo –, documento histórico en la lucha por el Nuevo Orden
Internacional de la Información y la Comunicación (NOIIC). Del
extenso texto extraemos: "…parece necesario establecer nuevos
procedimientos gracias a los cuales el público esté en condiciones de
ejercer efectivamente el derecho a evaluar la acción de los medios de
comunicación social… la importancia de la misión periodística en el
mundo actual requiere la adopción de medidas encaminadas a realzar su
posición en la sociedad. Incluso hoy en muchos países los periodistas
no son considerados como miembros de una profesión, ni reconocidos y
tratados en consonancia con ello."
Al fundarse la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) en
1976 uno de sus principios expresó que: "La libertad de prensa la
conciben como el derecho de nuestros pueblos a ser oportuna y
verazmente informados y a expresar opiniones sin otras
restricciones que las impuestas por los mismos intereses de los
pueblos."
Mucho antes, en 1951, se había proclamado por los periodistas,
mediante el Acta de Montevideo, que …"El papel que la prensa había
cumplido junto a Martí, Bolívar, Mariátegui, el cura Hidalgo o Flores
Magón, fue modificado. El periodismo que había nacido por la libertad
se había convertido en un negocio, la noticia en una mercancía y el
periodista en un asalariado. La prensa estaba de espaldas a los
pueblos…"
De la quinta Conferencia Panamericana, celebrada en Chile en 1923,
surge la idea de realizar una conferencia continental de prensa, que
se realiza en Washington tres años después. Juan Gargurevich relata
que "…era la primera vez que se reunían a tantos propietarios de
periódicos de América latina y no está demás recordar que los temas
por las diferentes mesas no incluyeron los problemas de los
periodistas mismos. A los norteamericanos les interesaban los dueños,
no los empleados". Por cierto el presidente de Estados Unidos en esa
oportunidad era Calvin Coolidge, el mismo que ordenó la invasión a
Nicaragua contra Sandino y envió a la silla eléctrica a Saco y
Vanzetti.
En fecha todavía más lejana, 1889, José Martí dijo sobre el
resultado de la Primera Conferencia Panamericana que "ha llegado para
la América española la hora de declarar su segunda independencia." En
aquellas crónicas publicadas en La Nación de Buenos Aires está
presente como pocas veces el ejercicio del periodismo sagaz y digno,
de compromiso con la ética profesional y la patria grande.
Ese y no otro es el resumen de una historia perversa de 118 años
que se manifiesta en nuestros días con el agravante de la
concentración y monopolización de los medios que tienen su origen en
aquel panamericanismo, la eliminación de las regulaciones contra los
monopolios y la mentira en complicidad con los intereses
imperialistas. Es cada vez más comprobable el alejamiento ético de los
grandes medios, como expresión similar del sistema que los ha generado
y mantenido.
La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), fundada en La Habana en
1943 y refundada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el
Departamento de Estado en Nueva York en 1950 es la que ha determinado
desde entonces donde existe o no libertad de prensa. Es la misma
organizadora de campañas feroces contra todo lo que signifique el
derecho social, colectivo, además del individual a recibir información
veraz, que es la única base legítima de tal concepto.
Creo conveniente recordar esos hechos porque expresan donde ha
estado la cuestión esencial de una llamada libertad de prensa
dominante que rechaza el reconocimiento de la función de los medios
como un derecho de la sociedad. Mientras sea solo la libertad de
expresión –derecho individual – mantendrán que la relación emisor –
receptor se resuelve en la dirección del que recibe el mensaje y
decide cambiar el medio. Es decir, todo queda reducido a la libertad
individual de optar por uno u otro órgano de prensa… para seguir
leyendo o escuchando lo mismo. ¿No es ese el derecho que han reclamado
los medios de prensa en su labor subversiva de promover golpes de
Estado en Venezuela? Es la misma historia que ocurrió en Cuba cuando
se consideraron con el derecho de ser voceros de las campañas de las
agencias de noticias norteamericanas contra los juicios a los
criminales de guerra. Y no es distinta a historias similares en el
Chile de Salvador Allende, en la Nicaragua sandinista y hoy contra Evo
Morales y Rafael Correa en Bolivia y Ecuador. De tener que responder
al derecho colectivo, del pueblo, estarían sujetos a rendirle cuenta a
la sociedad organizada y no podrían disfrutar del derecho a mentir,
como han realizado y reclamado históricamente.
El derecho de la sociedad a exigir la información veraz, los
obligaría a reconocer que la libertad de prensa, como todas las
libertades, están en las constituciones que tienen los Estados y que
no lo compraron con dinero, sino con el heroísmo de sus pueblos. No
debe haber un derecho o principio superior a éste, porque no se trata
de una libertad surgida en los medios, sino que estos disfrutan de
algo que tiene muy distinto origen.
Ello explica las campañas de la SIP contra todos los hechos que he
citado, considerándolos ataques a la libertad de prensa. ¿Dónde está
la libertad del periodismo y los periodistas cuando tienen como única
libertad la de la empresa comercial obtenida con el dinero? ¿Cuándo la
SIP determina donde hay o no libertad de prensa, los empresarios que
la integran le preguntan su opinión a los periodistas de sus
redacciones? Por supuesto que no.
Pero hay más. Todos los procesos progresistas y revolucionarios que
se han hecho realidad han tenido en contra a los principales medios de
esos países. Esa experiencia permite considerar que, sobre todo
en los últimos casos, han tenido como aliados a una superior
conciencia crítica sobre el nefasto papel que tienen ante los cambios
a favor de los intereses populares. Como nunca se está evidenciando el
antagonismo entre los pueblos y los grandes empresarios de la mentira
organizada al servicio del imperialismo.
Aunque la CIA – SIP rechace cualquier debate sobre el tema, debemos
insistir más en hacer conciencia en relación con el verdadero derecho
del que se han apropiado. Y hacerlo principalmente con nuestros
colegas de América Latina.
Las bases endebles sobre las que pretende sustentarse la libertad
de prensa dominante, debe dar lugar a que celebremos en la fecha del 3
de mayo y todos los días, la libertad del periodismo y los
periodistas, que han sabido defender con sus vidas centenares de
compañeros latinoamericanos y también de otras regiones. La nuestra es
la única profesión en esos países que realizarla con ética puede
costar tanto. Es desde hace tiempo la profesión más peligrosa en
Latinoamérica y en esa lista no se incluyen los grandes empresarios.
Los matices en cada país de nuestra región no pueden borrar la
cuestión de fondo que se materializa en la guerra mediática contra el
conocimiento y la información de los pueblos por parte de los medios
transnacionales y de sus cómplices locales. Aunque crean lo
contrario vivimos tiempos en los que la realidad es factor creciente
de influencia y será lo determinante en alcanzar cambios positivos en
la sociedad.