Hoy domingo se levantará Mariana, como solía hacerlo en el
campamento mambí, para alentar a sus vástagos al combate.
Doña Leonor, en su humilde hogar habanero, leerá con ansiedad la
carta de su Pepe, que desde Montecristi, a poco de zarpar a conquistar
la libertad para su Patria, le jura jamás saldrá de su corazón obra
sin piedad y sin limpieza.
Rosario estará en su mecedora, escoltada por el cariño de Frank y
Josué. Esther, en San Juan y Martínez, repasará los tempranos versos
de Sergio y Luis. María de las Angustias verá partir uno a uno de los
Ameijeiras a la lucha implacable.
Junto a ellas, tantísimas otras: las que enseñaron a los suyos la
ruta de la Sierra, las que se sobrepusieron al horror de las sirenas,
las que se estremecieron ante el bombardeo homicida, las que contaron
los días de Girón, las que legaron parte de su sangre a otras tierras
del mundo, las que aguardaron y aguardan por el regreso de su fruto
secuestrado por la injusticia imperial.
Y esas que hora a hora vencen los desafíos cotidianos y se
multiplican en fábricas y aulas, oficinas y talleres, hospitales y
trincheras.
Todas reparten amor a manos llenas.