René Burri regresa a casa

MICHEL HERNÁNDEZ
michelher@granma.cip.cu

Foto:JUVENAL BALÁNHace casi cincuenta años, en un hotel español, un joven fotógrafo buscaba a Pablo Piccaso, quien se había hospedado allí para asistir a una corrida de toros.

"Mi principal imagen de una guerra fue Guernica. Tenía 20 años y estudiaba en la Escuela de Bellas Artes de Zurich. Demoré seis años en conocer a su autor. Al entrar al hotel El Caballo Blanco, una camarera me dice que Picasso estaba en su cuarto. Lo abro y él estaba en la cama dirigiendo una orquesta de amigos músicos. Entonces le pregunto si podía tirar fotos y me dice que sí."

Esta es la primera imagen que recuerda el fotógrafo suizo René Burri del memorable pintor. Su osadía le llevó al encuentro, pero la suerte le permitió estrechar amistad con el artista.

"Cuando partía del lugar, un niño me haló por el brazo y me condujo a una mesa en la que estaba Picasso rodeado de 13 invitados. ‘Papá encontré un fotógrafo’, le dice este al pintor que quería, por supersticiones suyas, reunir a 14 personas. Le había pedido a su hijo buscar a cualquiera y me tocó a mí, ya ves."

Burri es un ser expansivo. Parece vivir inmerso en constantes maniobras de despegue hacia complejos parajes de la geografía mundial para reeditar nuevamente su leyenda dentro del arte, como testigo activo de momentos trascendentales de la historia contemporánea. Sus rápidos movimientos, sonrisa pura y aire transparente desprenden tanta energía y optimismo que hace recordar a Roberto Benigni en el filme La vida es bella.

Hoy debe estar desandando las calles de La Habana protegido por su peculiar sombrero, cámara en mano, porque "yo siempre salgo para fotografiar a la gente. Hay fotógrafos que hacen fotografías a personalidades y luego van a casa o al hotel. Yo no. Siempre voy a la calle para ver cómo vive el pueblo".

"Aquí me siento como el hijo que regresa a casa. Tengo el corazón quizá un poco viejo aunque lleno de entusiasmo por Cuba", asegura entre bromas y tazas de café horas antes de la inauguración de su exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes, la mayor de sus muestras personales.

Nuestro diálogo comenzó, a petición suya, en una oficina de Granma. Interesado, observó fotos y pinturas alegóricas a la historia revolucionaria de Cuba colocadas en las paredes de la habitación. Pocos minutos después recorríamos la Europa de los años treinta. "Nací el 9 de abril de 1933 en Suiza. Mi abuelo no era un latifundista, pero tenía una gran finca. Pasé mucho tiempo allí durante la guerra. Era la oveja negra de la familia, los otros hijos fueron profesores, militares¼ , yo siempre estaba dibujando. Cuando tenía 13 años, mi papá me consiguió una pequeña cámara Kodak y me dijo: Ve a Zurich que un hombre muy importante va a pasar y vas a hacer la fotografía¼ Al darme cuenta le había sacado una foto a Winston Churchill".

"Llegué al universo profesional de la fotografía gracias a un fotorreportaje de una escuela de sordomudos en Zurich. A partir de ese momento formé parte de las filas de Magnum —la primera cooperativa fotográfica del mundo—, como fotógrafo asociado y en 1959 como miembro integral".

La entrevista fue como abrir un álbum habitado por recuerdos de guerras, trincheras, misiles a punto de estallar, los días finales de la construcción de Brasilia, momentos culminantes de la humanidad. Aparecieron figuras que marcaron el siglo XX, María Callas, Oscar Niemeyer, Alberto Giacometti, Le Corbusier y en especial el encuentro con el Che Guevara.

"Después de la Crisis de Octubre, por teléfono me dicen: Burri, te vas mañana para La Habana. Eso fue el 31 de diciembre de 1962. Cuando aterricé aquí, había finalizado una parada militar. Venía para trabajar junto a una periodista norteamericana de la revista Look, a quien el Che le concedió una entrevista. Aquella oportunidad me facilitó conocerlo muy de cerca. Él también era fotógrafo. Fueron tres horas de diálogo y de fantásticas fotos."

"El Che Guevara —recuerda— era muy enérgico, parecía un tigre enjaulado cuando estaba en la oficina. Un hombre de acción, como lo volvió a demostrar después en las guerrillas de África y Bolivia."

Rene Burri cumple este lunes 74 años. Al levantarse en la mañana lo primero es "mirarme al espejo y felicitarme por seguir entre los vivos". No obstante, reconoce pícaramente: "Si estás próximo a los 100 años, hay que disminuir el ritmo". Y como druida sabio dio un consejo en aras de alentar a los jóvenes a la imprescindible transformación de la realidad:

"Los jóvenes tienen que utilizar ojos, mente, y corazón. El secreto es la curiosidad. Cada uno debe buscar en sí mismo un comportamiento moral, encontrar su propio camino. Tienen que penetrar en lo aparentemente imperceptible porque se necesitan testimonios."

Cincuenta años más tarde Burri marcha tras otra corrida: vivir día a día con la misma fuerza que el primero.

 

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