Ángel Ramírez o la sagacidad del grabador

VIRGINIA ALBERDI BENÍTEZ

Foto. ALAÍN GUTIÉRREZDentro del grabado, que con toda justicia debe llamarse original múltiple, la trayectoria de Ángel Ramírez (La Habana, 1954) es altamente apreciable en el panorama de las artes visuales cubanas. Gracias al empeño promocional muy serio que está llevando a cabo el Centro Provincial de Artes Plásticas de La Habana Eduardo Abela, a través de su galería en San Antonio de los Baños, se ha podido tener por estos días una idea bastante completa de lo que ha significado la impronta de Ramírez en una especialidad en la cual Cuba ha dado muestra de una sólida tradición y, a la vez, de un impetuoso desarrollo en los últimos años.

Recordemos que Ángel Ramírez, egresado en 1982 del Instituto Superior de Arte, cuenta con un rico historial en el oficio, avalado por premios en el II Encuentro Nacional de Grabado (1987), la Bienal del Grabado Latinoamericano y del Caribe de San Juan, Puerto Rico (1988) y en la Primera Bienal de Gráfica de Buenos Aires (2000), y por su inserción en colecciones públicas y privadas de Polonia, Colombia, Holanda, Estados Unidos, España, Japón, Puerto Rico y, por supuesto, Cuba.

Ángelabrabado, título de intención acrónima, recoge diversas instancias del paso de un artista que se ha valido de esta expresión para experimentar diversos registros conceptuales y temáticos, a partir de las posibilidades técnicas y de las potencialidades semánticas de la reproducción.

Tres aspectos nos parecen sustanciales en la obra de Ramírez, con independencia de los giros que ha ido tomando en el tiempo. En primer lugar, su capacidad para dialogar con la misma naturaleza del arte, que lo ha llevado a reapropiarse y reciclar poéticas establecidas, dotándolas de nuevos sentidos.

Una segunda característica apunta a la altura intelectual con que encara el humor y la parodia. A diferencia de no pocos que se montaron en el tren de la llamada postmodernidad sin asumir responsabilidades éticas o estéticas en la manipulación de las imágenes, Ramírez trabaja con rigor conceptos y sugerencias que rebasan la anécdota y el chiste visual.

Y un tercero, y no menos importante hallazgo, habita en la relación entre el título de series y obras, la realización y el resultado, articulados de tal forma que se encadenan, yuxtaponiéndose a veces y en otras ocasiones sobre la base del antagonismo y la negación, no solo para guiar, sino para sembrar inquietudes en el espectador.

Razón tiene la curadora y crítica Ivonett Arcia Zamora al decir que "la exposición trasluce a un sagaz hacedor del arte de la estampa, donde la relectura del pasado posibilita reflexionar sobre el presente".

 

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