Haití,
el país más pobre de todo el hemisferio occidental. La primera de las
repúblicas americanas en declarar su independencia, herejía por la que
quizás las metrópolis de ayer y de hoy, le condicionan la ayuda para
combatir el ancestral subdesarrollo.
Allí llegó en la tarde del martes el presidente venezolano Hugo
Chávez, a quien esperaba una ola de pueblo, un ciclón, como lo
calificó el Comandante en Jefe Fidel Castro en diálogo telefónico con
Chávez y el jefe de Estado haitiano, René Préval.
La agencia EFE lo refrendaba desde Puerto Príncipe, al venezolano
lo aclamó una multitud de haitianos con gritos de "Viva Chávez, abajo
Bush" y apuntaba que el bolivariano se desentendió de las normas
lógicas de seguridad para sacar medio cuerpo fuera del auto y saludar
a los hijos de Pétion.
Esa propia jornada, en Centroamérica, la capital guatemalteca
devenía escenario de una batalla campal por la represión a los
manifestantes que repudiaban a un visitante indeseado, a quien las
protestas le han pisado los talones en varios países latinoamericanos.
En Puerto Príncipe Chávez se bañaba de un pueblo multiplicado.
Antes el bolivariano había visitado Argentina, la necesitada
Bolivia y Nicaragua, donde miles de nicas respaldaron junto a Daniel
Ortega los ideales de integración y liberación concretados en el ALBA.
Luego estuvo en Jamaica, con cuya primera ministra, Portia Simpson,
firmó un convenio de cooperación en la rama gasífera, de gran
trascendencia para la hermana isla caribeña.
"No me he perdido un discurso de ninguno de los actos¼
me parece todo realmente impresionante", le dijo Fidel desde La Habana
"con voz de trueno", según le respondió el venezolano desde el Palacio
Nacional de Puerto Príncipe.
El Palacio cercado de gente, esta vez no de pueblo airado, como
cuando el último golpe de Estado ejecutado por Estados Unidos.
"Estamos rodeados", advirtió Chávez, para salir al balcón teléfono en
mano y gritar a todo pulmón: "Viva Fidel", como me relató todavía
emocionada la viceministra de Relaciones Exteriores, Yilliam Jiménez,
quien acompañó en la visita al vicepresidente del Consejo de Estado
Esteban Lazo y la ministra Martha Lomas.
Y su teléfono entonces pasa a manos del presidente Préval, quien se
declara feliz por la histórica visita, por la trascendencia de la
colaboración venezolana y cubana, por la reacción del pueblo¼
"Es casi una revolución aquí. Es culpa tuya¼
El maestro¼ "
Préval tiene la razón. Es una revolución redentora en términos de
salud, energía, ayuda humanitaria y sobre todo, contribución para el
desarrollo, para desterrar la pobreza y dignificar la vida, sin
condicionamientos, sin menoscabo a la soberanía.
Fue un jolgorio, con ese olfato y sabiduría innata con que los
pueblos identifican a los verdaderos amigos. "Un día de hermandades,
de unión", coinciden todos.