La
vida de los elegidos termina siendo un destino. Es el haz luminoso de
Jesús abandonado en el desierto, crucificado en unos maderos de cedro,
traicionado por sus discípulos y resurrecto dos mil años después en el
corazón de los pueblos del universo.
La vida de los elegidos, empieza siendo el de cerrar y abrir todas
las puertas de un reino. El de la lucha por la justicia, la verdad, y
el amor. A la semejanza de Espartaco, sublevado por la libertad de los
esclavos. Igual a la de Ulises, cruzando sin hundirse en la mar
océano, azul y verde, claro y gris. Como la de Aquiles, alzado frente
a Héctor, desmoronando los muros de Troya, y los sótanos más antiguos
de la más lejana ciudad.
De esa raza ancestral, como en extinción provienen nuestros dos
hermanos. Fidel y Chávez. Chávez y Fidel. Nacidos para vivir
entrañablemente en la forja de una amistad que se esparce a la manera
del polvo cósmico. Porque su autoridad y liderazgo. Su rectitud y
gallardía. Su don para el perdón y la solidaridad y el afecto y la
generosidad y la nobleza y la rebeldía y la irreverencia y el coraje y
la más genuina lucha por la redención de la patria, hace a nuestros
dos hermanos, ser hijos de un patriarca inmemorial que los germinó a
razón de edificar en la bisagra de dos siglos, la esperanza y la fe de
los pobres de la tierra.
Si no fuese así, entonces. Cómo y quién explicaría que ellos hayan
sido en la contemporaneidad los guías que han conducido a derrotar una
y otra vez al imperio más poderoso que haya conocido jamás la
humanidad...
Estas 50 imágenes recogen trece años de una relación humana que
tiene la particularidad de reunir una espiritualidad concebida entre
padre e hijo, hasta fundirse por intermedio de los encuentros y los
viajes y los sueños y la batalla y el respeto y la hidalguía, en una
ejemplar relación de verdaderos hermanos.
Así hemos visto a nuestros hermanos transitar, sin que sean
desanimados por los obstáculos, las ruinas de Esparta. Avizorar las
puertas de Utopía. Las nieblas de Babilonia. El corazón ardiente de
Birán y Sabaneta, como una réplica de las fundaciones donde los héroes
renacen para ascender como si fuera un destino, a la gloria de nuestra
liberación.
Atrás muy al fondo de sus firmes pasos, el tiempo opaco de la
desazón y la derrota, de la melancolía y el rencor. Atrás muy abajo
donde se cuecen los graneros del odio, el lugar para la traición y la
deshonra.
El insigne magisterio que los rehace y los explica, a veces
pareciera no ser de este mundo. He allí la magnifica enseñanza para
quienes tenemos el honroso privilegio de ser sus discípulos.
Cuba
y Venezuela insurgen en el ejemplo más vigoroso, como las banderas más
limpias y transparentes de nuestra América.
Asumamos el desafío de ir más allá de lo que soñaron los
precursores de la Patria, y construyamos, por ellos y junto con ellos,
la paz y la felicidad de los irredentos de la tierra.