Los franceses tienen
una expresión, fuite en avant (literalmente "huida hacia
adelante"), que los diccionarios de lengua inglesa traducen como
headlong rush, es decir, "lanzarse a algo de cabeza". Pero dicha
traducción pierde el auténtico significado. Una fuite en avant
es algo que uno hace cuando se halla en situación desesperada y espera
salvarse utilizando la misma táctica o incluso acentuándola, con lo
cual crea una situación en la que espera que la gente se sienta
obligada a respaldarlo. ¿Es esto lo que George W. Bush intenta hacer
en Irán?
Sabemos dos cosas acerca del régimen de Bush. Su posición en Iraq
es insostenible y ahora está ampliamente impugnada inclusive en
Estados Unidos. El llamado a una retirada crece día con día y surge de
todas partes. Y sabemos que, desde el 2001, los neoconservadores y
Dick Cheney han estado pujando por emprender un ataque militar contra
Irán con el objetivo de cambiar el régimen. Entonces, este podría ser
el momento.
Estados Unidos ha enviado su flota a la región y puso al mando a un
almirante conocido por su eficacia en ataques mar-aire. Washington
emite virtualmente a diario comunicados que señalan las supuestas
malas acciones de los iraníes. En resumen, Estados Unidos agita el
sable. Es más, muchísimas personas parecen tomar esto muy seriamente.
Tres de los militares retirados de más alto rango en Estados Unidos
han advertido públicamente contra la locura que significa atacar Irán.
También lo ha hecho Zbigniew Brzezinski, a quien no podemos calificar
de paloma. Así también lo han hecho incontables políticos y
diplomáticos de todo el mundo. Pero Cheney ha dejado claro que el
gobierno estadounidense hace lo que le place, sin importar cuántos
oponentes tenga, o quiénes sean.
¿Apoyará alguien a Estados Unidos en tal aventura? De hecho, muy
pocos. No lo respalda el Congreso estadounidense, aunque Bush y Cheney
cuenten con el hecho de que sería más duro para los demócratas
oponerse a ellos sobre el asunto Irán que sobre Iraq. Tendrán el
respaldo del gobierno israelí. Y creen contar con el apoyo de los
sauditas. Pero eso es malinterpretar la posición saudita. Estos, por
supuesto, tienen la preocupación de limitar las pretensiones iraníes
de hegemonizar la región y la preocupación de contener las
posibilidades de una militancia chiita en estados dominados por
sunitas, primero que nada en Arabia Saudita. Pero los sauditas también
han dejado claro que un ataque militar a Irán perjudicará los
objetivos políticos sauditas más que ayudarlos. La mediación activa de
los sauditas en la disputa entre Hamas y Fatah en Palestina indica que
con toda claridad buscan distanciarse de la estrategia estadounidense
en Oriente Próximo. Y, en Europa, inclusive los británicos están
expresando abiertamente su disgusto por la idea de un ataque contra
Irán.
Así que supongamos que, pese a todo esto, Bush y Cheney decidan
emprender su atropellado y súbito avance hacia la guerra, su fuite
en avant para intentar salvar su desastrosa situación. ¿Qué
pasaría, y por qué harían algo así? Lo que pasaría parece claro. Un
ataque aéreo sobre Irán no lograría el objetivo de desmantelar el
programa nuclear iraní, aunque podría dañarlo. Enviar tropas, si acaso
Estados Unidos encuentra a alguien a quien enviar, conduciría a una
cuota de muertes estadounidenses muy alta. El gobierno iraní se
fortalecería políticamente, en casa y por todo el mundo islámico. Los
rusos y los chinos respaldarían de facto a Irán.
Y lo peor de todo para Estados Unidos es que aquellos a los que en
Iraq considera sus aliados más cercanos comenzarían a vociferar en un
llamado en pos de una retirada estadounidense inmediata de Iraq. El
anterior primer ministro Ibrahim Jaafari ya comenzó a andar ese
camino. Nadie en Iraq, nadie, quiere que Estados Unidos ataque a Irán,
y en el plano emocional, nadie se pone del lado de Estados Unidos en
esta cuestión. Ahora, Cheney es un político inteligente, y puede ver
todo esto, pienso yo. Así que, ¿por qué, pese a todo, puja por la
guerra? ¿Acaso podemos jugar con la idea de que crear un desastre aún
mayor para Estados Unidos le resulta la mejor opción disponible para
lograr sus objetivos políticos reales?
Cheney (y Bush) saben que tendrán el control del gobierno de
Estados Unidos solo por dos años más. Después, no saben quién estará
en el poder, pero tienen muchas razones para pensar que no serán sus
clones. Lo último que quisieran es una transferencia pacífica del
poder a cualquiera que pueda desmantelar lo que han construido y que
intente (tan solo que intente) resituar a Estados Unidos donde estaba
—en el país e internacionalmente— en los años de las presidencias de
Richard Nixon a Bill Clinton.
Entonces, buscan aumentar, no disminuir, las querellas internas en
Estados Unidos. Buscan desmantelar más el marco de libertades civiles,
uno que nunca fue perfecto pero que podía darse el lujo de mantener
algunas restricciones al poder gubernamental. Buscan mayores
regresiones en el ámbito de los derechos sociales. Buscan crear un
Estados Unidos más oscuro en un mundo más oscuro.
¿Puede alguien detenerlos? Posiblemente. Existe ahora una extendida
resistencia, muy verbalizada, en las fuerzas armadas. Por primera vez
en mi vida, encuentro en la prensa especulaciones sobre un golpe
militar. Dudo que vaya a ocurrir, pero la mera especulación muestra
hasta qué punto son vastos los recelos. Y existe también la
resistencia de los políticos que en su gran mayoría son esencialmente
moderados de centro y cuya mayor preocupación es mantener las
posiciones para las que los eligieron y que son personas que vuelan
adonde los lleve el viento de su base electoral. ¿Será esto
suficiente? Es difícil decirlo, pero veremos la situación con mayor
claridad en los próximos dos o tres meses.
(Tomado de La Jornada)