Un lustro atrás, en medio de uno de los ajetreados diciembres que
marcan el feliz delirio del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de
La Habana, un periodista europeo abordó delante de mí a Harry
Belafonte y le soltó a bocajarro: "Ante las realidades del mundo y de
su país, ¿no piensa a veces que su voz no es escuchada?" Sin perder el
buen ánimo ni la sonrisa, el actor respondió: "No estoy solo, mi voz
es solo una pequeña parte de un coro cada vez mayor. Pero si aún fuera
la única, no me cansaría. Hasta el último aliento nunca renunciaré a
ver cumplidos los sueños de justicia".
A los ochenta años de edad, que cumple este jueves, Harry Belafonte
sigue siendo fiel a sí mismo. A una vida de trabajo y de combate. Sus
más recientes participaciones cinematográficas fueron Bobby,
película de Emilio Estévez sobre el asesinato en 1968 de Robert
Kennedy, en la que comparte cartel con Anthony Hopkins, Demi Moore,
Elijah Wood y Sharon Stone, y en la impresionante miniserie documental
de Spike Lee, Cuando los diques se rompieron, que critica la
indolencia oficial de las autoridades de Estados Unidos ante la
devastación de Nueva Orleans por el huracán Katrina.
Pero entre película y película, y la revisión de su impresionante
obra musical, no deja de pronunciarse cívicamente en una sociedad
corroída por males endémicos, agravados por la demencial
administración de George W. Bush. Este último febrero, Belafonte
compareció en la Universidad de Emory, donde relató a un nutrido
auditorio cómo mientras subsista el abuso policial, la represión y el
racismo, habrá que enarbolar el espíritu de lucha de hombres como
Martin Luther King Jr.
Por estos días también felicitó a su colega Sydney Poitier por
haber sido incluido, como lo fue él mismo hace tres años, en el Camino
de la Fama de los Luchadores Internacionales por los Derechos Civiles,
en la plaza Martin Luther King Jr. de Atlanta.
Una prueba de que las ideas de Belafonte irritan al sistema se tuvo
en la edición del ultraconservador Washington Times del pasado 26 de
febrero. En un comentario editorial, dirigido a poner en solfa el
prestigio de los intelectuales que critican al actual inquilino de la
Casa Blanca, el columnista situaba como ejemplo de que "las locuras
liberales de las celebridades son ilimitadas" el viaje que Belafonte
realizó el año pasado a Venezuela, su encuentro con el presidente Hugo
Chávez, el juicio que allí emitió acerca de que "el terrorista más
peligroso del mundo es George W. Bush".
Y es que como intelectual y ciudadano, Belafonte no transige con la
guerra, la violación de los derechos humanos en su país, la vuelta a
las listas negras, la imposición del bloqueo a Cuba, la voracidad
imperial. "Nunca renunciaré", es su himno de batalla.