El texto firmado por Simón Romero, corresponsal del diario en
Caracas, señala cómo Lugo, hoy con 65 años de edad, se encuentra en
libertad en la capital venezolana desde 1993, después de cumplir 17
años de una sentencia de 20 años de cárcel, y se gana la vida como
taxista.
Posada es "un aventurero, capaz de cualquier cosa", afirma Lugo al
comentar que si no hubiera encontrado a un empleado del agente CIA,
Hernán Ricardo Lozano, unos días antes del crimen, hubiera vivido una
existencia normal.
"Mi vida hubiera seguido una vía totalmente distinta", declaró al
precisar que fue Ricardo quien lo reclutó para el complot urdido por
Posada y Bosch.
Hernán Ricardo trabajaba entonces con la agencia de detective
creada por Posada, bajo orientaciones de la Agencia Central de
Inteligencia. Realizaba tareas de vigilancia como fotógrafo. Así fue
como conoció a Lugo quien era fotorreportero de publicaciones locales.
Ricardo recibió 16 000 dólares por colocar explosivos a bordo del
vuelo 455 de Cubana mientras a Lugo le tocaron 8 000. El C-4 se
encontraba disimulado en un tubo de pasta dental Colgate, recuerda el
texto del Times y recalca en varios aspectos conocidos del crimen de
Barbados que dejó 73 muertos.
Lugo ignora dónde se encuentra Ricardo, pero dice creer que se fue
de Venezuela.
El reportaje indica que Freddy Lugo maneja un taxi sedán de color
beige, "su sola fuente de ingresos" y vive con su mujer "en un
edificio elegante, pero en mal estado en una calle bordada de
árboles".
"Dice que evita involucrarse en la política", escribe el autor del
reportaje.
Preguntado si sentía remordimiento acerca de la muerte de 73
personas, "incluyendo adolescentes del equipo cubano de esgrima", Lugo
dijo que no. Explicó "de manera algo críptica" que se consideraba
manipulado en un acto fuera de su control. "Soy un hombre normal",
dijo al Times. "Soy inocente", dijo en sintonía con lo que ahora alega
Posada.
El diario neoyorquino señala cómo el libro de los periodistas
Alexis Rosas y Ernesto Villegas, acerca de Posada bajo el título El
Terrorista de los Bush, recientemente publicado con mucho éxito en
Caracas, ha despertado la atención del público sobre las
reivindicaciones de Cuba y Venezuela acerca del crimen.
Un Gran Jurado norteamericano intenta descubrir, desde hace varios
meses, los lazos de Luis Posada Carriles con la campaña de atentados
que provocó en La Habana en 1997. Reunido en Newark, New Jersey, el
jurado de instrucción ha convocado a varios miembros de la mafia
cubanoamericana que participaron en el financiamiento de la
conspiración.
Se trata de un proceso diferente al que tuvo lugar en El Paso,
Texas, donde fue procesado por delitos migratorios y no por
terrorista.
Lo mismo ocurre en New Jersey. No se le ocurrió al FBI solicitar a
un Gran Jurado un estudio detallado de las circunstancias del crimen
de Barbados cuando Posada está preso en Estados Unidos, Orlando Bosch,
su cómplice, anda libremente por las calles de Miami y cuando
individuos como Freddy Lugo —extensión de la mano asesina— siguen
hablando del horrible atentado. También podrían ser partícipes los
especialistas de policía de distintos países que participaron en 1976
en la amplia investigación que se realizó.
¿Será que al gobierno de Estados Unidos no le interesa que se sepa
la verdad sobre la masacre realizada mientras George Bush padre, gran
patrocinador de la mafia cubanoamericana, se encontraba de Jefe de la
CIA?