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La Argentina en
José Martí En el aniversario 154 de su
natalicio y con motivo de la Feria Internacional del Libro Cuba 2007,
dedicada a la Argentina
Raúl Rodríguez
La O
Luego
de varios años de investigaciones en Cuba y en la República Argentina
donde pude consultar en el Archivo del diario La Nación, de Buenos
Aires, todos los artículos originales escritos por José Martí para ese
órgano de prensa durante los años de 1882 hasta 1891 y entre los
cuales descubrí algunos que no aparecen registrados en los veinte y
ocho tomos de sus Obras completas y otros con pequeñas modificaciones,
escribí un libro de 244 páginas titulado La Argentina en José Martí,
publicado en 1997, por la Universidad Nacional de Entre Ríos,
Argentina.
Aunque parezca imposible debido al profundo conocimiento que tenía
sobre la Argentina y las relaciones de amistad con prestigiosas
personalidades de la cultura, la diplomacia y la política de ese país
hay que decir que José Martí nunca la visitó a pesar de haber recibido
una invitación del diario La Nación y que, según él mismo relató en
carta del 20 de octubre de 1887 a su amigo uruguayo Enrique Estrázulas,
no pudo aceptar por sus responsabilidades con la causa independentista
de Cuba: "La Nación me manda a buscar de Buenos Aires: claro está que
no puedo ir, con mi tierra sufriendo a la puerta, que algún día pueda
tal vez necesitarme" (...).
Al desaparecer La Nación Argentina, el 31 de diciembre de 1869,
surgió su continuador, el diario La Nación, de Buenos Aires, fundado
por Bartolomé Mitre, en cuya primera edición del domingo 4 de enero de
1870 puede leerse un editorial titulado "Nuevos horizontes", en el
cual se afirma que La Nación Argentina era un puesto de combate y La
Nación sería una tribuna de doctrina.
Si alguien cumplió con ese lema, no obstante algunas limitaciones
de censura impuestas al inicio por la dirección del diario, fue
precisamente José Martí. Ahora bien, ¿cómo, cuándo y en qué
circunstancias se produjo su vinculación con esa publicación
bonaerense?
Según nuestras indagaciones, y coincidiendo con las opiniones de
otros autores, todo parece indicar que el señor Carlos Carranza, amigo
suyo y Cónsul argentino en Nueva York, lo puso en contacto con la
dirección del diario. Además Carranza era propietario de la casa
comercial Carlos Carranza and Company, en cuyas oficinas trabajaba
Martí en el primer lustro de la década de 1880.
La primera crónica publicada por Martí en ese diario está fechada
en Nueva York, el 15 de julio de 1882, y aparece en la edición del
miércoles 13 de septiembre. Es la única de ese año y trata sobre la
ejecución de Charles J. Guitteau, asesino del presidente de Estados
Unidos, James Abraham Garfiel, y otros problemas sociales y políticos
de la sociedad norteamericana.
En aquella época, Argentina dependía más económica y políticamente
de Inglaterra que de Estados Unidos; se sentía el mensaje civilizador
de Alberdi y Sarmiento, y por muchas razones resultaba muy conveniente
que estuviera al tanto de cuanto sucedía en la república
norteamericana. Eso tal vez permita explicar la decisión del diario
de, conociendo el prestigio intelectual de Martí y sus grandes
cualidades como periodista, nombrarlo como su corresponsal en Nueva
York.
Claro está que esa primera crónica fue censurada en algunas de sus
partes, porque a la dirección del diario le pareció demasiado radical
y así se lo hizo saber al autor el señor Bartolomé Mitre y Vedia
(hijo), en carta fechada en Buenos Aires, el 26 de septiembre de 1882,
la cual ha suscitado muchas opiniones. A mi entender, fue franco al
exponerle las ideas de la dirección del diario y seguir publicando
todas sus posteriores crónicas sobre Estados Unidos, así como otros
temas que él considerara de interés para Argentina. De esa manera se
mantuvo como corresponsal hasta el 20 de mayo de 1891, cuando apareció
en La Nación su última crónica, fechada en Nueva York, el 26 de marzo
de igual año y también referida como la primera al asesinato esta vez
de italianos en cuyo titular podemos leer lo siguiente: "Estados
Unidos de América. El asesinato de los italianos.—Las escenas de Nueva
Orleans.—Los antecedentes y el proceso.—La Mafia y la política
local.—El asalto a la cárcel.—La reunión, la marcha, los muertos."
En honor a la verdad y haciendo justicia siempre habrá que
agradecer a La Nación, de Buenos Aires, y por ende a los Mitre, haber
permitido al Héroe Nacional de Cuba la publicación de todas esas
cartas que, junto con las publicadas en La Opinión Nacional, de
Caracas (1881-1882), y El Partido Liberal, de México (1886-1892),
constituyen una exhaustiva y valiosa fuente de información,
conocimiento y análisis crítico de la sociedad norteamericana en el
periodo inicial de la fase superior capitalista en ese país.
La remuneración por sus colaboraciones con La Nación, la destinaba
a ayudar económicamente a la madre, doña Leonor Pérez, como confesara
en carta del 13 de noviembre de 1885 a su íntimo amigo mexicano Manuel
Mercado: "Trabajo para un gran diario de Buenos Aires; pero ese sueldo
va a mamá".
Martí amó entrañablemente a la Argentina como al resto de nuestros
pueblos latinoamericanos y caribeños. Estaba al tanto de todo lo que
en dichas tierras sucedía.
Pero no solamente escribió con amor y profundidad de conocimientos
en defensa de la Argentina, dando a conocer sus grandes valores
humanos y riquezas materiales y espirituales, sino que además mantuvo
relaciones de amistad con excelentes personalidades de ese país como
los ex presidentes Manuel Quintana y Roque Sáenz Peña a quienes
conoció en la Conferencia Internacional Panamericana de Washington,
celebrada en Estados Unidos desde octubre de 1889 hasta abril de 1890
, así como Vicente G. Quesada, Miguel Tedín, Carlos Aldao y Carlos
Carranza.
En sus escritos podemos encontrar referencias y menciones a figuras
argentinas de relevancia nacional e internacional como Domingo
Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre, Juan Bautista Alberdi, Manuel
Belgrano, Juan Martín Pueyrredón, Justo José de Urquiza, Bernardino
Rivadavia, Juan Manuel Ortiz de Rosas y el poeta Víctor Olegario
Andrade, entre otros.
Su amor y lealtad hacia los pueblos latinoamericanos y la forma en
que siempre los defendió, en especial durante la ya mencionada
Conferencia Internacional Panamericana de Washington, según puede
confirmarse en las crónicas publicadas en La Nación, así como sus
excelentes relaciones con la delegación argentina participante en ese
evento y presidida por Manuel Quintana y Roque Sáenz Peña,
constituyeron aval suficiente para que el gobierno de la República
Argentina, dando prueba de confianza y reconocimiento de sus
capacidades y méritos personales, decidiera nombrarlo Cónsul en Nueva
York, mediante decreto presidencial del 24 de julio de 1890. En dicho
cargo permaneció de manera brillante y leal a la Argentina hasta
octubre de 1891 cuando renunció para no crearle problemas a dicho país
por sus actividades revolucionarias y patrióticas contra España y
dedicarse así por completo a la preparación de la tercera y última
guerra por la independencia de Cuba. En su carta de renuncia, dirigida
a Vicente G. Quesada, ministro de Argentina en Washington, fechada el
17 de octubre, diría para justificar su decisión:
"Tengo la honra de dirigirme a V. E. para ratificar, en testimonio
de mi respeto y agradecimiento a la República Argentina, la renuncia
del cargo de Cónsul argentino, en esta ciudad que ansioso de evitar
comentario alguno contra aquel agradecimiento y respeto, envié a V. E.
por el telégrafo el día 11.
Como el premio más honroso a mi cariño vigilante por los pueblos de
mi raza en América, recibí y procuré justificar en su desempeño, el
nombramiento, ni directa ni indirectamente solicitado, y por eso mismo
más halagador, de Cónsul argentino en Nueva York. Pero se me dice que
un periódico español en esta ciudad ha publicado un artículo en que
intenta hallar incompatibilidad entre mi nacimiento de cubano, que me
obliga a luchar para obtener para mi patria lo mismo que los padres de
la patria argentina obtuvieron a su hora para su país,-- y mi carácter
de Cónsul de la República en Nueva York. Y como añade el periódico, a
lo que se me dice, que pudiera mi permanencia en este puesto provocar
un conflicto entre el país que me honró con él y la monarquía de la
Península, ni por un momento puedo consentir en continuar, por honrosa
que ella me sea, en una situación por donde viniera yo a pagar con una
controversia ingrata una distinción de tanto valer para mí, que
contará siempre entre las más caras y lisonjeras de mi vida.
Ruego a V. E. se sirva ordenar al Sr. Vicecónsul, se haga cargo del
Consulado que renuncio, y creer que si en mi persona desaparece el
Cónsul argentino en Nueva York, queda en mí siempre para la República
Argentina, un hijo agradecido.
Saludo a V. E. con el testimonio de mi más alta consideración.
José Martí" |