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Mientras exige hoy con vehemencia el fin del programa atómico iraní,
el gobierno británico intenta justificar la necesidad de una escalada
de su arsenal nuclear, cuyo plan de modernización causa fuerte
polémica en el país.
El ministro de Defensa Des Browne debió reconocer que en estos
momentos el Reino Unido esta lejos de enfrentar una amenaza real de un
ataque con armas de destrucción masiva, pero, apunta, nadie conoce que
puede pasar en los próximos 50 años.
Desde que en diciembre pasado el gabinete laborista del primer
ministro Tony Blair decidió aprobar un plan por más de 22 mil millones
de dólares para el reemplazo de los sistemas Trident, antes de 2020,
la iniciativa estuvo acompañada de un fuerte debate.
La disuasión nuclear aparece en un momento en que Londres, junto a
Berlín y París, conforma la troika europea, la cual exige a Teherán
desistir del enriquecimiento de uranio, al considerar que ese proceso
esta dirigido a obtener material para armas atómicas.
Pero el Reino Unido, que posee al menos cuatro submarinos
estratégicos con 96 ojivas nucleares cada uno, demanda a la República
Islámica el fin del procesamiento de uranio, aún cuando Irán destaca
su carácter pacífico.
Browne negó la perspectiva de un mundo sin armamentos de
destrucción masiva en un futuro próximo, en medio de versiones de
estudios realizados por Estados Unidos para fabricar nuevas armas
atómicas.
Londres mantiene sus ojivas nucleares, cada una con una potencia
ocho veces mayor a las bombas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki, en los
referidos sumergibles, anclados en la localidad escocesa de Glasgow.
Además, Gran Bretaña abandonó desde 1992 las misiones con los
cohetes Lance, en tanto desmantela las cabezas nucleares Chevaline de
los viejos submarinos Polaris.